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Domingo, 2 de noviembre de 2014

HAY QUE ARREGLAR EL MUNDO

Creada por Quino hace cincuenta años, Mafalda llegó a convertirse en un mito argentino con proyección mundial. Una investigación de Isabella Cosse sitúa al personaje en su época, recorre las apelaciones a la clase media que lo alimentaron e indaga en las variantes que plantearon las figuras de su entorno familiar y de los entrañables compañeros que, como Miguelito, Susanita y Felipe, pusieron patas para arriba el discurso de los adultos.

 Por Mara Laporte

“Si te metés con nuestra Mafalda, vas a tener que escucharnos”, cuenta Isabella Cosse que le advirtió una colega cuando le presentó los primeros avances del libro en el que se encontraba trabajando. Con el tiempo, esos avances acabarían formando parte de Mafalda: Historia social y política, reciente publicación de Fondo de Cultura Económica, y aquel comentario jocoso de su colega no haría más que señalarle a Cosse la real dimensión, tanto en el plano social como en términos personales y afectivos, del personaje que se proponía abordar en su trabajo. “Recordé dicha advertencia en más de una ocasión mientras escribía estas páginas”, comenta en la introducción del libro la autora nacida en Montevideo, doctora en Historia, investigadora del Conicet y del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires. Es que aproximarse a Mafalda –y esta observación no es novedosa– es enfrentarse a todo un mito contemporáneo, un personaje que con el tiempo se fue saliendo de los límites del cuadro para erigirse definitivamente en referente social, político y cultural de una nación entera, hilvanando varias generaciones. Y aun siendo una obviedad la observación –a esta altura en que la historieta de Quino celebra ya medio siglo de vida y plena vigencia en la Argentina y en el mundo–, vale quizá para poner en valor el resultado final del trabajo de investigación de Cosse.

Porque lo que la autora propone es, con una mirada transversal e incluso transnacional en su alcance (y sin olvidar el trasfondo afectivo), reponer la historicidad de Mafalda contextualizándola en una dimensión diacrónica: la que tiene que ver con las condiciones de producción y circulación de la historieta y la que se refiere a la apropiación social, cultural y política del personaje. Y si ya desde el título deja en claro su intención epistemológica, la originalidad de su propuesta radica en el recorte desde el que asume el desafío, en una triple apuesta metodológica y conceptual. En primer lugar, Cosse parte de la idea de que Mafalda, en tanto producto cultural devenido objeto de devoción popular, viene a ser no sólo una construcción artística determinada por su contexto, sino también la generadora de un “sistema significante” que interpela y redefine el orden social que la contiene. Por lo tanto, según su perspectiva, el personaje no se limitó a dialogar con ese mundo que se lo apropiaba política y emocionalmente sino que, de alguna manera, también llegó a operar sobre él. En segundo lugar, la autora indaga en la articulación entre lo privado y lo público, retomando los presupuestos pioneros de la historia social y feminista que advertían sobre la importancia de lo doméstico en la constitución de las clases medias occidentales. Y éste es un punto clave en su investigación, ya que aborda una cuestión fundamental que Quino supo interpretar mejor que nadie: la manera en que concebimos y resolvemos nuestras relaciones familiares conlleva siempre una impronta política e ideológica. Porque las primeras relaciones de poder, hacia adentro y hacia afuera, generadas en la familia, luego serán las que determinen los vínculos y desigualdades de género, generacionales y de clase en la sociedad.

Y en el tercer vértice de su apuesta, Isabella Cosse pone el foco en la ineludible cuestión del humor en tanto recurso de procesamiento social de lo incongruente, lo prohibido, lo que no puede nombrarse ni asimilarse colectivamente sino a través de la risa.

Todas estas temáticas se desarrollan atravesadas por dos preguntas que, según la propia autora, fueron las que dieron origen al libro: ¿Cómo se explica el éxito y la perdurabilidad de Mafalda? ¿Cuál fue su sentido social, político y cultural a lo largo de cincuenta años? Intentando responderlas, el ensayo transita cinco capítulos y cinco décadas de historia –desde los primeros bocetos de la tira hasta la actualidad– en los que va conduciendo al lector, de la mano del personaje, a lo largo de los diferentes sucesos vividos durante estos años. De-sarrollismo, clase media culpabilizada por el derrocamiento del peronismo, fisura generacional: desde la convulsa coyuntura histórica de su origen –la tira vio la luz en la conservadora Primera Plana de 1964– Mafalda se situó en el epicentro de la siempre heterogénea clase media argentina y sus contradicciones. Y si sobrevivió al embate fue precisamente porque el eje de su mensaje nunca pasó por la acusación directa al statu quo ni por el discurso único, sino por la interpelación a cada uno de los lectores a partir de un coro de voces múltiples y contrapuestas. Con Mafalda las ideologías no se confrontaban, se exponían. Porque lo que representan Mafalda, su familia y sus amigos es la caracterización del mosaico social en su conjunto. Los padres apolíticos, la hija excesivamente politizada, el capitalista, el idealista, la oligarca, la intelectual de izquierdas, el ingenuo. Niños que se apropian del discurso adulto para cuestionar, desde la aparente inocuidad que otorga el universo infantil, la realidad de su entorno. Así, la clase media, lejos de sentirse atacada, se interroga, sonríe, se autocuestiona desde el humor, se deconstruye para volver a construirse.

Y esa Mafalda controversial –revolucionaria para unos, pequeñoburguesa para otros– tampoco eludió referirse a la violencia del terrorismo de Estado. Como ocurre en la célebre viñeta publicada en El Mundo tras el golpe de Estado de Onganía, en la que una Mafalda consternada y en primer plano preguntaba: “Entonces, ESO que me enseñaron en la escuela...” y se convierte en símbolo antidictatorial, cobrando entonces su mensaje un nuevo sentido. Porque es el lector –observa Cosse– el que debe completar ahora el razonamiento, entrenándose en “los dobles sentidos, los significados implícitos, la retroalimentación entre lo cotidiano y lo político, las alusiones veladas”.

Mafalda: historia social y política. Isabella Cosse Fondo de Cultura Económica 318 páginas.

Nacía, según la autora, la Mafalda-mito, la que sobreviviría a las dictaduras. La de la consagración global de un personaje que en sus orígenes –concluye Cosse en las últimas páginas de su ensayo– condensó “hazañas” significativas para las clases medias de diferentes países del mundo y que hoy, cincuenta años más tarde, no deja de asumir nuevos sentidos que la vuelven perdurable.

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