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Domingo, 18 de octubre de 2015

DAVID FOENKINOS

ESCRITO CON EL CUERPO

Con su figura cargada de sensibilidad y unos toques de antihéroe, David Foenkinos se ha convertido en uno de los escritores más populares de Francia, y también fue logrando proyección internacional, sobre todo por La delicadeza y Lennon. Estuvo el mes pasado en Argentina en el marco del Filba y de paso presentó aquí su última novela, que acaba de publicarse en el país. Escrita en forma experimental, Charlotte (Alfaguara) cuenta la vida de la pintora Charlotte Salomon, una joven artista plástica que narró su vida a través de 1350 acuarelas, que fue asesinada en Auschwitz con tan sólo 26 años, y cuya obra pudo ser preservada hasta el final de la guerra mediante una serie de circunstancias excepcionales y que se conserva en el Museo Histórico judío de Amsterdam. El libro de Foenkinos ayudó a difundir la obra y dar a conocer la vida de esta artista de tan trágico destino.

 Por Laura Galarza

Bien podría ser el personaje de alguna de las películas basadas en sus libros y que tuvieron masiva aceptación del público en todo el mundo, como La delicadeza y Les souvenirs. David Foenkinos se desplaza con su cuerpo esmirriado por el lobby de ese hotel palermitano como si fuera su casa. Sin acartonamientos, en jean y camisa, Foenkinos se ocupa de que los demás estén cómodos, acerca una silla. Y tiene humor: “¿Saben? Me quedo dos días en Buenos Aires. Los veo a ustedes pero no vi la ciudad todavía. Son como mis monumentos de Buenos Aires”. También dice que le gustó Relatos salvajes: “Es extraordinaria. Es la mejor película que vi este año. Tan bien escrita, es graciosa, es loca”. Foenkinos fue invitado a participar del VII Festival Internacional de Literatura que se llevó a cabo entre el 25 y el 29 de septiembre de manera simultánea en Buenos Aires, Montevideo y Santiago, Chile.

Charlotte, la última novela de Foenkinos, ganó además del prestigioso premio Renaudor, el Goncourt para estudiantes, donde el jurado –compuesto por alumnos de colegios secundarios de toda Francia– eligió a Charlotte entre otras 15 novelas. Además resultó el libro más vendido de 2014 junto a El reino, de Emmanuel Carrère, y Petronila, de Amélie Nothomb y ahora es éxito en ventas en todo el mundo. La razón de semejante revuelo parece radicar en que Charlotte además de ser una novela escrita de un modo original –oraciones cortas dispuestas una debajo de la otra como si se tratara de un largo poema–, revela la vida de Charlotte Salomon, una artista judía asesinada en Auschwitz a los 26 años y cuando estaba embarazada. Gracias al rescate de Foenkinos, la obra de esta pintora compuesta por 1300 gouaches (se llama así a las acuarelas opacas) a resguardo en el Museo Histórico Judío de Amsterdam, está dando la vuelta al mundo mientras la crítica la compara con Matisse, Chagall, Van Gogh y Edvard Munch.

Poco antes de morir, Charlotte Salomon guardó sus pinturas, cuidadosamente envueltas, en una valija y se las dio en custodia a su médico. Lo que es increíble es que Charlotte las pintó en unos pocos meses encerrada en la habitación de un pequeño hotel en el sur de Francia, donde estuvo refugiada entre 1941 y 1942. Foenkinos se entusiasma, mueve sus manos al hablar de Charlotte Salomón: “Ella ya es parte de mi vida. Lo que escribí es una biografía emocional”.

Dijiste que no fuiste en busca de Charlotte Salomon sino que de algún modo, fue ella quien llegó hasta vos. ¿Cómo fue ese encuentro?

–Descubrí sus pinturas en una exposición en París hace diez años y fue amor a primera vista, un flechazo estético y emocional. Charlotte Salomon es un genio de la pintura. Les aconsejo leer mi libro pero no están obligados. Lo más importante para mí es que descubran a esta mujer extraordinaria. Cuando se está frente a su obra impacta su creatividad, su modernidad, su fantasía y a la vez, es una obra autobiográfica, entonces uno queda conmocionado también por la historia de su vida.

De alguna manera funciona como un testimonio, ¿verdad?

–Hay que entender que Charlotte compone su obra ¿Vida? o ¿Teatro? exiliada en el sur de Francia. No tiene contacto con nadie: ni su familia, ni el hombre que ama, ni su país. Esta creación, dibujar su vida, es una manera de poder existir de nuevo. Es como una obra de teatro donde representa su vida con humor e inteligencia para poder soportar su condición, que es terrible: alguien que durante su vida fue golpeada por la fatalidad, por la muerte y que gracias a la creación, encuentra una fuente de luz y de vida. Es curioso, pero algunos la compararon con Frida Kahlo. Ambas con destinos muy difíciles y dolorosos, un poco caídas en el olvido hasta que, en un momento, una película o una obra vuelven a poner luz sobre ellas. Otro punto en común: la presencia de un hombre muy importante en sus vidas.

Investigaste sobre la vida de ella mientras ibas escribiendo. ¿Cómo fue ese proceso?

–Me llevó diez años. Había poca documentación disponible, tuve que investigar mucho, encontré testigos de todas partes del mundo. Pasé temporadas en Berlín y en Villefrance-sur-Mer. Visité varias veces el hotel donde Charlotte pintó ¿Vida o teatro?. La recepcionista estaba harta de mí, decía, Olala, otra vez este escritor (risas). Ahora pusieron una placa y hay un montón de turistas que van a verla. Creo que uno puede encontrar a alguien siguiendo su rastro. Lo más importante para mí no era ir a ver la habitación, sino ir donde ella había estado. Tenía la impresión de que yendo tras sus huellas podía encontrarla. Creo en la memoria de las paredes, en la memoria de los lugares. Luego, tardé años en comprender cómo escribir el libro.

¿Esperabas esta recepción de la novela?

–No lo esperaba en absoluto. Estaba seguro de que este libro no podía tener el éxito que tuvieron mis libros anteriores. Era un libro difícil, escrito de manera distinta. Pero pensaba que ya con que pocas personas descubrieran a Charlotte Salomon, iba a ser magnífico. Ahora el libro sale en Alemania, y en los Países Bajos se va a publicar la edición integral de ¿Vida o teatro? con todos los textos y las indicaciones de música. El éxito de mi novela en Francia hizo que el público vaya a ver una gran exposición en Niza sobre Charlotte y eso resulta emocionante. Se hicieron ceremonias, pusieron placas conmemorativas en los lugares donde vivió. Fue más allá de mis expectativas. Fue un logro extraordinario en mi vida porque estaba obsesionado con la idea de que la gente descubra a Charlotte Salomon. Es magnífico en la vida de un escritor, en la vida de un hombre, en algún momento, poder compartir una pasión. Como cuando uno está enamorado y tiene ganas de contárselo a todo el mundo.

¿Cómo decidiste escribirlo de esta manera original, de una frase por renglón? ¿Lo decidiste de entrada?

–Fue una elección física más que una decisión. No conseguía escribir el libro, la historia era muy dura. Y lo más complicado: la admiraba muchísimo. Estaba completamente fascinado, obsesionado con ella y no encontraba las palabras para decirlo. Cada vez que veía a alguien le hablaba de ella. En un momento tuve la sensación física de que yendo a la línea iba a poder respirar. El libro es una cuestión de respiración. Al mismo tiempo se acerca al canto. Tenía ganas de que el libro tenga suavidad, que respire. Intenté escribirlo de otras formas y fracasaba. Escribí La delicadeza, escribí mis otros libros y cada vez volvía a Charlotte.

¿Fue una sorpresa para vos terminar escribiéndola de esa manera?

–¡Sí! Y es curioso, yo pensaba que iba a ser difícil de leer. Sin embargo en Francia los jóvenes dicen que esta forma hace que no sueltes el libro. Así como Charlotte había creado un mundo único (artísticamente es extraordinario, con indicaciones de música, con textos literarios), también quise que el libro resultara una experiencia artística.

De todo el proceso de escritura, ¿qué momento te resultó más conmovedor?

–Fue muy doloroso escribir las últimas escenas. Porque Charlotte es una mujer valiente, guerrera. Alguien que escapa a la maldición, al sufrimiento, buscando en lo más profundo de sí la belleza, la creación. Lo terrible es que es atrapada por el destino cuando alguien la denuncia. Confieso que lo más difícil fue escribir el arresto de esa mujer que amó tanto, embarazada, un genio de la pintura.

Tuviste el impulso de buscar al entregador de Charlotte cuando llegaste al pueblo.

–Sí. Sé quién fue el que la denunció. Tomé un café con su nieta, de hecho. Pero no tiene importancia. El libro es un libro sobre la vida. No es una investigación policial. Lo que te puedo decir –y que no lo puse en el libro– es que era un francés, colaborador del régimen nazi, muy conocido en Villefranche-sur-Mer y que fue ejecutado por las fuerzas de liberación al final de la guerra. A Charlotte todo el mundo la conocía en Villefranche-sur-Mer porque se ocupaba de los niños, era una artista, no molestaba a nadie. Ni hablemos de que el judaísmo no era importante en su vida.

Te encargaste de aclarar que el libro no tiene que ver con la causa judía. Sin embargo, alguna crítica en Francia lo interpretó como una intención deliberada de escribir un libro “elevado”.

–Es verdad. Hasta me molestó que lo interpretaran de ese modo. No tenía ganas de escribir un libro sobre la Segunda Guerra Mundial. Tenía ganas de que fuera un libro sobre su femineidad, sobre ella como artista, sobre su pensamiento. De todos modos, yo no decidí nada. Fue un enamoramiento.

¿Podría pensarse una semejanza de Charlotte con la biografía novelada sobre Lennon que escribiste (Lennon), en el sentido de que en ambos casos, te metés en la cabeza de un artista y descubrís su vida más íntima.

–Sí, es verdad que en ambos casos me acerqué a la mente de una persona. Aunque Charlotte fue un trabajo más fuerte, más emocional. Además, a Lennon todo el mundo lo conoce. Era riesgoso escribir un libro sobre él: había demasiados. En este caso era hacer descubrir a un artista.

¿Cómo fue que se te ocurrió esa estructura para Lennon, que sean sesiones de psicoanálisis.

–Fue un recurso artificial. Lo que me interesaba era que Lennon contara él mismo su vida. No quería hacer una biografía musical sino una biografía humana. Tuvo una vida extraordinaria pero todo el mundo puede reconocerse en su sufrimiento, en sus heridas de infancia. Lo más difícil fue encontrar su manera de pensar, su humor, su fragilidad sin copiar frases de sus entrevistas, sus canciones. Y ahora que lo pienso, también es un cantante muy autobiográfico como Charlotte Salomon. Es de los primeros cantantes en expresar cuestiones personales en sus canciones.

Hay una escena muy potente en el libro donde los padres de Lennon pequeño se pelean por su tenencia. Y en un momento dicen: “Que decida John”. En tu libro Lennon asegura que ese episodio le arruinó la vida. Es muy psicoanalítica esa interpretación.

–Lo interesante es ver que se puede triunfar, ser un beatle y al mismo tiempo, Lennon siempre fue inseguro, frágil, miedoso. Tiene esas fallas afectivas de la infancia imposibles de cicatrizar. Es por eso que Yoko Ono fue tan importante. El la llamaba “mother”. Era la madre y era una mujer muy masculina, también era el padre. Era su mujer y sus padres.

¿Tenés alguna relación con el psicoanálisis?

–Cuando se escribe uno está todo el tiempo adentro de su cabeza. Es una forma de psicoanálisis. Aunque mientras más escribo más loco me vuelvo. Soy un pésimo analista para mí mismo. Lennon no es un libro psicoanalítico sobre Lennon. Es un recurso, utilizo las sesiones para hacer monólogos durante los 35 años de Lennon donde decidió parar y pensar sobre su vida. Quise escribir ese balance.

En tu adolescencia tuviste una operación del corazón que te obligó a pasar un largo tiempo en cama. ¿Qué impacto tuvo aquello en tu vida?

–Cuando se es un sobreviviente se tiene un gusto por la vida, por la sensualidad, por los libros, por la música de manera diferente. Esa vivencia desbloqueó mi sensibilidad. Hizo de mí alguien que busca placer en las cosas. Vivo con el sentimiento de haber conocido la muerte. Es uno de los temas de Charlotte. La muerte es el corazón del libro. Charlotte escribe en su obra, que para vivir realmente hay que morir por lo menos una vez.

En Charlotte, pero también en tus anteriores novelas, Estoy mucho mejor y La delicadeza, los personajes tienen una fortaleza especial, se reponen frente a la adversidad.

–Mis libros son por un lado muy diferentes y a la vez son el mismo libro. No me doy cuenta mientras lo hago pero cada vez escribo sobre el renacimiento y la importancia del cuerpo.

Desde La delicadeza te convertiste en un escritor popular. ¿Cómo te llevás con el éxito?

–Tengo la suerte de poder vivir de lo que amo. Viajo por el mundo. Vengo de un entorno humilde, ya eso para mí es un lujo increíble. Cuando uno saca un éxito internacional como La delicadeza uno podría querer escribir La delicadeza dos, tres. Pero yo quise escribir un libro distinto. El éxito me da una gran libertad aunque no estoy atado al éxito: si continúa mejor, pero si no es así, tengo la suerte de poder escribir lo que quiero.

¿Vas a filmar Charlotte?

–Cualquier cosa que le permita a Charlotte ser más conocida me haría feliz. Pero tiene que ser un gran film. Rechacé todo lo que se me propuso hasta ahora. Yo no me siento capaz de hacer esa película. Hace falta un gran director de cine. Mi ambición es mayor a la de una película dirigida por mi hermano y por mí. Creo que hubiese sido una película extraordinaria para Polanski, pero ya hizo El Pianista. Que también es una película sobre el encierro, sobre la creación, de hecho hay muchos temas del libro que se acercan a lo que filmó.

¿Cómo ves hoy la literatura en Francia? ¿Hay algún autor contemporáneo que te interese?

–Me gusta Emmanuel Carrère. Houellebecq, pero no su última novela porque el argumento y la polémica que generó superaron el trabajo literario. Tengo muchos amigos dentro del círculo de escritores franceses que leo con interés. Ahora estoy leyendo a Roberto Bolaño. Argentinos leí mucho a Borges. También a Witold Gombrowicz, a quien asocio con la Argentina.

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