libros

Domingo, 18 de mayo de 2003

El extranjero

The King in the Tree
Stephen Millhauser

Knopf
Nueva York, 2003
242 págs.

De todos los narradores norteamericanos que algún vez ganaron el premio Pulitzer, seguro, Steven Millhauser es el menos norteamericano de todos. A Millhauser podría emparentárselo –con cierto esfuerzo– con el Ray Bradbury más fantástico que sci-fi. Pero lo cierto es que las raíces de Millhauser (Nueva York, 1943) están más en el Viejo Mundo que en la Nueva América (E.T.A. Hoffman, Bruno Schulz, Mervyn Peake, Italo Calvino) y de ese europeo tan artificial como auténtico que fue Jorge Luis Borges.
Las suyas son ficciones atemporales donde se invocan los nombres de magos todopoderosos y de autómatas perfectos y de héroes bizarros que –sin embargo, como señaló un crítico– son “curiosamente adorables”. Así, Millhauser es un escritor sin fronteras: puede contar la vida, pasión y muerte de un joven prodigio de la literatura (Edwin Mullhouse), la odisea de un magnate de los hoteles temáticos (Martin Dressler), los muchos planetas escondidos bajo la superficie de nuestro mundo (From the Realm of Morpheus) o aquello que ocurre durante una mágica noche en los suburbios de una ciudad de su país (Enchanted Night) mientras casi todos miran televisión.
El recién aparecido The King in the Tree recuerda –al estar también ordenado en tres novelas cortas– a su Pequeños reinos (1993). Pero mientras aquél giraba alrededor del tema de los peligros y placeres de artistas obsesivos, The King in the Tree explora la pasión amorosa desde tres ángulos muy diferentes hasta conseguir un acabado estudio de este sentimiento peligroso marcado, siempre, por el fuego eterno de la traición. “Revenge” –que abre el asunto– es un magistral monólogo de una viuda resentida contándole a un posible comprador, mientras le muestra la casa habitación por habitación, un viejo affaire de su marido muerto.
“An Adventure of Don Juan” nos cuenta una aventura secreta del célebre amante: Don Juan ha dejado Venecia para ir a recluirse a Inglaterra, donde espera poder desintoxicarse de su adicción a las mujeres. Su anfitrión, el excéntrico noble Augustus Hood –amo y señor de Swan Park, una especie de DisneyWorld privado– está empeñado en la construcción de una réplica del Hades, tal cual fue descripto por el poeta Ovidio. El aristócrata en cuestión –conviene aclararlo– tiene una hermosa mujer y ya pueden imaginarse cómo sigue la historia.
La tercera y última sección –que da título al libro– es una magistral reescritura del mito de Tristán e Isolda a partir de las entradas en el diario de un tal Thomas de Cornwall, consejero real que, a pesar suyo (o no) se descubre enredado en este vaudeville cortesano intentando ser fiel a su rey y mantener la precaria paz del reino.
Con The King in the Tree, Millhauser vuelve a recordarnos lo que nunca olvidaremos de él: que es el más extraño de los especímenes. Alguien capaz de adentrarse en los temas más serios con una sonrisa y cuyo “sistema” tiene la sencillez de lo verdaderamente complejo. Un realista fantástico o un fantástico realista. Tal vez por eso –recordando a tantos otros– Steven Millhauser, por suerte, no se parece a absolutamente nadie.

Rodrigo Fresán

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