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Domingo, 11 de septiembre de 2016

LA IDEA FIJA

NADA MÁS NUEVO QUE EL VIEJO BLOG

Sucesivamente blog, revista y editorial, La idea fija difunde hace diecisiete años un cruce entre lo independiente, lo secreto y las apuestas con vistas al futuro. Publicaron por entregas la primera novela de Cucurto, anticiparon el auge de Mario Levrero y difundieron los poemas de Pablo Ananía, entre otras aventuras literarias. Ahora, navegan entre los vertiginosos cambios de la red y la vuelta al papel.

 Por Jorge Dorio

Mueve a risa pensar en las expectativas del navegante de internet que se detiene en el marbete La idea fija. Revista bastante literaria y en el tenor de su comprobación al ingresar a un blog que cumple lo que promete. Ocurre que, dado un paisaje comunicacional sometido a la obviedad y las asociaciones ramplonas, la obsesión por las bellas letras podría percibirse como un exceso limitado a ilustrados rentistas y profesionales del rubro. No son vecinos de ese barrio los responsables de La idea fija, Leonardo Longhi y Saurio (Gabriel Pérez), quienes desde hace diecisiete años vienen modelando este virtuoso emperrarse en hacer y difundir literatura sin enredarse en tentáculos académicos, embanderarse en militancias tilingas o, básicamente, reconocer otra voluntad que ese singular instinto de francotiradores que los hermana en el sustento de ciertas causas perdidas.

Ha de decirse que el título La idea fija remite a un texto de Paul Valéry en el cual una escenografía de ocio estival cruza al poeta con un médico entregado a un módico ejercicio de la pesca. “El diálogo –dice Longhi– conjura la insensatez del tiempo o su ausencia.” “Pensar es crear tiempo”, sostiene uno de los dos. Nosotros habíamos pasado los 30 y nos propusimos pensar sin pensar, como dice un poeta, otro, ajustando cuentas, de paso, con nuestra juventud. En aquel principio de siglo, la malaria y la marginalidad ideológica eran excusas suficientes para hacer estrictamente lo que se nos cantara. El sinsentido y la hipocondría se disolvían en esa suerte de intemperie simbólica”.

Aunque de a ratos muchos estemos sintiendo respecto del año 2000 el escalofrío de un déjà vu, lo cierto es que en términos comunicacionales, ha transcurrido una pequeña eternidad. Saurio, inspirado tal vez por el aliento de su nombre, sostiene que “17 años en la web son como 170 millones en el mundo rayano”. Tiempo en el que no ha variado la dinámica del comienzo. “Un método es la estricta contemporaneidad del gusto”, sentencia Longhi; sin solución de continuidad poner a circular autores imposibles que habían sido nuestros fetiches”.

Entre varios silentes méritos (“satisfacciones” redefine Longhi), La idea fija publicó por entregas la primera versión de Cosa de Negros, la novela-debut de Washington Cucurto, cuyo autor reclamó que no se bajara del sitio tras su ulterior edición en papel. También son responsables de la publicación on line en versión completa del poemario Hemos construido este país desde el principio al fin equivocados, de Pablo Ananía, un poeta notable en su talento y sorprendente en el rigor de su trabajo sobre la lengua; tanto como la mezquina circulación de su obra. Merecen un párrafo aparte las ediciones especiales, dedicadas a escritores de perfiles disímiles, en alguna medida emparentados por su condición de singularidad en la creación y, en ocasiones, de raudos olvidos en el escenario editorial. Este el caso de C.E.Feiling, Néstor Sánchez, Jotamario Arbeláez o Terry Pratchet. Pero el listado no le hace ascos al bronce o la notoriedad, como lo demuestran los números consagrados a Charles Bukowsky y al gran Alberto Girri.

Amén del mérito de haberse anticipado con holgura al “redescubrimiento” de autores como Mario Levrero, La idea fija acumula también un pequeño tesoro de anécdotas variopintas, episodios que Fogwill seguramente habría disfrutado como frutos de su imaginación. Entre ellas, una postal de fin de año que anticipaba la tragedia de fines del 2001 o la aparición de un censor y supuesto asesino que, creyéndose aludido en un relato de Luisa Futoransky sostuvo un largo acecho por correo sobre el blog.

Como contrapartida, también es pertinente citar algunas invisibilizaciones. Longhi recuerda con una sonrisa irónica las solicitudes del Suplemento Ñ de Clarín para reproducir frases de algunos autores pero sin dignarse jamás a dedicarles una mínima reseña. O el afecto cambiante de una editorial que, tras elogiar vivamente uno de las ediciones especiales, publicó más tarde un volumen cargado de paralelismos con el número de La idea fija pero que en el agite del lanzamiento, no sólo evitó cualquier mención al respecto: tampoco invitó a los precursores a la presentación del libro. “Nos lo merecíamos, por renegados”, sostiene Longhi que, lejos de “renegar” por los sucesivos ninguneos prefiere concentrarse en promocionar los títulos que han lanzado bajo su sello en palpables volúmenes impresos en papel. La poema, de Pablo Ananía, y el libro de cuentos policiales de Eloísa Suárez, titulado Puntada sin hilo. Respecto de este momento, postula: “Ya pasó la moda de los blogs. Nadie sabe qué hacer o qué dejar de hacer en las redes. La idea fija fue mutando invisiblemente para adaptarse a las tecnologías cambiantes. Recibió el reconocimiento de ulteriores generaciones de editores y escritores criados on line. Y junto con el reconocimiento, la sensación de paquidermo herido. Compelidos a renovarnos o desaparecer, rechazamos la opción. La idea fija está preparándose para permanecer en la trinchera, porque después de todo, nos describe el cuento del japonés que continuó peleando una guerra que el mundo había decidido dar por terminada, pero que a él, sin duda, le pertenecía”.

Para referirse al futuro inmediato, Longhi ensaya una especie de parábola. “Llegamos muy temprano al e-book (estuvimos en la primera feria de editores) y arribamos considerablemente tarde al festival de las ediciones independientes de libros en papel… Pero la vimos venir. Hace unos cuantos años que nuestra editorial está debidamente registrada. Porque siempre pensamos que si la vuelta no se da completa, no tiene sentido partir. Esperamos seguir editando libros tan bellos, raros y anárquicos como el proyecto que nos sigue convocando. Vamos a volver, como dicen por ahí. La revista empieza a olerse en papel.”

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