libros

Domingo, 8 de junio de 2003

RESEñA

De vates y cantautores

Antología Poetas Rock
comp. Gustavo Alvarez Núñez

La Marca
Buenos Aires, 2003
124 págs.

POR WALTER CASSARA

“¡Cuánta poesía murió sin escribirse! ¡Cuánta murió al ser escrita¡”, dice Sergio Pángaro en una amable e iluminada refutación de José Narosky que merecería encabezar las páginas de esta antología de textos o conatos poéticos que firman una treintena de cantautores vinculados a la escena del rock local –desde caudillos del mainstream como Miguel Abuelo, Calamaro, Spinetta y Charly García, pasando por Rosario Bléfari, Boom Boom Kid, Pablo Shanton, Roberto Jacoby o Gigio entre otros nombres menos difundidos–.
En palabras de su compilador, Gustavo Alvarez Núñez, “este libro es un álbum de poemas escrito por músicos de rock. Una colección de poesías que muestra a los rockeros made in Argentina en su veta de vates”. Pero desprovistos de su parafernalia musical, de la voz y la imagen de la banda a la que reenvían, difícilmente los textos aquí reunidos puedan aspirar a algo más que un escarceo con la escritura. Lo que puede leerse –lo que “suena” en la letra– es más bien pobre y anhela una urgente inteligibilidad melódica.
La ruta, la noche, las drogas, el sexo, la fama y un cierto malditismo acneico de borrosa propensión literaria son algunas de las torturadas mitologías que recorren una y otra vez estos “poetas del rock” o juglares del fogón urbano.
Un dato secundario, aunque no irrelevante, es el que ofrece cada una de las “artes poéticas” o declaraciones de fe que acompañan los textos. Así Dárgelos, por ejemplo, el inspirado vocalista de los Babasónicos, cuyos autores preferidos son Thomas Pynchon, Marcelo Cohen y Cocteau, confiesa que “la poesía es una invención grasienta” y apunta su viaje al fondo de la noche en una dicción derretida y pastosa. En cambio, Manuel Moretti, de los Estelares, piensa (como Nino Bravo) que la poesía es una cuestión de sentimientos y pulsiones elementales.
En otra página, Érica García aclara que “la poesía es vivir con los mismos datos que todo el mundo, pero colgados de manera diferente”, mientras Charly escribe con aerosoles un tributo a la pelada y el “preclaro genio divino” de Phil Collins.
En tanto se propone como un texto de fronteras, de desvíos y cruces entre la canción y el poema, Poetas rock destaca suplementariamente las enormes diferencias y el modo casi antagónico con que ambos géneros abordan el lenguaje, dejando en claro que en la canción la palabra tiende a escindirse en letra por un lado y sonido por el otro, mientras que en el poema los mismos componentes constituyen una unidad irreductible. En líneas generales, para el songwriter la escritura poética nunca representa un problema o una experiencia en sí misma, sino tan sólo una extensión de su voz y su imaginario, estacionado perpetuamente en los límites de la adolescencia. Sin embargo, no cabe duda que se trata de un proyecto encomiable, con una esmerado y erudito trabajo de recopilación que, sino una escritura, al menos restituye un modo de percibir y pensar la lírica, así como un panorama bastante completo de los rumbos literarios y musicales que han tomado el rock y el pop en Argentina durante los últimos cuarenta años.

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