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Domingo, 15 de junio de 2003

RESEñA

El futuro que ya fue

Memorias Póstumas de Brás Cubas
Joaquim Maria Machado de Assis

Trad. Adriana Amante
Ediciones de la Flor
Buenos Aires, 2003
288 págs.

Por Romina Freschi

Con Memorias Póstumas de Brás Cubas, Ediciones de la Flor inaugura la colección de Narrativa Brasileña con apoyo de la Academia Brasileira de Letras y la Fundación de Estudios Brasileros. Hoy, esta nueva traducción de una novela de 1881 no se propone como una mera repetición –aunque ninguna repetición carezca de sentido– sino como una revisión de ciertos pareceres sobre la obra machadiana, una puesta al día –y apuesta– de la traducción, y una punta para pensar tanto las letras brasileñas como las argentinas en el contexto de una literatura latinoamericana con tradición propia.
De esto hablan las notas introductorias de Adriana Amante y Roberto Schwarz (traductora y crítico, respectivamente). En el caso de la primera, centra su trabajo en la valoración de lo que, en traducciones anteriores, fue corregido como distracción y diletancias del autor: una sintaxis inconexa, disgresiva, y un uso errático de los pronombres, que Amante lee como testimonio consciente de un siglo en crisis, con cambios permanentes y sentencias fuertes pero insostenibles.
En ese sentido, relaciona al brasileño con el argentino Lucio V. Mansilla (y con su contexto nacional), acusado de los mismos “problemas” en el conjunto de una literatura argentina que a pesar de sus Borges y sus Airas sigue considerando ciertas formas como “naturales” e inamovibles.
En el caso de Schwarz, se reproduce un artículo suyo de 1989 en el que deconstruye la figura que ubicaba a Machado como un eterno subalterno que accede, a pesar de su origen (hay cierto descentramiento de nociones como el esclavismo y el proletariado en el ambiente concreto del Brasil de la época), al reconocimiento público. Contra las posiciones que ponderaban la posición del autor como subordinada a corrientes literarias y filosóficas dictaminadas desde el centro europeo, al igual que la de sus contemporáneos, Schwarz lee a Machado como un escritor plenamente consciente de las formas en boga y que las distorsiona, no por no poder acceder a ellas, sino por conocerlas perfectamente y no encontrar correlación con su contexto inmediato. Esta lectura ubica nuevamente a Machado en su lugar indiscutible, pero desde “una posición antimítica y dos veces negativa, exenta de chauvinismo conservador así como de abandono del juicio delante de Europa y el progreso, una posición racional y sin absolutos, que en cien años no envejeció”.
Luego de estos marcos que justifican ampliamente la nueva edición, la novela se despliega superando airosa y airadamente esos mismos marcos. Desde el lugar externo de la muerte, el narrador Brás Cubas interroga desde múltiples costados ninguna otra cosa que la vida, en sus concepciones más íntimas y privadas, y en las más históricas y públicas.
En esa vida, y en una conversación entre el yo narrador y el tú lector que recorren juntos la novela, tanto la escritura como la lectura son interrogantes apasionantes. Las historias de amor, del individuo y de su egoísmo, de las relaciones familiares, de la política y las clases, de la literatura y la filosofía, se van entrelazando además con la historia de la misma historia y del escritor y sus personajes, incluso con la aparición de Quincas Borba, protagonista de otra novela.
Más posmoderna que decimonónica, y por eso más pesimista que confiada en el progreso, la novela trata igual de dar forma al siglo XIX –el siglo es una obsesión machadiana– y llega al XXI fresca e imperdible como entonces.

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