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Domingo, 24 de marzo de 2002

RESEÑAS

Agua que has de beber

Los sentidos del agua
Juan Sasturain
Sudamericana
158 págs. $15

por Guillermo Saccomanno
Hay narradores en los que el modo de contar, eso que puede denominarse el tono, una voz, se impone seductor sobre la trama. Y éste es el caso de Juan Sasturain (1945). Con una obra narrativa que incluye desde guiones de historietas y periodismo deportivo hasta novelas policiales, pasando por el cuento, Sasturain es, a esta altura de su producción, un registro personal que conjuga las lecciones narrativas de los géneros populares con la literatura culta. “Al salir, no llovía. Hubiera sido redundante”, acota el narrador en un pasaje de Los sentidos del agua. Es en estas intervenciones como “borgeanas” –que fijan un distanciamiento, la relación a menudo conflictiva entre vida y ficción–, donde Sasturain marca las reglas de lectura de un relato en el que confluyen, además, los códigos pop.
Sirva esta introducción para entrar ahora en Los sentidos del agua. Durante su estadía en España, respondiendo a un encargo (y a la influencia de los “negros” Juan Madrid, Manuel Vázquez Montalbán y Andreu Martín), Sasturain escribió esta historia de corte hard-boiled, la publicó en México y luego en nuestro país a comienzos de los noventa. Su reedición en estos días ofrece más de un motivo de interés. En principio, Los sentidos del agua es una prueba palpable de la destreza de Sasturain no sólo para contar historias sino para también articular en la escritura una resignificación de “Hazañas bélicas”, esas novelitas de bolsillo –tanto westerns como bélicas– provenientes de España que, hasta no hace mucho, circulaban en los kioscos firmadas por Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger o Clark Carrados, siempre más próximas a la literatura chatarra que a manifestaciones del género preocupadas por trascenderlo. Al introducirse en el submundo editorial que produce estas colecciones para kioscos, Sasturain se para en una idea de Felisberto Hernández sobre el fluir de los pensamientos y arrancando con una cita del Copi humorista gráfico, hace todo un trabajo con el lenguaje, la forma de lo rioplatense, la integración de un habla que afecta y redefine la correspondencia con lo hispánico, el cruce de los géneros, sus límites y, sin descuidarlo jamás, ese costado en el que la reelaboración de mecanismos narrativos se convierte en irrefrenable lectura de goce.
La intriga de Los sentidos del agua, complicadísima, convoca a Spenser Roselló y Joya, un uruguayo jugador empedernido y su pareja bailarina en decadencia. Típicos personajes de picaresca, chambones y perdedores, ambos se envuelven en una telaraña de peligros que los superan, en los que se proyectan, tenebrosas, las sombras de la dictadura y la represión extendiéndose en Europa sobre el destino de los exilados. Podría pensarse que es esta recreación del peso de lo político lo que vuelve notable esta novela, pero sus méritos van por el lado ideológico, menos explícito, y se manifiesta en su escritura. Spenser y La Joya, en sus peripecias, trabajan para una editorial de novelitas como las que se mencionaron, traduciendo del español al inglés los presuntos originales de una serie bélica, las aventuras de Vietman, firmadas por Francis Kophram Co (pronúnciese Francisco Franco).
En esas novelitas irónicamente tituladas El invierno tan temido o Desgracias por el fuego, con un héroe a lo Rambo que lucha en contra de la insurgencia anticolonial en el Tercer Mundo, en sus páginas rebosantes de aventuras facistoides, subyacen, en clave, informes y operaciones de la guerrilla conspirando contra la dictadura. Por último, novela de una prosaa la vez refinada y transparente, Los sentidos del agua recuerda a Walsh (no sólo al criptógrafo en la Revolución Cubana, sino también al escritor modelo que sigue siendo).

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