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Domingo, 7 de diciembre de 2003

RESEñA

El caballo desbocado de la Ilustración

Campos de fuerza.
Entre historia intelectual
y crítica cultural.
Martín Jay

Trad. Alcira Bixio
Paidós
Buenos Aires, 2003
350 págs.

por Diego Bentivegna

Martin Jay, que enseña historia en Berkeley, es conocido entre nosotros como un intérprete eficaz y como un heredero de los teóricos nucleados en torno de la llamada Escuela de Frankurt, a la que dedicó estudios como La imaginación dialéctica (1973) o Adorno (1988). Campos de fuerza, que recoge intervenciones hechas entre 1986 y 1991, pone en evidencia hasta qué punto son amplios y complejos los intereses de Jay, que van desde el imaginario apocalíptico en Lyotard, Baudrillard y Derrida hasta la urbanística renacentista y los cuerpos procaces de los jóvenes de Caravaggio. Pone en evidencia, también, hasta qué punto sus obsesiones pueden resumirse en un puñado de nombres: Adorno, Habermas, Derrida, Paul de Man.
Una parte importante de los artículos de Campos de fuerza se inscribe en el ámbito en el que Jay se ha formado y con el que mantiene relaciones complejas: la historia intelectual o, más concretamente, la historia de los intelectuales. Nos referimos a artículos dedicados a autores alemanes del siglo XX, con especial énfasis en la especialidad de Jay: los que abandonaron Europa como consecuencia del ascenso del nazismo. “Fugas urbanas”, por ejemplo, repasa las relaciones entre Horhkeimer, Adorno y Marcuse y las ciudades en las que estos filósofos habitaron: Frankfurt, Nueva York, San Francisco. “Mujeres en tiempos de oscuridad” evalúa los límites del pensamiento político de Hanna Arendt a través de la lectura en filigrana de la teoría política de la famosa alumna de Heidegger y su contemporánea húngara Agnes Heller, formada en la tradición marxistahegeliana de Lukács. A su vez, en el que probablemente sea el artículo más bello del volumen, Jay se inmiscuye en una zona particularmente ríspida de la historia intelectual de siglo XX: la de la relación entre intelectuales y fascismo, revisada a partir de un análisis del concepto de soberanía en Carl Schmitt y en Georges Bataille.
Un segundo conjunto de artículos exploran algunas consecuencias del llamado “giro lingüístico” del pensamiento contemporáneo a partir de la oposición entre lo visual y lo auditivo. Para ello, Jay rearma, a partir de la hermenéutica de Heidegger y, sobre todo, de Gadamer, las relaciones entre perspectiva, cartesianismo y racionalidad lineal que, a su modo, planteó en los ya lejanos ‘60 Marshall McLuhan, a quien se cita una vez y de pasada. Crítico de las posturas menos materialistas de la hermenéutica, Jay sostiene que la historia, más que una obvia construcción textual, es la puesta en juego de objetos de temporalidad y estatuto diverso que no pueden ser reducidos con facilidad a un desarrollo mecánicamente lineal. Un modo concreto de puesta en funcionamiento de esta concepción de historia puede hallarse en el artículo en el que Jay estudia los límites de las concepciones formalistas del arte y de la crítica, a las que no contrapone el contenidismo de cuño realista, sino un conjunto de prácticas estéticas y teóricas inclinadas a los desechos, a lo abyecto, en una palabra, a lo in-forme, concepto que permite pensar “obras” tan dispares como los sonidos de Luigi Russolo o los escritos de Bataille.
Finalmente, Jay dedica una serie de textos a la cuestión de la muerte de la ideología y revisa las zonas de reformulación del concepto marxiano en los textos del controvertido Paul de Man, que hace ya más de dos décadas llamó la atención sobre los puntos de contacto entre deconstrucción y desmantelamiento de la ideología. En este punto, es lógico que Jay se encuentre con el filósofo que más claramente ha planteado las relaciones entre ideología, comunicación y lenguaje: Jürgen Habermas. Es en relación con Habermas y sus interlocutores polémicos (Lyotard, Foucault, Derrida) que Jay despliega estrategias teórico-argumentativas tendientes a la reconstrucción de “campos de fuerza” a partir de un trabajo que tiene mucho de dialéctico, lo que, sin duda, constituye hoy por hoy no sólo una simple opción teórica, sino la opción –política– por una tradición obstinadamente moderna: “Ninguna revelación –concluye Jay en su artículo sobre el imaginario milenarista– se esconde del otro lado del Apocalipsis, sólo el banal, pero así y todo valioso, proyecto de la Ilustración cuyo caballo puede no ser tan poderoso como el de su oponente, pero que, en el largo plazo, quizá tenga más resistencia para aguantar toda la carrera”.

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