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Domingo, 7 de marzo de 2004

PENSAMIENTOS DE IZQUIERDA

La otra orilla

LA FORMA-ESTADO
Antonio Negri

Trad. Raúl Sánchez Cedillo
Akal
Madrid, 2003
458 págs.

POR VERONICA GAGO

Los artículos de Antonio Negri recopilados en el volumen La forma-Estado fueron escritos en las décadas del sesenta y del setenta, y editados en Italia en 1977 con el mismo título.
La investigación de las transformaciones de la forma-Estado es, para Negri, un trabajo genético y genealógico: consiste en rastrear el origen de esa forma y, al mismo tiempo, las variaciones desde aquel origen. En ese tránsito, Negri aclara el propio: su pasaje metodológico (en base a la lectura de la obra de Carlos Marx) de El Capital a los Grundrisse. Los ensayos que él declara haber pensado a partir de los años cincuenta bajo “el uso dialéctico negativo de la teoría” son aquellos aún no afectados por el “paso práctico” que marca la revolución de 1968. De la posguerra al ‘68, de El Capital a los Grundrisse: son tránsitos teórico-prácticos de una misma pregunta: ¿qué hacer? De mostrar la naturaleza antagonista de la relación de clase, Negri pasa a considerar cómo la productividad autónoma de clase se manifiesta como subjetividad.
Tal secuencia es lo que liga los artículos y, sobre todo, lo que permite vislumbrar, desde distintas dimensiones, el punto principal de esta obra de Negri: la concepción del marxismo como una ontología. Es decir, la anterioridad de la fuerza del trabajo en la innovación de las formas sociales, en la valorización del mundo y en la producción de hipótesis políticas que niegan la subordinación de tal valorización al mando capitalista. Esto implica la posibilidad de un “afuera” del capital: se trata de un reconocimiento al poder del trabajo como momento autónomo. A partir de esta premisa, el análisis se despliega a través de las formas (Estado) en que el capital logra reconvertir los momentos de crisis de su dominio en instancias aptas para su violenta reorganización. El Estado re-acciona al accionar proletario. Su modo de ser es reactivo y así es como se despliega concretamente la confrontación entre el trabajo vivo y el trabajo muerto: entre la capacidad productiva obrera (que Negri se encarga de diferenciar insistentemente del movimiento obrero oficial del Partido Comunista) y la capacidad de reestructuración y mistificación del capital.
Sobresalen dos grandes formas en el análisis del filósofo italiano: el Estado-Plan (o social) y el Estado-Crisis, ubicados en dos momentos que permiten el paso de situaciones historiográficas a teorizaciones políticas.
La pregunta por el Estado-Social, capaz de la más alta planificación del trabajo surgido como “respuesta” al Octubre Rojo, remite inmediatamente a otra: ese Estado que incorpora al trabajo como su principio –político y organizativo– fundamental: ¿es una paradójica superación de las premisas socialistas? La constitución de la “sociedad-fábrica” de la que habla Negri es precisamente el momento en que el trabajo se socializa y recubre toda la sociedad. Pero el trabajo, en el marco de la sociedad-fábrica, ya no es equivalente a los intereses proletarios. Sufre una mutación: se vuelve una categoría burguesa. La generalización del trabajo –o paradigma del pleno empleo en su versión mistificada– es aquí el modo de contestación al ciclo revolucionario iniciado en 1848 y continuado en 1870 y 1917. Es Keynes –dice Negri– quien con su famosa frase “a largo plazo estamos todos muertos” lanza el más lúcido “presagio de clase”: la necesidad de recuperar a la clase obrera como categoría económica alinterior del capital. El desarrollo se convierte en este momento en la forma de salida de la crisis. De aquí surge un nudo de problemas fundamentales: ¿cuál es la relación entre las luchas obreras y el reformismo capitalista?, ¿en qué medida y bajo qué modalidades uno de estos términos subordina al otro?
Sin embargo, la dinámica post-’68 impone la necesidad de un modelo de desarrollo que no sea “alternativo” a la crisis sino coherente con ella: el desarrollo debe volverse el “uso capitalista de la crisis”, es decir, la neutralización de esos momentos en que el antagonismo del poder del trabajo desestabiliza al capital. Así, las crisis son los momentos de salto tecnológico para la integración represiva de la existencia obrera, en reemplazo de la masiva inclusión salarial. Al mismo tiempo esta nueva configuración del Estado-Crisis está obligada a dar preeminencia a la “solución política” de los conflictos, con la destrucción de la autonomía obrera, con una alianza más estrecha entre Estado y capital. La paradoja del capital es que debe asumir el momento político –legitimación– como momento de su autovalorización económica. De aquí surge para Negri una famosa conceptualización a debatir: la “autonomía de lo político”. El libro recorre con rigurosidad este debate pasando por los clásicos de la teoría marxista del estado: Miliband, Poulantzas, los neogramscianos, Rosdolsky, Sweezy, Hirsch, entre otros.

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