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Domingo, 7 de marzo de 2004

PENSAMIENTOS DE IZQUIERDA

Ojos de panda

PIRATAS Y EMPERADORES:
TERRORISMO INTERNACIONAL EN EL MUNDO DE HOY
Noam Chomsky

Trad. Jordi Vidal
Buenos Aires
Ediciones B, 2003
300 págs.

 Por Sergio Di Nucci

Dentro del heterogéneo conglomerado de tribus que en los Foros Sociales reclama para sí las prerrogativas de la izquierda pululan nihilistas que luchan contra la corrupción pero repudian a la representación democrática; sectas religioso-románticas que insultan a los gritos a la razón (occidental, instrumental); agricultores europeos que quieren una Europa plural (para los europeos); colectivistas que buscan un nido simbólico donde refugiarse de las tensiones y riesgos de la vida moderna y de las relaciones personales; globalifóbicos que exaltan el velo y la nación del Islam, el continente africano, la raza india, la cerveza artesanal, el sexo femenino, una etnia existente o imaginaria; reaccionarios que añoran a partidos y sindicatos como fuentes seguras de legitimación; sectas antitecnológicas, actores y actrices amontonados en California, y fundamentalismos ecológicos que miran el mundo con ojos de panda. Todos ellos, que difieren en tanto, arden con dos pasiones concordantes: aborrecer a Estados Unidos y admirar a Noam Chomsky.
Como Lord Bertrand Russell, matemático y lógico británico, el lingüista norteamericano Noam Chomsky se forjó una segunda carrera, pública y massmediática, con sus denuncias implacables y rotundas contra los crímenes del neocolonialismo yanqui. Muchos intelectuales que encuentran difíciles, o deleznables, o frías, las sutilezas de la filosofía analítica o de la lingüística generativa, y prefieren versiones menos razonables o razonadas, entran sin embargo en entusiasmada combustión espontánea ante la ardiente oratoria política de estos dos autores. El título Piratas y emperadores se debe a una anécdota apócrifa narrada por otro filósofo semiótico y militante, San Agustín. Un pirata capturado por Alejandro Magno le explicó al macedonio que a los pequeños maleantes del mar llaman “piratas”, pero a los grandes y exitosos, “emperadores”. En apresurada analogía, para Chomsky el único terrorismo internacional en el mundo de hoy es el perpetrado por los imperiales Estados Unidos y sus eventuales peones (Israel, Turquía, los paramilitares, las fuerzas armadas colombianas, etcétera).
Piratas y emperadores fue publicado originariamente en 1986. La versión publicada ahora para el siglo XXI interpreta los desarrollos posteriores al 11 de septiembre, “esa demostración dramática de que los ricos y poderosos ya no son inmunes a las atrocidades que ellos infligen a los demás”. Ante esta caracterización, un lector contradictorio pensará acaso en los porteros negros y en las centroamericanas ilegales que trabajaban en las Torres Gemelas, y que murieron allí. Se equivoca. La historia que narran el prefacio, la introducción y los siete artículos compilados en Piratas y emperadores es dura y directa: desde la década de 1980, Estados Unidos aterrorizó a América latina y el Cercano Oriente; Afganistán y otros países afectados después constituyen peripecias de la misma tragedia. Con la excepción del mencionado 11-S, Chomsky sostiene que su patria careció siempre de pretextos vistosos para asesinar. El móvil del crimen norteamericano fue siempre el mismo: impedir el desarrollo de auténticas democracias locales y defender las estructuras tradicionales de poder con las que Estados Unidos mantiene relaciones duraderas.
La visión del mundo de Chomsky no conoce quiebres ni fisuras. Es natural que muchos militantes emulen su retórica. Si la CNN no muestra imágenes de heridos en Afganistán, “es porque no quiere que veamos sangrar a las víctimas inocentes”. Si las muestra, “es para intimidar a los Estados árabes”. Si Estados Unidos quiere comerciar con Brasil o la Argentina, “¡ALCArajo con el ALCA!”. Si no quiere comerciar con Cuba, “¡los niños mueren de desnutrición por culpa del embargo!”. Si interviene, forzado por los ruegos de Europa, en el conflicto de una isla llamada Perejil, es otra maniobra imperialista. La imagen de Estados Unidos es tan monolítica que resulta imposible reconocer al país donde tantos autores (desde Thoreau a Baldwin), tantos movimientos sociales y tantos emigrés hartos de Europa y su pasión por los apellidos, defendieron la libertad y la responsabilidad. Como hoy lo hacen Richard Rorty o inglés Andrew Sullivan. Y, a su manera, en fin, también el mismo Chomsky.

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