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Domingo, 21 de marzo de 2004

ENTREVISTA

Vitalidad charrúa

Con gestos que provienen de la mejor tradición oriental (Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernández), y con una clara conciencia de los caminos trazados por Lezama Lima, Macedonio Fernández, César Vallejo o Juan Gelman; la poesía y prosa de Rafael Courtoise se ha convertido en un pilar clave para entender el desarrollo de la actual literatura uruguaya.

Por Lautaro Ortiz

De la poesía al cuento y de la novela al ensayo. Del Premio Fundación Loewe-Visor al Jaime Sabines y del Bartolomé Hidalgo al reciente Blas de Otero; el montevideano Rafael Courtoise (1958) ha construido una obra intensa, de permanente busca formal, elogiada por la crítica latinoamericana y europea. “A la luz de las obras y de los premios recibidos, se nota una especial vitalidad de la cultura uruguaya en este momento”, sostiene el montevideano, recién llegado de Madrid, donde recibió un nuevo galardón, coronando así un trabajo que se inició en 1977 con el poemario Contrabando de auroras al que siguieron, entre otros: Tiro de gracia (1981), Cambio de Estado (1990), Textura (1991), Estado sólido (1996), Música para sordos (2002) y Fronteras de Umbría (2002) y las novelas Agua imposible (1998) y Caras extrañas (2001).
¿En qué consiste esa vitalidad uruguaya a la que se refiere?
–A la convivencia de corrientes muy diversas; de múltiples ejes temáticos y tratamientos formales. Pero sobre todo a la conquista de una enorme libertad interior y exterior para desarrollar los proyectos de creación que tal vez sean algunas de las diferencias clave con las generaciones anteriores. El desafío hoy es poder desarrollar una literatura autosuficiente, no mimética, fiel a la esencia de la palabra en medio de la eclosión de diversas formas de la cultura de la imagen y de la hipertrofia de los medios masivos de comunicación. Esta vitalidad de la que hablo también se observa en la Argentina, donde resurgen editoriales audaces y jugadas que procuran desarrollar proyectos como los que alguna vez representaron Sudamericana o Losada...
¿Esa renovación de la que habla es la que impulsa la llamada “generación de la dictadura”, donde lo ubica la crítica?
–Sí, pero tal vez el término más apropiado sea: generación de la resistencia o del silencio. Porque fue un movimiento de resistencia activa frente a la oscuridad, al terrorismo de Estado y al silencio habitado, significante. Los escritores que formamos parte de ella logramos rescatar el valor de la entrelínea, del vacío para referir una realidad que parecía innombrable y eventualmente cambiarla. La generación de la resistencia debió aguzar el oído y en ocasiones cerrar la boca o semicerrarla para decirlo mejor. Algunos cuadros del catalán Antoni Tapies, esos con los costurones obliterando las bocas, son representativos de la creación uruguaya de esa generación que trabajó en un profundo respeto por la palabra, procurando hallar una estructura y un discurso que, a la vez que está influido por los medios masivos, rescate la función esencial del texto.
De su obra se habla en países como México, Colombia, Venezuela, Costa Rica o Ecuador. ¿Qué sucede con Buenos Aires?
–Es que mi relación con Buenos Aires es mucho menos intensa de lo que quisiera. A diferencia de otros uruguayos, por distintos motivos (el azar entre ellos), he desarrollado vínculos más estrechos por un lado con España y por otro con muchos países de Latinoamérica. Buenos Aires es a veces un amor imposible. De todos modos sigo con la mayor atención posible y con admiración el trabajo de César Aira, Ricardo Piglia, Juan José Saer y Mempo Giardinelli, para nombrar sólo algunos de los veteranos consagrados. He tenido oportunidad de leer la excelente obra de un joven, de algún modo “nieto” de Arlt y de Onetti: Marcos Herrera. En poesía conozco muchos autores valiosos como Martín Prieto o Daniel García Helder.
¿En qué está trabajando?
–Cuando viajé a Madrid, aproveché para saldar una deuda pendiente con un fantasma múltiple: Fernando Pessoa. Recorrí todo Portugal de norte a sur y me detuve bastante tiempo en Lisboa para seguir los pasos de Pessoa. Todos esos datos y materiales me servirán para una crónica semirrealista que estoy escribiendo donde aparecen Tabucchi y Saramago como personajes de ficción, y Fernando Pessoa como personaje real. Por otro lado estoytrabajando en dos proyectos narrativos diferentes: una nouvelle y un libro de cuentos. Pero lo que se vislumbra en breve es la edición de dos libros de poemas en España. Uno extenso, que se editará en Madrid, y otro que sigue la línea de Estado sólido. También es probable que aparezcan las traducciones de la nouvelle Tajos al francés y al italiano.

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