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Domingo, 21 de marzo de 2004

RESEñA

La próstata del General

LOPEZ REGA. LA BIOGRAFIA
Marcelo Larraquy

Editorial Sudamericana
Buenos Aires, 2003
476 págs.

 Por Sergio Moreno

Es desolador comprobar de qué manera, cuán directamente, la tragedia de un país estuvo atada a la tragedia y la soledad de un hombre. Esta comprobación, arrasadora, es la mayor enseñanza que deja López Rega. La biografía, el más reciente texto de Marcelo Larraquy.
La tragedia es la que la Argentina vivió a partir de la denominada Revolución Libertadora, que desalojó al gobierno más popular del pasado siglo XX a punta de bombardeos, asesinatos y fusilamientos. Tragedia que coincidió con la profundización de los enfrentamientos intestinos dentro del peronismo de aquella época y por la reacción de los sectores que se oponían a su regreso al poder, los mismos que, finalmente, convocaron a las Fuerzas Armadas. En esa tragedia mucho tuvo que ver un sujeto menor, místico, de comportamientos psicóticos y psicópatas, astuto y servil. José López Rega, un oscuro cabo de la Policía Federal, cantor de tangos y aficionado al ocultismo, se erigió, a fuerza del fulminante magnetismo que ejerció sobre la que posteriormente fuera presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón, “Isabelita”, en una pieza crucial en la maquinaria del desencuentro y la muerte de los argentinos.
El libro de Larraquy cuenta eficazmente cómo un espécimen de tal catadura y bizarros valores llegó a la cúspide del poder en la Argentina, a punto tal de manejar la vida, la muerte, la dirección política y la economía hacia el caos (Celestino Rodrigo, autor del célebre “Rodrigazo” –el inicio de la destrucción del Estado de bienestar argentino– fue un hombre de López Rega, puesto por él en el Palacio de Hacienda).
La llave, según relata Larraquy, fue la soledad de Perón. Su angustia, su cansancio. Impedido de regresar al país, Perón, desde su exilio en Caracas primero, en República Dominicana, después, buscó un lugar en el mundo, su mundo, que no era otro que la Argentina, la lucha política, el poder. Pero ese espacio estaba vedado a fuerza de pólvora y plomo, y el territorio de Perón fueron las cartas y, posteriormente, las cintas magnetofónicas. Ese terreno le fue escaso, la política se le escapaba, la conducción política se le escurría de entre los dedos como si fuese sal. En medio de sus fragores por estar donde no lo dejaban apareció Isabel, rubia, frágil, ignorante, superficial, histérica. Perón la acogió, sin muchas ganas, como quien hace un favor a cambio de un poco de humedad. A pesar suyo, a pesar de lo que le dijeron sus consejeros y su propio deseo, Perón no echó de su lado a la bailarina y la hizo su concubina.
La condición de paria, magnificada por los malos modos con que el dictador Francisco Franco le dio albergue en España –en un comienzo lo confinó a Torremolinos, en Andalucía, por aquel entonces un pueblo de pescadores– y lo trató hasta prácticamente el regreso del ex presidente a la Argentina, lo indujeron a tomar la decisión política de casarse por Iglesia (para romper con la excomunión que le habían echado en Buenos Aires), a manos de una de las diócesis católicas más recalcitrantes del mundo, la de la España del Generalísimo.
Larraquy –también coautor de la biografía de Rodolfo Galimberti– cuenta las escaramuzas del ya no tan joven López Rega por los laberintos del ocultismo, hasta dar con la Logia Anael, un grupo con ribetes masónicos que posibilitó el primer contacto del ex policía con Isabel Perón. El magnetismo fue instantáneo y, luego de seis meses de misión en el país, Isabelita se llevó al Brujo de regreso a Madrid. López Rega se convirtió en su secretario privadísimo y en un servil lacayo del General, que lo despreciaba, lo maltrataba, desconfiaba de él. López Rega no sóloaguantó todo sino que hacía lo que nadie se atrevía, gracias a lo cual conoció las debilidades del mito argentino que regresaría algo más que descarnado a la Argentina para morir no bien comenzado su tercer y último mandato presidencial. Por ejemplo:
Operado de próstata, Perón continuaba sufriendo tremendos dolores que se atenuaban, apenas, con masajes. López Rega le masajeaba la próstata cuando encontraba al General dolorido en su estudio.
Ya convertido en secretario privado del General, López Rega e Isabel le propinaban castigo en el sitio donde más le dolía cuando se enojaban con el veterano caudillo: la soledad. La Señora y el Brujo se encerraban en el cuarto de ella, en Puerta de Hierro, por horas y hasta días enteros, y dejaban a Perón solo, en manos de los otros sirvientes. Perón, angustiado, subía hasta el cuarto a pedirle a Isabelita que volviera a acompañarlo en la mesa.
Acaso éste sea el aporte más significativo del libro de Larraquy, la respuesta que miles de argentinos han buscado, con más o menos ímpetu, a este costado de la reciente tragedia nacional. No es poco. Así y todo, Larraquy no se queda ahí y exhuma las siniestras labores del secretario y poderoso ministro, la creación y conducción de la Triple A, su huida, su exilio secreto en España, Suiza y Estados Unidos, su apresamiento, deportación, proceso y muerte en una cárcel argentina.
Larraquy ha logrado en trabajo para repensar el pasado sobre la tenebrosa memoria de López Rega, un ejemplo de lo que el ser nacional es capaz.

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