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Domingo, 5 de agosto de 2007

BOCA DE URNA

Iluminados por el cine

Después de 22 años vuelve a editarse Arde aún sobre los años, una novela sobre Malvinas que ganó el premio Casa de las Américas, estuvo a punto de filmarse y luego entró en un largo silencio.

 Por Claudio Zeiger

Arde aún sobre los años
Fernando López
Ediciones Recovecos
302 páginas.

Hace más de veinte años, la novela que nos ocupa ganó el Premio Casa de las Américas, no sólo prestigioso sino significativo entonces, sobre todo para una novela proveniente de un país recién salido de una dictadura. Fue publicada por Sudamericana por primera y única vez y no volvió a saberse de ella hasta esta edición crítica de la editorial cordobesa Recovecos. “Crítica” porque incorpora sendos artículos de Francisco Romero y Carlos Gazzera que dan una fuerte impronta reivindicatoria del texto de López. Hace poco, con ocasión de las últimas efemérides por los 25 años de Malvinas, cuenta Gazzera en su artículo, el autor se quejaba de que Arde aún sobre los años era sistemáticamente ignorada por los críticos y suplementos (especialmente de Buenos Aires); podría decirse, más ampliamente, que no forma parte del corpus de libros de Malvinas.

Gazzera esboza una idea interesante al conjeturar que Arde aún...dice cosas que se quedan afuera de cierta legibilidad de la literatura argentina sobre el tema. (Agregamos: y lo dice de una forma realista que no es usual para el corpus de ficciones de Malvinas). Pero también puede pensarse que no es un texto dedicado completamente a Malvinas, y que en este sentido es algo más abarcativo que Las islas de Carlos Gamerro o Los pichiciegos de Fogwill, lo que le hace perder el foco de “texto de Malvinas”, si bien trabaja sobre los efectos de la guerra y la mentira colectiva de entonces. Pero, más que nada, es la novela de aprendizaje de unos casi adolescentes bajo la dictadura, una mirada picaresca sobre “el tiempo de las películas, de algunos amores importantes y una amistad como hasta entonces no había conocido”, al decir del joven narrador.

Arde aún sobre los años tiene un hilo conductor, a veces silencioso, a veces más explícito, una palabra fetiche que se emita o no, guía los pasos de sus personajes, y actúa a modo de guiño grupal y generacional: se trata de la palabra proyecto. De hecho, gira alrededor de proyectar películas, algo no tan sencillo por la censura y las dificultades ecónomicas a la hora de filmar; todos tienen un proyecto, y ese proyecto tiene que ver con el arte, con la historia, con el pueblo en que viven (o con irse del pueblo, a Córdoba capital o a Buenos Aires) y con la vocación. Especialmente con películas; hacer películas y ver aquellas postergadas por soviéticas o “subversivas”, recuperar la historia del cine de arte, conectar el cine y la literatura. El líder del grupo –el director– es el Moro, el más emprendedor, el más hecho hombre, justamente el que será llamado a Malvinas en medio de la euforia colectiva por la recuperación de las islas y sus propias ganas de ir a toparse cara a cara con la historia. Dejará en el narrador el legado de seguir el policial inacabado y más adelante, desde el frente, les hará llegar una carta en la que impulsa otro proyecto, el de hacer una película sobre la guerra de Malvinas. Pero el Moro quedará en un estado de defección física y mental después de pelear en el frente, y sobre el cierre de la novela cundirá sobre el grupo la impresión de que ya nadie filmará la película de la guerra.

Volviendo un poco al punto de partida, quedará por verse la inclusión o exclusión y sus motivos, de la novela de López del corpus de Malvinas. Mientras tanto, la recuperación de Arde aún sobre los años viene a tener el efecto de encontrarse con los rollos de una película que se creía perdida. A pesar de cierta matriz de inocencia (deliberada, no debe olvidarse que es una novela de aprendizaje, pero difícil a veces de aceptar del todo desde el presente, ya que amenaza con ponernos frente a nuestra propia ingenuidad), la frescura de sus historias está intacta y tiene un fuerte poder de evocación.

López ya era en sus comienzos un narrador seguro y sensible, lo que enseguida ratificó en un libro de cuentos de variado registro, El ganso parlante. Con ecos de otra novela política (Soñé que la nieve ardía, de Antonio Skármeta) y de título inspirado en el verso nerudiano, Arde aún sobre los años podría integrarse a otro corpus menos atendido en los últimos años por la crítica que el de Malvinas: aquellas novelas que acompañaron la apertura democrática. Será momento de otro debate, o de otra forma de acomodar las fichas que le fueron esquivas a esta novela que casi tiene la edad de la democracia.

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