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Domingo, 8 de julio de 2007

EL EXTRANJERO

Que se vayan los chicos

Tres años después del best-seller laboral Buenos días, pereza, la psicoanalista Corinne Maier publica un nuevo éxito editorial: No Kid (Cuarenta razones para no tener hijos), un panfleto que ataca uno de los tabúes más intocables de una Europa con decreciente tasa de natalidad: el niño.

 Por Alejo Schapire

“En 2006, Francia se convirtió en la campeona de Europa de la fecundidad”, constata, con tristeza, la primera frase de No Kid (Cuarenta razones para no tener hijos), el último libro de Corinne Maier. Para esta psicoanalista y economista se trata de una realidad estadística aupada por un renovado discurso hegemónico de “glorificación de la maternidad que no habría disgustado al mariscal Pétain”, el general colaboracionista que impuso en la Francia de Vichy la divisa “Trabajo, familia y propiedad”. Del primero de los tres términos Maier ya se había ocupado en Buenos días, pereza (2004), donde llamaba a sabotear el absurdo cotidiano de la empresa moderna.

“Aprovecho para burlarme de cierta Francia natalista y autosatisfecha, cuyo único horizonte es el trabajo y la reproducción”, resume en su prólogo. En un continente donde tener mucama suena a lujo asiático, Maier explica que reproducirse es sinónimo de “sacrificar la pareja, ocio, vida sexual y la carrera si se es mujer”.

Maier dice saber de qué habla: es madre de dos adolescentes de 11 y 13 años (puso un ejemplar de No Kid a su disposición pero aún no lo leyeron). Por eso define las 171 páginas de su tratado como un liberador coming out. Explica que a veces se arrepiente de haber tenido hijos, esos “cronófagos” que la han esclavizado y le han impedido disfrutar del dinero ganado con sus libros.

Las heroínas de Maier son childfree y se llaman Hannah Arendt, Simone Weil, Marguerite Yourcenar o Simone de Beauvoir. Como la compañera de Sartre, Maier cree que “no se puede ser a la vez una intelectual y buena madre”. ¿Quiere la igualdad entre hombres y mujeres? “Empiece por dejar de tener hijos”, previene Maier.

Como en su boom editorial anterior, la autora reivindica un tono desaprensivo e iconoclasta. “El tema de mi libro, tratado de manera seria, no le interesaría a la gente. Empecé escribiendo libros serios: se vendía sólo un centenar de ejemplares”, se justifica. Maier mantiene una relación privilegiada con la Argentina. Más allá de su muy porteña pasión por Lacan, la autora de No Kid es de hecho argentina. Aunque nació en Suiza y vive en Bruselas, su padre abandonó Ginebra en 1938 huyendo de los nazis y se afincó en Buenos Aires, donde pasó 10 años vendiendo piezas de aluminio, hasta que regresó a Europa, transmitiéndole luego a su hija la nacionalidad argentina.

Pensado como un producto destinado a los kioscos de las estaciones de tren en vísperas de las vacaciones de verano, la polémica propuesta de Maier no logra ocultar varias carencias, como ignorar la prolífica literatura anglosajona y en menor media francófona, que con mayor rigor se ha ocupado del fenómeno de quienes eligen no tener hijos, por ejemplo y entre muchos ensayos: Childfree and Loving it (2005), de la periodista británica Nicki Defago. Sí, en cambio, parece dar en el blanco al señalar que criticar al “niño rey” sigue siendo un tabú en esta sociedad “infantófila”. Basta ver con qué ferocidad tratan a Maier los demás invitados en los sets de televisión: los que no le perdonan que en un país donde la contracepción es accesible y el aborto reembolsado por el Estado se hable mal de la maternidad; los que acusan a Maier de programar la desaparición de los blancos, al proponer compensar la desnatalidad de los europeos con una apertura total de las fronteras para que los africanos inyecten sangre nueva en la demografía. Frente a los ataques, Maier se muestra impasible. Como le cuenta a Radar, su radicalidad es la de Baterbly, el escribiente de Melville: “Mi voluntad ante todo es afirmar el preferiría no hacerlo. Puesto que la sociedad espera de nosotros que participemos activamente, que colaboremos y que digamos que sí todo el tiempo, el hecho de decir simplemente que preferiría no trabajar o no tener hijos o consumir poco y no dejarme engañar es algo que sin llegar a ser revolucionario, es muy importante”.

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