libros

Domingo, 2 de noviembre de 2003

EL EXTRANJERO

El extranjero

QUICKSILVER: THE BAROQUE CYCLE, VOL. 1
Neal Stephenson

William Morrow, 2003
944 págs.
U$S 27,95

Ecoterroristas, profetas de la web, candidatos presidenciales con un chip que les permite conocer las variables en las simpatías del electorado, victorianos futuristas, repartidores de pizza high-tech adictos a la realidad virtual... Neil Stephenson (Maryland, 1945) era considerado uno de los cerebros más poderosos y divertidos de la nueva cyber-sci-fi hasta que, en 1999, publicó el monumental Cryptonomicón. Entonces dejó de ser un autor de culto freak para ser ascendido a las mismas alturas de DeLillo, Pynchon y David Foster Wallace. En este novelón –publicado en español en tres tomos por Ediciones B–, Stephenson se nos aparecía como una especie de Tom Clancy en LSD para contarnos la alucinada y, hay que decirlo, divertidísima saga de varias generaciones de dos familias, los Waterhouse y los Shaftoes (este último un apellido pynchoniano si lo hay), obsesionadas con el arte de descifrar códigos partiendo de la Segunda Guerra Mundial hasta llegar a las tribus cripto-hackers de este presente cada vez más futuro, o viceversa.
Ahora, con Quicksilver, primer tomo de una trilogía –los editores juran que The Confusion aparecerá en abril del 2004, y The System of the World en octubre del 2004–, Stephenson pone marcha atrás, se convierte en un Umberto Eco en peyote, y nos lleva a un londinense siglo XVII donde tiene lugar una batalla dialéctica entre Isaac Newton y Wilhelm Leibniz. Y eso es sólo el principio de una racional locura historicista donde aparecen y desaparecen viajeros temporales (como el “eterno” Enoch Root, conectando directamente con antepasados de los personajes de Cryptonomicón), soñadores con computadoras primitivas, caballeros de fortuna, sultanes turcos, seductoras heroínas à la Moll Flanders con una casi sobrenatural capacidad para las finanzas, apariciones de Samuel Pepys y Benjamin Franklin y muchos más proyectados contra el telón de fondo de la época en la que nació la ciencia y la economía modernas y todos los días se descubría algo que se ponía a prueba esa misma noche para ser considerado materia prehistórica al amanecer. La documentación y data que maneja Stephenson a la hora de orquestar su ficción con cartas, fragmentos de poemas, mapas y tablas matemáticas –lo mismo sucedía con Cryptonomicón– quita el aliento, devuelve la sonrisa y obliga a la continua consulta de enciclopedias para averiguar qué es verdadero, qué es falso, qué pudo haber sucedido pero nadie está del todo seguro aunque... Curioso híbrido entre novela de ideas, romance aventurero y mamotreto histórico, hay momentos –cuando la prosa de Stephenson se muestra más funcional que talentosa– en que todo el asunto prueba ser demasiado para el lector que no puede evitar preguntarse para qué me habré metido en esto si todavía me faltan leer tantos clásicos de la literatura. Pero son unos pocos momentos; y la culpa no demora en ceder y la perversión en fortalecerse ante el puro acontecer de una historia y de una Historia que vaya a saber uno a dónde irá a parar. O si va a parar alguna vez.

Rodrigo Fresán

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