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Domingo, 21 de marzo de 2004

EL EXTRANJERO

Dean Koontz > Odd Thomas

ODD THOMAS
Dean Koontz

Bantam Books
Nueva York, 2003
400 págs.

 Por Rodrigo Fresán

Ahora que Stephen King ha anunciado su próxima y a todas luces -teniendo en cuenta el nivel de sus últimos títulos– pertinente abdicación; ahora que Anne Rice ya no sabe dónde terminan sus vampiros y empiezan sus brujas; Dean Koontz se ha convertido en la mejor opción posible a la hora del susto profesional y del divertimento noble. Autor de más de setenta novelas con su propio nombre y varios alias, Koontz –225 millones de ejemplares vendidos en 38 países– es, se sabe, un tipo raro: asegura ser el producto de un experimento genético al que fue sometida su madre por una agencia gubernamental, tiene una relación más que rara con su perra Trixie (los perros son, siempre, elementos importantes en las tramas de sus libros) y es orgulloso poseedor de uno de los más absurdos entretejidos capilares de la historia. Lo que no impide que –a partir de 1998, con Fear Nothing y Seize the Night, sus dos novelas protagonizadas por el investigador Christopher Snow– sus libros sean cada vez mejores, más bizarros, y anfitriones de los villanos más interesantes de los últimos tiempos. El advenimiento del asesino serial ha enrarecido los límites entre novela policial y de terror y, sí, Koontz ha convertido a esta línea difusa –junto a la dupla de Douglas Preston y Lincoln Child– en su territorio. Así, desde entonces, especialmente recomendables son From the Corner of His Eyes (con Junior Cain, el criminal que se caga encima cada vez que se pone nervioso y se tranquiliza tejiendo fundas para almohadones), One Door Away From Heaven (con Preston Maddoc, obsesionado por los OVNI y dispuesto a ver uno caiga quien caiga), y The Face (donde el anarquista recreacional –gran nombre– Corky Laputa no para de crear problemas). Del lado de los héroes suelen haber fantasmas, ángeles, niñas con poderes psíquicos, freaks, y gente supuestamente como uno.
Ahora llega Odd Thomas y –con la amenaza de Fungus Man– nos enfrentamos a uno de los mejores malos y a uno de los más buenos libros de Koontz. El héroe del asunto es Thomas, cocinero de veinte años en un restaurantucho de un lugar llamado Pico Mundo quien, cuando termina de lavar los platos, conversa con fantasmas benéficos (el de Elvis Presley, entre ellos) y ayuda a la policía local a resolver crímenes difíciles. El problema es que también hay espíritus malignos –los bodachs, con “un apetito por el terror operístico”– y que éstos anuncian la llegada de un hombre terrible más que dispuesto a prepararse un baño de sangre con los inocentes habitantes de Pico Mundo. De un tiempo a esta parte, Koontz –quien ya anunció la publicación de The Taking para el próximo mayo– parece creer que lo que está haciendo es realismo puro; que todo esto es pura verdad; y que la verdad está ahí afuera.

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