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Domingo, 24 de octubre de 2004

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Para Michel, la liberté
La Liga Islámica decidió abandonar el proceso contra el escritor francés Michel Houellebecq. Houellebecq había sido denunciado en su momento por cuatro asociaciones islámicas por haber blasfemado contra el Islam en su tercer y por ahora última novela Plataforma (en donde decía que “el Islam es la religión más estúpida del mundo”), punto de vista que completó con declaraciones similares para las revistas Figaro y Lire. Los abogados defensores del autor de Ampliación del campo de batalla habían argumentado que del mismo modo que no puede ser delito sostener que “Houellebecq es el escritor más estúpido del mundo”, tampoco puede serlo afirmar lo mismo de una religión. La Liga Islámica Mundial (LIM) desistió ayer de su persecución contra Houellebecq ante el Tribunal de Apelación “para solidarizarse con el pueblo francés y las comunidades musulmanas galas y con la esperanza de obtener la liberación de los periodistas franceses retenidos en Irak”. Lo cierto es que, de cualquier modo, ya el juzgado número 17 de París había desestimado la denuncia por el delito de injuria hecha por este grupo de personas que pertenecen a la religión islámica y se habían sentido ofendidas.

Son los piratas
El apuro con que los editores del nuevo libro de Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes, debieron lanzar el libro a raíz de la proliferación de copias piratas que habían inundado Bogotá, dejaron al desnudo cuánto sufre la industria las “ediciones paralelas” de libros. Los últimos datos indican que en América latina se reproducen ilegalmente 250 millones de libros al año, y que las pérdidas para la industria son superiores a los 500 millones de dólares en derechos de autor. En este caso, los piratas se adelantaron al sello editorial Norma, que lanzó la obra a un precio que supera por más de tres dólares al de la edición clandestina. Magdalena Vinent, presidenta del Comité Latinoamericano y del Caribe de la Federación Internacional de Organizaciones de Derechos de Reproducción, denunció que la piratería de libros en América latina es un problema grave en el que “están directamente implicadas las mafias” y organizaciones de lavado de dinero. “Colegas de Latinoamérica explican que cuando se intenta frenar estas industrias paralelas, reciben denuncias y amenazas de secuestro”, completó su denuncia Vinent. Lo cierto es que hay una razón de competencia que la industria elige omitir al hablar de la cuestión: el precio fijado de cada ejemplar de Memoria de mis putas tristes en Colombia es de 20.000 pesos (7,8 dólares), pero en el centro de Bogotá, los vendedores callejeros ofrecen una rústica edición pirata en 12.000 pesos (4,7 dólares).

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