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Domingo, 18 de noviembre de 2007

Dos poemas de El Andariego

Misión

Hay sedimentos de sequía
en el fondo del cauce.

En el pasto su propio secar
y brotar. Reposo,
novilunio.

Me llego hasta las ramas abiertas
porque tiemblo y vacilo.
Las ramas tienen su actitud cada una.

Los álamos obstinan
la misión de lo magro.

Goza en los trigos
el barbecho
su maternidad sombría.

Sube y me reconforta
–proyección de la savia–
algo que viene de antes de la tierra

y vuelvo de los campos
tenso
de gestaciones.

Reverdezco así tras de la entrega,
de la higuera repito el milagro
y, diciendo,
me cumplo.

Un pájaro se puede detener

en la punta de un árbol y abarcar
la inmensidad del cielo. Yo también,
sentado frente al muro,

me detengo en la punta
del álamo y contemplo
la inmensidad. La surcan pensamientos

involuntarios. ¡Cuántas nubes
fugaces, cuántas aves,
sucesivas!

Y las dejo pasar... y son tragadas
por este espacio inmenso
que soy yo:

sereno, transparente, luminoso
¿quién soy
Yo?

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