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Sábado, 6 de enero de 2007

Socializar el diseño

La unión del diseñador Hernán Salem con microemprendedores de San Martín resultó en productos de diseño desarrollados en economías sociales, que en febrero viajan a Italia.

 Por Luján Cambariere

Hernán Salem comparte el perfil de muchos diseñadores. Es docente en la UBA y la UP, trabajó en diversos estudios (hasta hace unos meses y durante cuatro años en A3) y de forma independiente en proyectos personales de industria, su especialidad, haciendo todo tipo de productos (desde vajilla a juguetes) y diseño web y de marcas, otro de sus intereses. Hasta que, a través de una pyme que se acercó a mostrar un material de su autoría a la universidad, se le abrió un nuevo campo de acción. Una cinta de PVC color, material patentado y creado pos crisis 2001, generó un vínculo que les abrió enormes posibilidades y trabajo concreto a ambos.

“En julio me llaman de la pyme que pertenece a la ventanilla de servicios para emprendedores del Programa Mipes, coordinado por Nelly Schmalko y promovido por la ONG italiana CISP (Comité para el desarrollo de los pueblos), la Universidad de San Martín, la municipalidad y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Eran ocho microemprendedores, en principio, con una meta muy concreta, que era la de participar en la Epsam 06, una exposición de productores. El objetivo era la búsqueda del mejoramiento de la calidad en productos desarrollados dentro de economías sociales. El tema es que unos trabajaban con la cinta, otros en madera, otra chica hacía muñecos de trapo, pero sin diseño”, cuenta Salem. Y continúa: “Por tanto, decidimos hacer un laboratorio de diseño donde a partir de ver los materiales, posibilidades tecnológicas y capacidad de mano de obra, ver qué se podía diseñar. Al principio el diálogo fue muy personal. Se decidió que nos dedicaríamos a armar una ambientación infantil. Nos dividimos por material o por quienes hacían un producto y trabajamos muy en un ida y vuelta. Con cada cual resolvimos uno o dos productos a presentar”, relata una experiencia con múltiples aprendizajes. “Uno como diseñador empieza a ver que muchos pequeños emprendedores no recurren al profesional por falta de conocimiento de la disciplina. Tratan de resolver el diseño solos, pensando que compete sólo a una cuestión estética cuando sabemos que involucra muchos otros aspectos como cuestiones productivas, de costos, comercialización y logística, radicales para el producto. En el caso de la cooperativa, lo primero fue explicitar el rol del diseño básicamente para que pudieran tener un producto competitivo en un mercado más amplio que el de sus ferias o ámbito más cercano. Por otra parte, para el diseñador es un trabajo sumamente gratificante. La recompensa es una cosa que a mí no me había pasado trabajando con empresas y es la devolución de la gente. Sus ganas y esfuerzos. Cómo aprovechan todo. Es como si acercaras la facultad a personas que tal vez no pueden llegar pero lo valoran y necesitan”, señala Salem. Tal el éxito de la movida, que en el mismo marco, finalizó el año dando un curso de introducción al diseño al público en general de dos meses en la incubadora de San Martín. “Ahí vino gente de otras cooperativas y hasta de una carnicería e hicimos productos para que descubrieran las posibilidades de los materiales o del observar. Obviamente no hay que confundir: en estos proyectos no hay la intención de crear un diseñador en un día, ya que eso no existe. Sino el acercar algunas herramientas que pueden mejorar sustancialmente sus propuestas”, señala.

Varios productos vieron la luz por esta unión. De los creadores de la cinta en PVC color: Ilumina, una lámpara de colgar preciosa hecha con cinta de 13 mm de ancho por 3 mm de espesor en infinitos colores. “Con ellos fue increíble ver su materia prima convertida en producto que venden nada menos que a Iluminación Agüero y de las que ya llevamos vendidas 70 en el lapso de tres meses.” Ahora van por más haciendo calzado con otra diseñadora especializada –Luciana Pelissier– y muebles. Las muñecas Peponas dieron vida a otros muñecos más modernos, los Pegabrojo. “Elegimos materiales y un diseño más neto y simple para competir en otros segmentos con una estética diferente.” Lo mismo hicieron con los que trabajaban en madera –rediseñaron mesas para niños y un sistema de cubos, entre otros–-. Y con los de Moldearte, una masa especie de receta familiar que se usa para modelar para la que se generó todo el packaging, la marca y logo nuevo, exhibidores para puntos de venta y productos nuevos como unos percheros.

“El tema de la asociatividad es indispensable. En poco tiempo se abrió un mundo para ambos, que promete cada vez más. En lo personal, nunca pensé que después de dejar el estudio, en unos meses estaría viajando a presentar productos en Italia y menos de esta manera, en una tarea colectiva tan gratificante”, remata Salem.

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