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Sábado, 4 de agosto de 2007

NOTA DE TAPA

En concreto

Noble, accesible, fácil de producir, el cemento es el material que eligió Concretoart para abrirse paso en el diseño de objetos y dar un oficio a jóvenes de sectores postergados.

 Por Luján Cambariere

La historia de Concretoart es preciosa por lo emblemática. Da cuenta del emprendedor argentino con todos sus aditamentos (rebusque, empeño, factor humano y, sobre todo, ingenio). Sus protagonistas eran profesionales a los que la crisis previa a 2001 dejó sin trabajo y jóvenes de bajos recursos que, por idéntica razón, llegaban a la mayoría de edad con igual falta de oportunidades. El cemento, material inédito en el diseño de objetos, les dio una oportunidad y hoy, desde la fábrica que montaron en Quilmes sin capital ni experiencia, producen centros de mesa, una variedad enorme de bases para velas, platos, fuentes, fanales, bandejas.

El material

“Hacia fines de los ’90, mi trabajo empieza a mermar”, cuenta el arquitecto Gustado Nadal, creador de la etiqueta. “Así que decidí incursionar en un emprendimiento propio y empecé a hacer bases de velas en cemento. El material era familiar para mí por la obra. Representaba una alternativa accesible –una bolsa de cemento rinde muchísimo– y tampoco requería de inversión en tecnología, capital que no tenía. Igualmente llegué a él de un modo casual. Con una amiga habíamos probado trabajar en vidrio y usábamos cemento como pastina. Un día sobró un poco e hice un plato que, cuando llegué al otro día al taller, estaba perfecto. Entonces no lo dudé y empecé avanzar. Así fui explorando vía ensayo y error. Creando una técnica propia. Probando moldes, viendo los materiales que desmoldan y los que no. El cemento no requiere de horno, fragua solo y tarda sólo un día en secarse. Sólo requiere de espacio y mano de obra, así que resultaba ideal.”

Corría 1999 y Nadal desarrollaba y vendía sus bases de velas en las tiendas más importantes de Buenos Aires, a la par de su trabajo como arquitecto. Estuvo tres años así hasta que un nuevo embate, la crisis de 2002, lo dejó literalmente en la calle. Sin trabajo de arquitecto, ni pedidos en el taller, debió volver a vivir en la casa de sus padres. Fue justamente allí, en el garaje, cuando promediando 2002 y gracias a un llamado que él califica de crucial puede contar este final de historia.

“Nos llama una distribuidora muy importante, importadores que con el dólar disparado no tenían otra que buscar y apostar al producto nacional. Habían visto mis bases en varios locales y querían ver todos mis productos. Así partí, absolutamente ilusionado, con todo lo que tenía en ese entonces que cabía en un maletín. Lo abrí y les expliqué que eso que les mostraba era sólo un comienzo, que quería desarrollar nuevas formas y colores. Me dijeron que iban a una feria y en la medida en que mis productos funcionaran me harían más pedidos. A la semana me llamaron y me hicieron un pedido enorme, lo que no había vendido en los tres años de trabajo.”

“Ahí es donde convoco a quien es hoy mi socio, Naro Della Ceca, un tipo bárbaro y muy preparado, rosarino, en ese momento también desocupado. Y si bien lo primero que hace Naro es aclararme que no sabe nada de artesanía, empezamos a trabajar a full hasta el día de hoy. A la par fuimos ensayando colores, técnicas, formas, nuevos objetos (platos, floreros, centros de mesa). Sobre todo en el comienzo, la cuestión pasaba por probar hasta donde podíamos levantar piezas con cemento, arena y pigmentos.”

“El cemento es noble. Un material que se adapta a cualquier molde y los copia perfecto. Además fragua solo, no necesitás hornear, pero igual adquiere la dureza de una cerámica cocida. Y es ecológico, ya que en nuestro proceso de fabricación tenemos cero residuo, cero polución y casi no usamos energía. La simpleza y la rapidez de su producción (primero se llena el molde, después pasa a lijado, se lava la pieza, se tiñe, se seca y se embala), además de ese efecto final rústico, lo hacen un aliado muy atractivo. Así fuimos creando todo un concepto para este material que resulta una novedad.”

La gente

Al año de trabajar a destajo en el garaje, comenzaron a incorporar a los primeros colaboradores. “El primero fue un chico que cuidaba autos en el hospital de enfrente. Después sumamos chicos que hacían changas por el barrio. Como el trabajo con el material es fácil, representa la entrada a un oficio de un modo muy simple y rápido. Además de muy gratificante, ya que hay pocas cosas más lindas que trabajar con las manos”, cuentan.

Matías Vergara, uno de los primeros, es hoy el capataz y jefe de producción de la planta, con sólo 24 años. Matías, su mujer Ruth de 20 años y su inseparable amigo Víctor, que es sordomudo, no conseguían trabajo y hoy son uno de los grandes valores de la empresa. “Yo empecé llenando moldes en la casa de Gustavo”, cuenta Matías. “Hasta ese momento no tenía un trabajo estable. Como no terminé el secundario, pensé que nunca podría acceder a un trabajo así. Pero desde el principio, cuando Gustavo me enseñó, me gustó y mi meta fue llegar a hacerlo mejor que él. El cemento es lindo, práctico e increíble esto de poder usar para el diseño algo que sólo emplean para edificar casas. En lo personal, a través de él, se abrió un mundo para mí. Ahora tengo una mirada diferente de las cosas.”

Ruth, creadora de las bellas piedritas obviamente también en cemento que decoran muchas de las piezas, y ahora hasta venden por kilo para otras empresas como adorno de frascos y todo tipo de fanales, agrega: “Es hermoso trabajar con las manos y las posibilidades que nos da el trabajo. Yo tuve a mi hija a los 15 años, así que tampoco creía que iba a conseguir un trabajo estable. Ahora podemos formarnos, cuidarla y pensar un futuro para nosotros haciendo algo que me encanta”.

Fotos: Rafael Yohai

Según Nadal y Della Ceca, todos fueron descubriendo talentos naturales ocultos hasta entonces. “Después llegaron Lucas y Diego, que venían en su carro a buscar basura y nos traían cartón. Tenían 17 años y laburaban desde chicos en la calle con todos los peligros que eso involucra. Y a pesar de eso estaban siempre con una sonrisa. Un día les pregunté si cuando cumplieran 18 años querrían incorporarse a la empresa y hoy trabajan acá.”

Hace un mes sumaron a Daniel, el remisero que llevaba y traía las piezas: “Es la primera vez que trabajo en algo que no sea estar detrás de un volante y la verdad es bárbaro, sobre todo por el clima de trabajo que se vive acá. Hay armonía, mucho compañerismo y buena predisposición. La verdad estoy más que contento”.

“Concretoart me salvó a mí y a Naro, pero de forma natural; después fue salvando a otros y eso es maravilloso”, cuenta Nadal. Quien enseguida se vuelve a sincerar: “El objetivo inicial nunca fue social, o más bien intentaba ser social con nosotros. Pero después se fue dando así. Y ahora sí nos damos cuenta de la función que cumplimos sobre todo cuando los chicos nos dicen que es la primera vez que se dan cuenta de que sirven para algo”.

En unos pocos días se presenta en la feria Cafira. Y de allí a la más importante feria de regalería de Nueva York. Hasta allí viajarán las múltiples líneas que hoy ostentan. La Rústica formada por platos y fuentes con dibujos en distintos esmaltes. La Net de floreros, centros de mesa, apliques de pared y cuencos de formas muy puras. Y la apodada Sentidos, especializada en hornillos aromáticos, macetas con originales plantines, portafanales, juegos de mesa, portasahumerios y bases de velas pequeñas.

Y de nuevo, todas las ilusiones que se van cociendo desde esta fábrica de Quilmes, donde se vive un clima de euforia y orgullo por un emprendimiento que les cambió la vida a todos.

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