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Sábado, 20 de octubre de 2007

NOTA DE TAPA

La vuelta al origen

El Laboratório Piracema de Design * es uno de los ejemplos más respetuosos y contundentes de unión con la artesanía. Creado por la diseñadora Heloísa Crocco y el plástico Juan Alberto Nemer, es una plataforma de puesta en valor para comunidades relegadas que toman lo mejor de su tradición y de la vanguardia.

 Por Luján Cambariere

La palabra Piracema es de origen indígena y designa un fenómeno natural muy particular: cuando los peces migran en el sentido de las nacientes de los ríos, subiendo las correntadas, para reproducirse. Por motivos que sólo la naturaleza sabe, los peces son movidos a volver al lugar donde nacieron, para, recién allí, proyectar la nueva vida. Esa imagen de una vuelta a los orígenes para, a partir de ahí, instalar la vanguardia, es la fuente de inspiración y línea estructural de este proyecto. La más bella metáfora para resumir toda una filosofía de trabajo. “Beber la tradición y transpirar contemporaneidad”, adelanta Juan Alberto Nemer, mentor y gestor científico junto a la diseñadora gaúcha Heloísa Crocco de esta iniciativa.

Nemer es artista plástico (fue profesor titular de la Escuela de Bellas Artes de Minas Gerais y es doctor en Artes Plásticas por la Universidad de París), pero conforme va hablando se revela como un poeta. Un interlocutor de lujo cuando se intenta indagar en estos nuevos escenarios para el diseño que se gestan como una oportunidad concreta de mejorar la calidad de vida de mucha gente. Sobre todo en Latinoamérica, pensando en las numerosas y empobrecidas comunidades de artesanos, tan ricas (paradójicamente) en técnicas, materiales y saberes. Con este fin, Piracema actúa en varios frentes. Educando a los posibles actores y creando las condiciones para que se produzca una transformación real. Experiencias donde los postulados del Comercio Justo –precio justo, condiciones dignas de trabajo para la mujer, respeto por el medio ambiente– sin ostentarlos ni usarlos como acción de marketing, guían todas sus acciones.

Orígenes

El Laboratório Piracema de Design fue concebido por Nemer y Crocco con adhesión de otros profesionales de Rio Grande do Sul, San Pablo y Minas en el 2003. La primera actividad fue un curso de un año de duración realizado en Porto Alegre auspiciado por el Sebrae. Aunque remontándose al comienzo de su relación, el verdadero inicio tiene que ver con una experiencia pionera ocurrida a finales de los ‘80, cuando Nemer era director del Festival de Invierno de la Universidad Federal de Minas Gerais en Ouro Preto. Un evento donde se daban cita todas las manifestaciones del arte y donde él invita a Heloísa a hacer un primer taller con artesanos del lugar. “Fue tan buena la experiencia de aproximación entre design y artesanato que otra universidad, la Federal de Ouro Preto, quiso que implementáramos un proyecto a largo plazo. De esa época es la famosa colección en pedra sabao, altamente resistente y con cualidades refractarias, que en la zona fue usada mucho por el barroco para sus esculturas y que Heloísa junto a los más increíbles artesanos usaron para crear una bellísima colección de objetos que llegaron hasta las tiendas Tock & Stock. A raíz de esto, a finales de los ‘90 decidimos crear el Laboratorio Piracema, dedicado a dar rienda suelta a nuestras utopías.”

En líneas generales el laboratorio se define como un núcleo de investigación de la forma en la cultura brasilera. Para ello organizan seminarios, eventos, colecciones de productos y producciones diversas en el campo del arte, diseño y artesanato. Actividades con el eje puesto en el rescate social y la identidad cultural.

Así, como primera actividad potente del lab surgió el Proyecto Piracema de formación de profesionales para la actuación en programas de aproximación entre el diseño y el artesanato. “En su origen este proyecto tenía nombre propio, Proyecto Faber, pero como estaba registrado en Brasil por otra empresa (nada menos que la Faber Castell) desistimos y lo bautizamos con el nombre del proyecto madre”, aclara. Un curso de cerca de un año, con clases teóricas y prácticas, trabajos de campo y vivencias creativas. “Lo que nos motivó a montar este proyecto fue el percibir el divorcio entre dos actividades tan relacionadas del hacer humano que debían renovarse y nutrirse mutuamente. De un lado el diseño (considerado una actividad de las elites cultas) y del otro, la artesanía, cargada de preconceptos y estancada, fruto de varios factores que emanan de la globalización”, señala. En el medio, dos necesidades que los hacen aliarse: el designer va en búsqueda de oxígeno en el hacer popular y el artesano puede recibir los aportes del profesional del diseño con vistas a hacer su actividad autosustentable. “El diseñador puede hacer un perfeccionamiento de la forma, aumentar la eficacia en el uso del objeto y una actualización armoniosa de las nuevas tendencias. Y el artesano puede ofrecer su dominio de la materia, técnicas e inventiva que la tradición encierra, además de su enorme carga poética, para aportar identidad al diseño”, detalla Nemer.

Saber hacer

Así, el proyecto se divide en dos grandes módulos que se han ido flexibilizando para llegar a todas las regiones de Brasil y hasta a otros países como Mozambique, en Africa. Un primer módulo, el de los fundamentos teóricos dedicado a indagar sobre la creación de objetos por el hombre desde sus primeros días a hoy, del que Nemer es el principal gestor. “En esta parte teórica se dan cita desde Freud, Lacan a Kandinsky. Pero lo más interesante es que esta parte teórica comienza con una vivencia personal donde inducimos al artesano a volver a sus primeros años de vida. A registrar sus primeros gestos y así descubrir su marca, su individualidad para poder expresarla y reafirmarla, ponerla en valor, sin autoritarismos, ni menoscabo.” Y otro más relacionado a una actividad de taller, más práctico, apodado “vivencia de creación” del que participa todo el equipo Piracema. De 7 a 9 profesionales entre artistas, diseñadores industriales y gráficos, fotógrafos y videastas que se internan durante una semana en la comunidad para desarrollar junto a ellos una colección de productos, potenciando los existentes y creando nuevos. “Para esta vivencia, continúa Nemer, contamos con un monitoreo previo. Un diagnóstico de situación en cuanto a materiales y técnicas de diseñadores y artistas locales, que nos acompañan en ese trabajo como en una especie de residencia médica. En esta semana comemos, tomamos, dormimos, cantamos, danzamos, nos contamos historias, con la comunidad. Y así, justo a los siete días de empezar, se produce el milagro, la colección está lista”, cuenta. ¿A qué se debe la magia? “Primero a una dinámica de trabajo muy fuerte y comprometida. Segundo al diagnóstico previo que se hace de la materialidad y técnicas del lugar donde se busca saber la potencialidad. Y después varias cuestiones que tienen que ver con actuar con un respeto y ética muy particular que intenta cuidar todo tipo de detalles. Para ello, por ejemplo, todos los proyectos comienzan con una charla de un profesor o historiador de la región, que hace un resumen histórico, geográfico y sociocultural, como un reconocimiento a esa cultura a la que pertenecen, un gran masaje a la autoestima siempre baja de los artesanos.”

Por último, aclara, esta vivencia atiende primordialmente a la subjetividad de cada lugar y experiencia concreta. A través de ella se modela la fisonomía y el alma de los objetos. Una colección que queda con sus debidas fichas técnicas e imagen visual con informaciones varias –identificación del lugar, dimensión histórica y cultural–, datos indispensables para una mejor comercialización.

¿Antídotos Piracema para los errores más comunes en este tipo de intervención?

“El respaldo científico de un abordaje. El artesano entendido como el único soberano, evitando la postura de un abordaje unilateral donde se corre el riesgo de transformar al artesano en un simple ejecutor de ideas ajenas. Y el producto visto como la materialización de un complejo patrimonio cultural, esencia, puerta de entrada, a las ideas más transformadoras”, señala.

En lo personal

“Siempre me interesé por la cultura popular por encontrar en ella respuestas más contundentes en la búsqueda de la identidad que las que me daban las artes de elite. El hacer popular tienen algo de genuino que emerge, tal vez de sorpresa, frescura, libertad. Lo bueno de resistir venciendo la precariedad de los medios o la alienación de los dogmas preestablecidos o los de las tendencias de moda. Y finalmente está el factor ideológico, cívico mismo. En un mundo en crisis, en un país donde a pesar de la democracia hay un abismo infranqueable entre la sociedad y el Estado, pero donde el pueblo demuestra una enorme capacidad de inventar caminos, encuentro absolutamente estimulante ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas a través de lo que ellas mismas pueden crear con sus manos”, remata.

Y de nuevo, poéticamente, tomando la enseñanza de un proverbio árabe concluye: “En cada una de estas vivencias festejamos lo posible, lo hecho, la intención y la idea. La intención que moviliza nuestras acciones que no son recetas ni palabras, son parámetros de conducta”, remata.

* El proyecto que dio origen a este trabajo fue ganador de las Becas Avina de Investigación Periodística. La Fundación Avina no asume responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido.

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