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Sábado, 9 de agosto de 2008

CON NOMBRE PROPIO

Entre poesía y política

Ronaldo Fraga es uno de los diseñadores más importantes de Brasil. Apodado “el poeta de la moda”, fue el único latinoamericano en participar del segmento indumentaria en la Designs of the Year del Design Museum de Londres, con un diseño que narra la realidad política y cultural de su país.

 Por Luján Cambariere

Se impone presentarlo como lo que es: uno de los nombres más destacados de la escena del diseño brasileño y mundial. De hecho fue el único latinoamericano en participar en febrero último del segmento indumentaria de la exhibición Designs of the Year del Design Museum de Londres junto a profesionales de la talla de John Galliano e Issey Miyake, con un diseño que siempre da cuenta de su identidad.

La posibilidad de conocerlo de primera mano en un evento organizado por el Instituto de Estudios en Diseño Orbitato en Santa Catarina, aporta otras señas particulares de su vida y obra, con aspectos, a nuestro modo de ver, interesantes de destacar. Su abordaje al diseño desde lo propio: sentimientos, cultura (sobre todo, y más que entendible tratándose de Brasil, su acervo musical) a cuestiones políticas. Historias emocionantes que él sabe contar desde la forma y el contenido. Ejemplos no faltan: Rute-salomao sobre el amor entre una católica y un judío ortodoxo; Quem matou Zuzu Angel? en homenaje a la estilista brasileña asesinada durante el régimen militar o Todo mundo e ninguém, un paseo por la poesía universal de Carlos Drummond de Andrade. Por otra parte, usando una rama del diseño muchas veces tildada de frívola y efímera, como herramienta de transformación social (de hecho la colección presentada en Inglaterra, China, en parte es un reclamo al gobierno de su país por la entrada indiscriminada de productos asiáticos que tanto perjudica a la industria textil, figurita conocida también por estos lares).

Don de comunicar lo propio que él atribuye en Latinoamérica al cine argentino, de quien se dice el más ferviente admirador. Con ustedes, detrás de sus inconfundibles gafas (otra de sus marcas registradas), Ronaldo Fraga, uno de los pesos pesado del diseño que vale la pena descubrir.

–¿De dónde sos?

–Nací en Belo Horizonte, estado de Minas Gerais, con la cultura más genuinamente brasileña. El sur es más europeo, Bahía más africana y en Minas es por donde pasa una mixtura de todas las culturas bien interesante.

–Tu primera colección de indumentaria –Galhina– cuenta la historia de una gallinita que va por primera vez a la ciudad en búsqueda de su vocación, ¿ése fuiste vos?

–Esa fue una metáfora que usé para hablar un poco de mí y de una realidad de muchos. Acá hay una creencia que cuenta que normalmente cuando vos tenés una gallina en tu patio y se hace un círculo en torno de ella, no vuela. Esta presa por eso. Y en muchos aspectos conozco tanta gente así, que queda atrapada de tantas cosas o supuestas faltas de oportunidades debidas a su entorno, que cree una historia imaginaria de una gallina que era muy infeliz donde vivía, se reían de ella por ser distinta, y cuando por fin consigue salir y verse frente a frente con su circunstancia, vuela y despega. De algún modo es autobiográfica. En todo proceso de creación intento encontrar dónde está el artista. Su biografía. Sus raíces. Entonces la mía propia, mi infancia, la cultura de mi estado, queriendo o no se refleja en todo lo que hago.

–Cada una de tus colecciones tiene una historia que la sustenta.

–Sí. Yo pienso que el gran desafío del design moderno es su posibilidad de humanización. Humanizar todos los procesos de la gente que hace ropa y de los consumidores. Además quiero provocar experiencias diferentes, para que cada vez se emocionen más, generar una vivencia. La ropa pasa, la experiencia queda. El gran agujero, falencia del mundo hoy, son los vínculos. Por eso yo no quiero más un diseño deshumanizado, en serie, que no me transmita nada, cuando en definitiva todos los seres humanos buscamos lo mismo. Yo soy un enloquecido por el cine argentino. Creo que ustedes consiguieron en el cine algo que acá no pasa, esa narrativa tan alucinante. Esos films hablan mucho de una cultura sudamericana. Y eso es bueno porque tanto Brasil como Argentina tienen un compromiso y necesitan, en este caso, usar el design como elemento de comunicación de otros valores y caminos posibles. Además, para mí la relación con la memoria afectiva y los símbolos es muy fuerte. Para entender la memoria de un país, en este caso el mío, tengo que establecer un diálogo, puentes, entre la memoria y la cultura, si no no voy a entender ni emocionar.

–¿Por qué elegiste la moda como vehículo de expresión?

–Mi trabajo es mi instrumento de comunicación, entonces todo lo que me indigna o me emociona, o hasta las cuestiones que pretendo entender o conocer más, o para mis deseos de transformación uso la moda. Pienso que la moda es muy eficiente para eso como instrumento, porque lo que ella propone diferente a la arquitectura y al diseño de producto, es esa cosa inmediata que (aunque también es lo más criticado) es lo que te da la posibilidad de un renacer a diario. El acto de escoger la ropa ya es un acto político.

–¿Existe un manifiesto en este tipo de abordaje?

–Y sí, porque yo pienso que la gente no necesita más ropa. Tiene ropa de sobra. Pero la moda tiene algo como instrumento de transformación, de pensar. Y algo que es curioso por ser contradictorio: la moda vende en todo momento la idea de eternidad pero nace para morir. Ella te propone renacer y renovarte cada seis meses pero al mismo tiempo es efímera. Pienso que es uno de los elementos de comunicación más eficientes de nuestro tiempo.

–¿Cuáles son al día de hoy tus mayores logros?

–Mis logros son haber llegado a las 25 colecciones. Exponer este octubre próximo en el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio, algo que jamás imaginé, yo que cuando empecé hasta hubiera pagado por trabajar en esto. Pero, fundamentalmente, repito, como el cine argentino, poder llevar mi cultura al mundo. Eso para Brasil es muy nuevo e importante.

–¿Además hay una pata de tu trabajo aún más social?

–Hago un trabajo paralelo en varias comunidades y cooperativas donde la moda es un instrumento generador de ingresos. Una es con la ONG Cuerpo Ciudadano, que trabaja con chicos y adolescentes en riesgo social donde hacemos talleres de estampería. Y otra es un núcleo de 80 mujeres de Minas donde diseñamos una colección inspirada en la flora y fauna del lugar.

–¿Una colección de moda puede cambiar el mundo?

–Parafraseando a Mario Quintana, la moda no cambia el mundo. Quien cambia el mundo son las propias personas. La moda sólo cambia a las personas. Y por una cuestión de estricta supervivencia de la especie, creo que la única salida para todos hoy es el camino de la humanización. Humanizar todos los procesos de creación, producción y venta.

www.ronaldofraga.com.br

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Imagen: Alejandro Leiva
 
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