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Sábado, 6 de septiembre de 2008

Una visión de Brasil

Esta semana debutó en La Rural Brasil Casa Design, organizada por la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones. Una oportunidad para recorrer la diversidad del vecino y de hablar con una experta promotora, la periodista y curadora Adelia Borges.

 Por Luján Cambariere

Brasil tiene 8.514.215 de kilómetros cuadrados y 190 millones de habitantes. Es el quinto país más grande del mundo, el séptimo mercado consumidor y la decimotercera economía. Dejando de lado la discusión de si el tamaño importa, lo cierto es que en los últimos diez años esta potencia apuesta fuerte al diseño con acciones concretas que por casa son verdaderos ejemplos a imitar.

Por ejemplo, esta primera edición de Brasil Casa Design, que abre en La Rural de la mano de Apex Brasil, la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones. No sólo por el valor de la muestra –una casa concepto que albergó mucho de lo mejor del país vecino en elementos para la construcción, mobiliario, artesanía y objetos, así como diseños brasileños premiados en el mundo entero– sino porque su acto inaugural contó con las ponencias de dos de las figuras más destacadas de su escena, referentes para el diseño de toda Latinoamérica. Son el diseñador Sergio Rodrigues y nuestra querida amiga Adelia Borges, a quien siempre es un lujo entrevistar por su visión y constantes aportes a la disciplina. Durante años, desde los distintos medios periodísticos que dirigió (revista Design & Interiores del ‘87 al ‘94) o como columnista especializada (Gazeta Mercantil de 1998 a 2002), la enorme cantidad de muestras en las que ofició de curadora (Bancos Indígenas, Encuentros entre Design y Artesanato, Una historia del sentar, entre muchísimas otras), hasta el Museo da Casa Brasilera que revitalizó siendo su directora (en su gestión, de 2003 a 2007, la frecuencia de visitantes creció 444 por ciento, pasando de 20.089 a 109.281 por año). De algún modo, la mejor antesala al megaproyecto en el que hoy está embarcada: la creación de una nueva institución museológica para San Pablo en un edificio de 11 mil metros cuadrados de Oscar Niemeyer del año 1943 en el Parque Ibirapuera, con la misión de mostrar Brasil a los brasileños. Fomentar diálogos entre lo popular y erudito, pasado y presente, encuentro entre culturas, diversidad, identidad, temas que son de su absoluta incumbencia y ejes, según ella, de nuestro diseño al Sur.

Brasil profundo

“La diversidad es nuestra naturaleza”, fue el lema del evento y título de la charla que tuvo en Borges a su mejor vocera. Didáctica como siempre, arrancó explicando el concepto “diversidad” que, a diferencia de la “variedad”, incorpora la noción de diferente, del otro, sea éste una persona, cultura o noción del mundo. Algo que nuestros pueblos, según ella, tienen más que ganado con su rico crisol de razas. Y por lo que advierte, vale la pena parar esa “tortícolis intelectual” (complejo de inferioridad de pueblos colonizados) que nos ha hecho mirar por tanto tiempo hacia fuera. Y empezar a celebrar lo propio que tiene siempre impreso el signo de lo plural. Diversidad que se da en la naturaleza, mundo material y nuestra gente. Nociones que, dentro de la disciplina, obligan a entender más que nunca (y contrariamente a las primeras enseñanzas del diseño que llegaron a nuestros países de la mano del funcionalismo) que la forma sigue a la emoción, la cultura local y a la imaginación. Cuestiones que recién llegada a Buenos Aires, un día previo a la inauguración del evento, profundizó para m2.

–¿Seguís pensando que el diseñador no es un personal trainer (título de uno de sus libros)?

–Eso fue un chiste. Pero la realidad es que con la influencia de ciertos medios, el diseño se transformó en una cosa frívola y superficial. Entonces ése fue un juego con una frase de una diseñadora del norte de Brasil a la que no le gusta el uso de palabras extranjeras. Mi intención en el diario era poder crear un poco de conciencia sobre la disciplina. Sobre todo porque en ese entonces el problema en Brasil –pienso que todavía existe– era el distanciamiento entre diseñadores y empresarios; entonces, muchos diseñadores, para empezar a trabajar, necesitaban ser empresarios, salir ellos mismos a producir sus cosas. Y para mí, escribir en ese diario de negocios, era una oportunidad de llegar a ellos. Por eso elegí esa forma de crónicas del cotidiano.

–Al día de hoy en Brasil, ¿tenés que seguir explicando lo que es el diseño?

–Pienso que ahora no. Eso cambió radicalmente desde hace unos diez años. Cuando empecé a escribir en ese diario todavía te encontrabas con un empresario que al hablar de diseño enseguida te contaba que quien más sabía de diseño en su casa era la mujer, que a toda hora quería cambiar los muebles de la sala. Eso ahora cambió. Gracias a una conjunción y suma de esfuerzos, el país ya considera al diseño como un diferencial competitivo importante. Prueba de ello es esta muestra de diseño brasileño en Buenos Aires enteramente paga por el gobierno de Brasil, por la agencia de exportaciones, cosa que no sucedería años atrás. Trabajar la imagen del país a través de sus creaciones es un gran diferenciador.

–Hablás de varios actores...

–Otro fue la prensa, las asociaciones de profesionales, las organizaciones gubernamentales. Una conjunción de varias instancias, porque hasta hace pocos años la comunidad del diseño en Brasil era muy reducida. Todos se conocían. Hoy es muy interesante porque hay mucho de todo –curadores, periodistas– y eso da una multiplicidad muy enriquecedora.

–¿Qué debería exigírsele como parte de su competencia?

–Pienso que la competencia central es la capacidad de desarrollar, de crear productos y servicios que tengan un componente fuerte de innovación. Y para mí la mejor innovación es la que está inspirada en la tradición, porque pienso que ésta es la que hizo diferencia en países como Italia o Japón. Los diseñadores deben ser personas capaces de percibir necesidades, deseos donde nosotros no los vemos. Y esa capacidad de detectar y transformar, de dar una respuesta creativa a esa demanda, es lo más importante. También es cierto que hay muchos diseñadores, entonces no podemos hablar de una sola manera de hacer las cosas. En este momento estoy ayudando a los hermanos Campana a escribir un libro para el que fueron convocados, que se llama Cartas a un joven diseñador. Es una serie muy reconocida que se edita allá sobre diferentes disciplinas. Ellos, particularmente, hablan de cosas de un nicho muy preciso, de un diseño fronterizo con las artes visuales y muy fronterizo con una estimulación muy visceral, que abre caminos más que consolida cosas. Ahora bien, el zapato que ellos diseñan majestuosamente para, por ejemplo, Melissa, después necesita de ese diseñador dentro de la empresa que entienda la materia prima, el sistema de producción, o sea que hay caminos para todos.

–¿Se puede hablar de palabras clave que identifican el diseño brasileño?

–Diversidad es una de ellas. Brasil es muy grande, y hay muchas regiones bien distintas y el diseño refleja esa diversidad. Y pienso que esa cosa de ser un país nuevo, como la Argentina, del Nuevo Mundo, nos da una libertad de creación muy grande porque todo tenemos que inventarlo, todo está por hacerse. Esta semana estuve con un filósofo muy interesante que se llama Eduardo Subirats. Es un español que vive en Nueva York y él me decía que “Nueva York es el centro del mundo, donde nada ocurre realmente importante, pero en San Pablo es difícil saber dónde no ocurre alguna cosa”, y que para él ésa es una característica de América latina. Eso nosotros no lo podemos decir porque es como asegurar que tu hijo es lindo. Pero que lo diga un europeo que vive en esa metrópoli que nosotros durante años hemos querido copiar... Para mí esa libertad es otra característica y una oportunidad. Como, de nuevo, los Campana cuando fueron invitados por primera vez a trabajar para Alessi, cuando llegaron a la fábrica, el propio Alberto Alessi, el dueño, les mostró el museo lleno de productos tan bien hechos, que en vez de estimularlos, cuentan ellos, en un principio los inhibió. Entonces pienso que esta cosa que es nuestro principal problema, la falta de dinero, esta aparente ignorancia, puede transformarse en una potencialidad que nos aporta frescura y libertad.

–¿Mitos del diseño brasileño?

–Suceden y son un arma de doble filo que debemos evitar porque cuando defines así a alguien, condenas a la persona a que ya no pueda cambiar. La identidad es algo de donde partimos y no a donde queremos llegar. Eso es muy importante. A mí me lo dijo así un diseñador brasileño, Mauricio Azeredo. Entonces esto también nos libra de los estereotipos. Por ejemplo, yo soy de Minas Gerais, un pueblo donde no hay playa, más introspectivo, más triste, pero somos todos brasileños. En esto la originalidad es muy importante, pero la que habla Gaudí, la que implica volver al origen.

–¿Cuáles son entonces las posibilidades de la región?

–Yo pienso que son muchas, porque estamos viviendo un momento muy interesante. Me gusta mucho estar viva en este momento, que es una época en que los flujos culturales que eran muy unidireccionales, del Hemisferio Norte al Sur y de las capitales al interior, de lo más fuerte a los más débiles, todo entre comillas, hoy en día están cambiando. Para nosotros hay muchas oportunidades a causa de esta nueva mirada. A nivel cultura, más amplio, hoy el centro está en la periferia y la periferia en el centro.

–¿Se puede, conviene, hablar de un diseño latinoamericano?

–No me gustan mucho las generalizaciones porque perdemos las sutilezas y las diferencias, pero sí pienso que tenemos mucho en común. Por ejemplo, los cartoneros, que no hay en otros países y para mí son héroes. Los municipios deberían hacerles monumentos a estos héroes de la civilización actual que transforman la basura en algo con valor. Un escritor muy importante decía en los ‘70 que todos los recursos están en extinción con excepción de uno: la basura. Esta es otra cosa que nos une y de la que podemos sacar partido. Otra cosa importante que compartimos es la cantidad de iniciativas que dan una dimensión social al diseño. Esto es muy importante y diferencial nuestro. En Europa se habla del diseño desde el punto de vista del mercado y acá muchas veces hablamos más desde el punto de vista de las necesidades sociales. Eso es algo que podemos aportar como pensamiento diferente de ver al diseño como una actividad que puede contribuir al final de cuentas para la construcción de un mundo mejor.

–¿Qué te pasa cuando mostrás diseño brasileño en el mundo?

–Hay un interés enorme. Por ejemplo, en diálogos entre artesanía y diseño, que también somos únicos. Colombia fue pionero y después Brasil, con la decisión de aporte gubernamental.

–¿Seguís considerando al periodismo una de las profesiones más lindas?

–Yo quise ser periodista desde que era una niña. Nací en una ciudad muy pequeña, en una familia muy pobre, no conocía a ningún periodista, pero nunca pensé en otra profesión. Y estoy muy feliz con mi vocación porque pienso que todas las cosas que hago son consecuencia de esta profesión. Básicamente considero que mi misión es dar visibilidad a la cultura brasileña y latinoamericana, particularmente en el campo del diseño. La propia elección de un tema es siempre una cuestión política.

–Más ahora que tenés entre manos un proyecto tan importante...

–Estoy haciendo el proyecto más importante para mí, que es crear una nueva institución en San Pablo, en un predio 11 mil metros de Oscar Niemeyer de los años ‘50. Un concepto de institución para celebrar la diversidad cultural brasileña en el campo de las artes visuales, diseño, arquitectura, música, danza. Un hermoso desafío.

Modos de habitar

Mientras tanto, el público profesional pudo recorrer esta semana un espacio de dos mil metros cuadrados de una casa concepto proyectada por el arquitecto Iván Rozende, otro profesional muy reconocido en su país, que estaba íntegramente ambientada con muebles y objetos de diseño brasileños. Así como materiales de construcción –pisos y revestimientos cerámicos, mármoles y granitos, vidriería, herrajes y griferías, artesanías, iluminación y calentamiento solar de agua– made in Brasil. ¿Para destacar? Los impresionantes revestimientos en roca en una gran variedad de granitos, pizarras, cuarcita, mármoles y otros materiales naturales, así como la bellísima artesanía que coronaba muchos de los espacios como las piezas en piedra jabón de Heloisa Crocco y algunas recicladas en goma Eva por una ONG paulista. En el sector lindante a la casa se lucieron algunas piezas de diseño que ganan premios en el mundo entero. Productos galardonados internacionalmente por instituciones como el International Forum Design Hannover (iFdesig), el International Design Excellence Award, Edición Brasil (IDEA) y el Premio Design Museo de la Casa Brasileña, en una selección que abarca los últimos diez años. ¿Algunas perlitas? El colector reciclable de Sergio Jaqueri Cordeiro, la estantería diseñada por Alvaro Wolmer y producida por Casa 21, el perchero Huevos Revueltos de Luciana Martins e Gerson de Oliveira del estudio Ovo, el sillón Diz de Sergio Rodrigues, los artículos de bazar de la línea Coza diseñados por Marcela Albuquerque y Taciana Silva y las absolutamente bellas sillas Sao Paulo de Carlos Motta, la Pelicano de Michel Arnoult y la Paulistano de Paulo Mendes da Rocha, entre otros (www.brasilcasadesign.com.br).

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