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Sábado, 4 de abril de 2009

Almuhadda, almohada

En la Bienal Internacional de Arte Textil, el Marq presenta “Si la almohada contara. Objetos textiles para la vivienda y su imaginario”. Es una muestra curada por la arquitecta María Luisa Musso que repasa cuatro décadas.

 Por Luján Cambariere

Almohada: dícese de la pieza mullida en la que se apoya la cabeza durante el sueño. Más precisamente la mejilla, ya que el nombre proviene del árabe hispánico almuhadda que viene, a su vez, del árabe clásico mihaddad, cuyo núcleo es hadd (mejilla). Un artículo al que no le damos la suficiente atención, aunque desde tiempos inmemoriales nos aconsejan consultar nuestras máximas tribulaciones con ella. Pero, además, un diseño, según la arquitecta María Luisa Musso, que sirve para estudiar el paso de las tendencias conforme las décadas. Justamente por esto, ella decidió utilizarla como base conceptual de una muestra –Sí la almohada contara. Los objetos textiles para la vivienda y su imaginario– donde se aboca a detallar a su manera la evolución del estilo y el color en función de acontecimientos sociales, económicos y culturales significativos. Un trabajo de investigación empírica sobre el color de casi 40 años que Musso arranca, según cuenta, gracias al trabajo para importantes empresas textiles europeas que desarrolló desde su propio estudio en Italia en los ‘70 y luego viajando por el mundo presenciando ferias, visitando estudios de diseño, tiendas, tomando fotos y coleccionando catálogos, de modo de entender los colores que veía en las propuestas de nuevos productos en los ’80 cuando trabajó para Grafa y Alpargatas.

Experta en todos los aspectos del textil para el hogar, así como en revestimientos en cerámica y papeles pintados, Musso trató de encontrar para la ocasión –muestra que puede verse hasta el 3 de mayo en el Museo de Arquitectura en el marco de la Quinta Bienal Internacional de Arte Textil que se realiza por estos días en Buenos Aires– en la sábana, un hilo conductor que fuera atrayente y así nació la idea del recorrido desde los años ’70 hasta hoy.

–¿Por qué la almohada? 

–Entre los textiles para la casa, no hay duda de que la sábana es la que tiene efectos evocativos particulares a partir de la intimidad con nuestro cuerpo desde muy antiguo. La cantaron escritores y poetas, la pintaron artistas. Encierra connotaciones profundas, ligadas al dormir, cómplice del amor, ha visto nacimientos y la misma muerte. La muestra está constituida por unas 60 planchas de 40 x 40 cm que incluyen fotos de productos, textos explicativos, fotos de contexto. El punto focal es un cubo de 2 x 2 x 2 m, una especie de jaula en el centro de la sala, donde hay 70 almohadas con sus fundas, diseños que se van revelando a través de las fotos en la paredes y representan la conexión con la realidad tangible de lo mostrado en las fotos.

–¿Acá hay cierto tabú en meterse en la cama con el diseño?

–Creo que esta muestra nació en forma subliminal el día que una empresaria que vende sábanas de alto costo me dijo: “Me encantó el diseño, me llevé una de segunda para usar yo”. Me hizo pensar que había personas que no daban importancia a esa piel que nos envuelve un tercio de nuestra vida. Por eso en el panel inicial de la muestra apelo al texto de Miguel de Unamuno: “Levanta uno la manta encimera, mira el lecho de la cama –cauce de remanso– y siente por todo el cuerpo correrle el dulce presentimiento del reposo. Se mete uno en la cama entre las sábanas, se retuerce en un escalofrío y se acurruca, se apelotona, se pone en la postura que el feto tiene en el claustro materno. Y así se prepara a la llegada de la inconciencia, esto es: de la inocencia, de la vuelta al limbo”. No es que no haya personas que elijan sus sábanas, sólo creo que en la Argentina se considera un tema menor del interiorismo. Por eso siempre cito el caso de los europeos –Armani, Kenzo, Lacoste– que tienen sus propias colecciones de sábanas. Entienden el placer de disfrutar y mostrar calidad, colores y diseños en la cama. Esta muestra propone una reivindicación de la sábana como textil de diseño, usada esta vez para mostrar la evolución de colores y estilos a lo largo de los años, en la decoración, no sólo en la sábana.

–Documentás por décadas. ¿Qué es lo más destacable en cada una?

–Los colores que fueron tendencia en cada década tuvieron que ver con hechos significativos sociales, económicos, culturales, que influenciaron su propuesta y aceptación. La aguda crisis del petróleo del ’73 provocó incertidumbre e inestabilidad, concitando un regreso a los valores tradicionales, seguros y duraderos. En el diseño, se produce el cambio desde el optimismo al escapismo, la nostalgia, al romanticismo, para evadir la realidad. Los colores claros u oscuros se hacen apagados. Predominan las monocromías, con prevalencia de colores naturales y sombríos. En los ’80, con la ascensión de los yuppies y su egocentrismo exacerbado, hedonismo y obsesión por el status, entra en escena el negro solo o asociado al blanco y el rojo, también con el agregado de los metálicos, plata y oro, para acentuar el efecto de lujo. Llegamos a los ’90. Con la primera Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, comienza la concientización por la preservación de la naturaleza, en Europa y Estados Unidos. Surgen allí las líneas naturales en textiles para  blanco y decoración. La búsqueda de autenticidad se ve reflejada en los materiales nobles y en los colores: los de las maderas, las tierras, los granos,  los cereales, las pajas, las arenas, las piedras. Sin embargo, la llegada del nuevo milenio, nos hizo olvidar estos temas (que están reapareciendo recién en estos dos últimos años). Mientras tanto hemos vivido momentos de sucesión y superposición de revivals. La conquista fue, sin embargo, el rescate de la individualidad, la capacidad de confiar en nosotros mismos.

–¿A qué está sujeto el color, por otra parte tu tema de especialización?

–Nada es caprichoso o impuesto. Una tendencia de color se basa en  macrotendencias, detectadas por estudios de mercado, estudios sociológicos. Tiene que ver con las nuevas sensibilidades emergentes, el imaginario del lugar, las determinantes económicas, las crisis de todo tipo, las propuestas culturales de mayor difusión.

–¿Y para vos, en lo personal, qué es la almohada?

–En este caso sólo un pretexto, una apelación divertida. Decimos siempre que la almohada es buena consejera, de allí nació la idea. La almohada es el refugio, el bálsamo, donde apoyar la cabeza que trabajó demasiado, para recuperar la intensidad y el impulso.

Si la almohada contara, hasta el 3 de mayo en el Marq, Museo de Arquitectura y Diseño, Libertador 999.

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Imagen: Gustavo Mujica
 
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