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Sábado, 14 de diciembre de 2002

A un maestro

Esta semana se cumplieron 100 años del nacimiento de Mario José Buschiazzo, el pionero del rescate del patrimonio arquitectónico americano. El Cedodal y el Museo del Banco de la Provincia de Buenos Aires le rinden homenaje con una muestra de 30 fotografías de su archivo personal tomadas de la colección de negativos guardada en la Academia de Bellas Artes.

Por Ramón Gutiérrez
Arquitecto, Conicet-Cedodal

Al cumplirse el centenario del nacimiento del arquitecto Mario José Buschiazzo es oportuno rescatar uno de los valores esenciales de su tarea de investigación y valoración del patrimonio cultural: su escala continental. Fue poco frecuente, por razones obvias de las limitaciones de comunicación, inexistencia de transporte en aviones de línea y las largas travesías marítimas, que los estudiosos de un país conocieran las obras de otras naciones de su propio continente. Curiosamente, fueron los españoles Diego Angulo Iñíguez y su discípulo Enrique Marco Dorta los primeros en formar puentes con especialistas de diversos países. Ello se plasmaría luego, junto con Buschiazzo, en la célebre “Historia del Arte Hispanoamericano” editada por Salvat entre 1945 y 1956.
En esta red, Buschiazzo fue clave para el montaje de las relaciones de la segunda línea de protagonistas que haría el relevo de los pioneros Martín Noel, Angel Guido, Federico Mariscal, Elzeario Boix, José Gabriel Navarro. Pero también para la articulación con figuras de la historiografía norteamericana como John Conant, George Kubler, Harold Wethey o Martin Soria y con emigrados europeos como Pal Kelemen, Erwin Walter Palm o Heinrich Berlin, en los períodos en que la Segunda Guerra Mundial impedía la continuación de estudios sobre arte europeo y muchos estudiosos se volcaron al conocimiento de lo americano.
Buschiazzo recorrió el continente americano como probablemente no lo hizo ningún otro historiador de su época e integró en su visión los países hispanoamericanos en sus “Estudios de arquitectura colonial hispanoamericana” (1944) y la arquitectura de Estados Unidos en “De la cabaña al rascacielos” (1945) y en decenas de artículos específicos sobre diversas arquitecturas del continente con su magnífico estudio sobre “Historia de la Arquitectura colonial en Iberoamérica” (1961).
La amplia visión de Buschiazzo y la constelación de sus relaciones se fueron acentuando por las oportunidades que ofrecía el publicar en su prestigiosa revista Anales del Instituto de Arte Americano en Investigaciones Estéticas, aparecida regularmente desde 1947 hasta su muerte en 1970. Esto se complementaba con su capacidad de documentar tanto historiográficamente como fotográficamente las obras que visitaba personalmente. Su magnífica biblioteca, hoy en la Biblioteca Provincial del Chaco Leopoldo Herrera, en Resistencia, testimonia la amplitud de sus conocimientos en centenares de libros y folletos acuciosamente anotados al margen. Su colección de negativos, adquirida por la Academia Nacional de Bellas Artes y bajo el directo cuidado del Profesor Héctor Schenone, compañero de Buschiazzo durante décadas en el Instituto de Arte Americano, ofrece los testimonios de esta capacidad.
La exposición es una selección, realizada juntamente con la licenciada Elisa Radovanovic, que permite entender la doble visión del investigador y el observador perspicaz. Las fotos integran un complejo mosaico que abarca buena parte de los países del continente, pero a la vez muestra sus diferentes focos de atención. Ellos iban desde los edificios históricos a los de la arquitectura contemporánea, sin soslayar escenas costumbristas que permitieran entender el “clima” y el modo de vida de las comunidades latinoamericanas. Buschiazzo testimonia el singular esfuerzo de los pioneros por revalorizar el arte y la arquitectura americana, por recorrer intransitables caminos, por otear esquivos horizontes y por “descubrir” los testimonios remanentes de alejados poblados. También por “redescubrir” arquitecturas olvidadas a causa de la intencionalidad enajenada de miradas que tenían como propósito construir aquí un universo europeo, despreciando el legado americano. Buschiazzo documentó la arquitectura prehispánica, inventarió la colonial e irrumpió en la revalorización de la denostada arquitectura del siglo XIX, en tiempos en que el movimiento moderno daba poco oxígeno para tal actitud.
La mirada del intelectual fue acompañada por la del artista y sus fotografías son expresión de este mensaje profundo que lleva a verificarsu carácter de ciudadano de un continente que desde el extremo sur fue recorriendo pausadamente en sus rincones profundos, integrándolos en una visión de conjunto. Esta tarea de Buschiazzo y su amigo Enrique Marco Dorta vertebró los esfuerzos nacionales y regionales que muchos estudiosos fueron construyendo desde sus propios ámbitos geográficos.
Esta tarea de derribar fronteras, formar redes y constituir lazos de amistad y colaboración en la investigación, en tiempos en que las cartas tardaban semanas o meses y había que moverse en camiones, colectivos rurales o ferrocarril, adquiere una dimensión épica que no debemos soslayar al valorar la tarea notable de quienes nos ayudaron a entender mejor a nuestro continente. Los que hemos aprendido de Buschiazzo valoramos estos testimonios intangibles de la red de solidaridades que supo crear a escala continental, sin dudas una tarea de pertinaz presencia y capacidad de organización que llegaron a colocar al instituto, que hoy lleva su nombre, entre los hitos más destacados de la historiografía americana.

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