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Sábado, 2 de abril de 2011

Marcadas por las aguas

Desde las sierras de Petrópolis, en Río de Janeiro, el artista plástico y diseñador rosarino Leo Battistelli rescató belleza de una inundación trágica.

 Por Luján Cambariere

La semana pasada se habló tanto del ejercicio de la memoria. Las palabras muchas veces no tienen correlato en la acción y así estamos. Porque además, cuando algo no sirve, incomoda, nos refleja algo que no queremos mirar o deseamos, más vale apurarse a descartarlo, tirarlo, acribillarlo, sea este un objeto, sueño o relación. Poco importa. Ya vendrán otras. Y también ellos a recordarnos que no es tan fácil desechar. Que al tacho va lo bueno y lo malo y lo que es más trágico, generalmente una parte de uno.

Y entonces vale preguntarse cómo se hace para rescatar. Para en el vendaval que es la vida, arriar velas, parar, mirar.

Y ahí siempre está el agua. Agua que limpia en forma de lágrimas, agua que arrasa cuando hay huracán. A Leo Battistelli, del que hablamos cuando se trata de trabajar con el mayor virtuosismo la cerámica, le tocó lidiar con el agua y el barro, su material, pero en forma de cascada trágica. En el sitio que eligió hace unos años para vivir y trabajar, la naturaleza se rebeló a la mano inconsciente y opresora del hombre y avanzó en avalancha arrastrando todo a su paso. Así quedó sepultada, entre otras, la fábrica que alberga sus increíbles experimentaciones, Cerámica Luiz Salvador. Cuando Battistelli logró llegar al lugar, los empleados ya estaban tirando en una gran montaña –para ellos de desperdicios– las piezas que unas horas antes esperaban secarse para luego ser esmaltadas. El los encontró en una operación autómata y automática. Había que tirar, hacer lugar. ¿Para qué? ¿Por qué? Poco importaba.

Como Leo tiene espaldas anchas (en su Rosario natal trabajó años de salvavidas) y corazón grande, enseguida vio otra cosa en eso que a otros incomodaba. Descubrió verdaderos hallazgos de una belleza absoluta. Dibujos, tramas, pero sobre todo las pinceladas, obra también de la naturaleza, por lo que comenzó enérgicamente el operativo rescate. Subido a la montaña de desechos, separó las piezas dibujadas, las esmaltó, las colocó en el horno y esperó paciente que aconteciera esta vez la magia del fuego.

¿El resultado? Simplemente maravilloso. Una combinación perfecta de pieza contemporánea con raigambre ancestral. De blancura prístina (la de la porcelana de base) con el barro que bajaba de la sierra. “Agua del color de las montañas marca la arcilla cristalizada. Camino al mar, el agua se seca y quedan esos movimientos impresos”, cuenta Leo abriendo las cajas que contienen estos verdaderos tesoros y mostrándolos en nuestra visita a su casa-taller en Río de Janeiro. Y así continúa contando que ahora que bajó el agua, en la fábrica quedó la marca en las paredes. Pero no en las almas de muchos que prefieren olvidar y dar vuelta la página para volver al blanco. Al blanco de la porcelana pura. Al de la hoja nueva. Mientras tanto, él continúa con su operación salvataje que adelanta en primicia a m2.

–¿Por qué se desmoronó nuevamente la sierra?

–Llovió mucho durante días y el suelo de las laderas de las montañas se transformó en barro líquido. Una tormenta de esta magnitud que descarga millones de litros de agua en poco tiempo y genera un alud de barro imparable, puede tener sus orígenes en el calentamiento del planeta, en los deforestamientos, en las guerras, en el crecimiento demográfico o en la atmósfera alterada por el impacto humano. Todos participamos de este desorden ambiental, en nuestra insistente ignorancia de no querer entender nuestro mundo, nuestra casa, nuestra vida. Uno de los posibles comienzos de esta historia es la tala de selvas por la depredadora colonización europea. Deforestamiento que quiere obtener el máximo de recursos vegetales pero que genera sequías, calor y desprendimientos de tierra. Las grandes superficies se transforman en plantaciones o pastoreo y agotan el agua y los suelos. Pocos son los que visualizan la desertificación que comienza a ganar grandes proporciones y el segundo y tercer re-plantío de especies vegetales autóctonas recuperan grandes regiones; el agua vuelve a surgir de los manantiales, los animales e insectos regresan y se expanden nuevamente, pero este replantío sigue siendo menor a lo eliminado, y las plantaciones y la cría de ganado siguen teniendo más importancia que la salud y el equilibrio de una región entera y sus habitantes. Sumada a esto se encuentra la contaminación de los ríos y cursos de aguas menores, y la población de espacios que deberían ser preservados a la naturaleza y sus movimientos. Es lo que ocurrió en estas sierras muchas de las laderas que se desmoronaron estaban totalmente deforestadas y las que tenían bosques que también cayeron eran plantaciones secundarias. 

–¿Por qué “Memoria del agua”?

–Es un proyecto de rescate de piezas cerámicas que sobrevivieron al pasaje del alud de barro. Un intento de despertar y mantener activa nuestra memoria siempre frágil. El no respetar y estar en armonía con la naturaleza, con el mundo que nos abriga y nos da forma, expone la desvalorización de nuestra fuente de vida, de nosotros mismos. Cristalizaré un momento impreso de la naturaleza en objetos de uso diario, momento-mensaje que podría ser simple de comprender y aprender, pero que es automáticamente negado, ocultado y olvidado. Con la acción de cristalizar para siempre estas cerámicas pintadas por el agua, encuentro un modo simple de hacer diálogo con el río; que el agua nos comunique lo que vamos olvidando de nuestro mundo, intentar ver y escuchar lo que el río nos diga. Quiero dejar cristalizado este mensaje-valor natural y antiguo, un “bello” recuerdo arqueológico de una tragedia. Las piezas salvadas formarán instalaciones y esculturas que agrupadas generarán “Memoria del agua”. 

–¿Cuál cree que es la cualidad, el don, para ver? Ver belleza donde otros ven basura, ver oportunidades donde otros ven sólo un problema.

–No sé si es un don o una cualidad, creo que es una actitud que se puede ejercitar para la que es esencial dejar la mirada vacía de preconceptos, hacer silencio para que el material o lo visualizado nos comunique sin nosotros interferir en ese diálogo que comienza. Creo que así funciona para ver y actuar de esa manera. En mi experiencia particular, el reciclaje, el reaprovechamiento, transformación de materias primas, está desde siempre en mi memoria y mis abuelos son las figuras vinculadas a estos actos que me marcaron el respeto por la tierra y sus componentes. Mi abuela María era una gran cocinera que, además de plantar en su jardín frutas y hierbas medicinales, aprovechaba los desechos orgánicos para alimentar la tierra, creando abono. Reciclaje primario. Mi abuelo Alfredo armaba sus murales-collages con restos de pedazos de azulejos, metales, plásticos y maderas. De niño lo observaba crear mundos fantásticos con poquísimos recursos y herramientas, mi formación artística comenzó observando estas obras realizadas con basura. Podríamos llamarlos de materiales nobles también, pero como habían sido desechados, automáticamente pasan a ser despectivamente posicionados como “basura”. Una palabra que marca y una des-funcionalidad específica transforma algo útil en inútil en un segundo. Palabras mal usadas e interpretadas. Quizás el haber nacido y haber sido criado en la periferia de una ciudad como Rosario, donde los basurales ilegales a cielo abierto se generaban en los campos circundantes juntamente con el crecimiento de las villas miseria, ya veía de muy chico un sistema de reciclaje de estos basurales y el reaprovechamiento en los puntos de recepción de materiales. Uno de esos puntos de colecta estaba en la esquina de mi colegio, recibiendo papel, vidrio, hierro y otros metales. Me crié atento a estos eventos, visiones y los recuerdo vívidamente y me sirven como punto de referencia para ver y hacer.

–¿Cómo fue el proceso de rescate, el puntual de sacarlos de la montaña de basura y el de procesarlos para que se transformaran en esas piezas?

–Cuando logré llegar a la sierra ya se había eliminado más del 70 por ciento de las piezas sumergidas del stock de la fábrica. Intento entender este desprenderse rápido del recuerdo de un desastre reciente, borrarlo de la memoria, sacarlo de la mirada. Para la mayoría de los trabajadores de Cerâmica Luiz Salvador, todas las piezas cerámicas alcanzadas por el barro no servían más. La marca de ese barro que cargaba con la destrucción de selvas y pueblos no dejaba ver que, debajo de esa fina y sutil película de arcilla roja, la pieza original se mantenía incólume y sin perder sus funciones utilitarias y que además ese barro “maldito” había dejado marcado un dibujo bello, increíble y sin igual. Asimismo, logramos salvar una gran parte. Primero comencé salvando las piezas para después comenzar a probar cómo fijaría la marca de agua. Estaba seguro de que funcionaría y después de comprobar que las piezas podrían ser salvadas con una película de esmalte transparente, vino la segunda selección de piezas. Automáticamente al ver el resultado, muchos empleados comenzaron a querer tener una pieza marcada por la inundación. La basura al ser separada y tratada se valoriza y vuelve a ser mirada con respeto y deseo. Todavía me encuentro en el proceso de separación y cristalización de la marca del agua. Cada paso del rescate de estas piezas es realizado con conciencia, se reaprovechan esmaltes y los espacios vacíos de los hornos para generar un objeto que no malgaste energía.

–¿Por qué cree que, contrariamente a lo que pasaba antes, ahora las personas tienen necesidad de tirar lo que aparentemente no sirve?

–Educación. Volvemos a lo mismo, cómo se ubican, usan y con qué nombres se designan los materiales. También el exceso. Hay una saturación de materiales llamados desechables. Estamos llenos de productos accesibles y son pocas las empresas productoras que nos enseñan a utilizar esta gama enorme de productos. Llegan a nuestras manos materiales que no tenemos idea cómo se hicieron o cómo debemos actuar para desecharlos. Nos enseñan que lo descartable supuestamente es práctico y rápido, pero no nos enseñan que lo desechado después continúa en nuestro mundo, cerca nuestro, que altera el medio ambiente y obviamente a nosotros. No nos enseñan que podemos vivir sin esos productos, ni que podemos cambiar el modo como se produce en nuestro mundo. La voracidad de este modelo de mercado nos muestra que todavía somos brutales en nuestro formato de vida y muy vulnerables a la publicidad. Se vende y no se educa, esa es la diferencia. Y peor, nos sentimos educados.

–¿Cómo fue el momento de la salida de estas piezas del horno?

–La salida del horno siempre es algo nuevo, nunca se sabe qué sucede en el calor, siempre es una celebración, nunca sale algo sin encantarme, siempre encuentro algo que me seduce, que me conduce a otros caminos. Si el resultado no era el esperado, la salida del horno siempre me encuentra abierto a nuevas visiones, a nuevos caminos. Con estas piezas marcadas por el río San Antônio no fue diferente, cada salida del horno es una visión increíble, el barro se cristaliza y expone un momento de naturaleza poderosa. Muchas de esas piezas que rescaté nunca las había utilizado, pero con la marca del río impresa, la figura de la pieza se transforma también o queda como marco de un poderoso acontecimiento natural. Una de las razones de que estas piezas se salvaran fue que la fábrica se inundó sin violencia, la resistencia de los portones impidió que entrasen objetos de gran tamaño (árboles, autos, piedras) que hubiesen quebrado todo a su paso. Fue así que el barro marcó las piezas dejándolas en su lugar original, las estanterías del stock de cerámica sin esmaltar se fueron cubriendo de barro y cada pieza fue marcándose de una manera diferente, no existen piezas iguales; me fascinan las piezas que totalmente cubiertas guardaban aire dentro formando burbujas que después generan sutiles camadas de fino barro rojo, auténticas marcas del movimiento del barro, y encuentro maravillosas las piezas que fueron alcanzadas por la mitad en la inundación, que marcan la altura exacta de la crecida del río. Esa marca, que coincidentemente se conecta con una de las colecciones que realizaba en Argentina, Flota, el mismo principio se produce naturalmente, las piezas flotan por minutos y vuelven a depositarse en las estanterías a más de dos centímetros de altura sin quebrarse ni volcarse; particularmente encuentro esas piezas bellísimas. Cerámicas pintadas por un río que creció ocho veces su tamaño.

–Cuando algo supremo dibuja nuestras vidas, uno muchas veces se resiste, no quiere perder el control y lo primero es querer ponerse en otro lugar. Es difícil abrirse a trabajar con lo que hay. Entonces, la pregunta: ¿Qué se toma y qué se deja en una intervención así?

–A partir de este acontecimiento redoblo mi respeto y atención con el mundo que nos da espacio para vivir. Me desespera ser partícipe de un ciclo de vida en el cual se actúa brutal e inconscientemente con nuestro hábitat. ¿Qué dejo? Mi tiempo. Me dedico entero a este acontecimiento hasta exponerlo.

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