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Sábado, 9 de julio de 2011

Los mundos de Mori

Oneness, la muestra de la destacada diseñadora y artista plástica japonesa Mariko Mori, desembarcó en Brasil uniendo arquitectura, nuevas tecnologías y mensajes esperanzadores.

 Por Luján Cambariere

Hasta este domingo y antes de partir para San Pablo (en enero estuvo en Brasilia) puede verse en el Centro Cultural Banco Do Brasil de Río de Janeiro la muestra Oneness, de la diseñadora y artista plástica japonesa Mariko Mori. La movida corrió por cuenta de un gestor por excelencia de estas megainvitaciones transatlánticas, el curador Nicola Goretti, quien una vez más alcanzó su objetivo de traer a Latinoamérica, en este caso a esta destacada personalidad de la escena artística actual.

Mori estudió diseño de indumentaria en el Bunka Fashion College de Tokio, pero en 1988 se mudó a Londres para inscribirse en el Chelsea Art School y poner el foco en su trabajo artístico iniciando una producción que une diseño, espiritualidad y nuevas tecnologías.

En Brasil desembarcó, literal, con su nave Wave Ufo, una cápsula de 34 pies de largo en forma de gota que puede albergar a tres personas en cómodos asientos de technogel. La estructura está hecha de aluminio fundido y carbono muy leve, cubierta de paneles de fibra de vidrio que se encajan unos con otros de 1 mm de espesor entre sí. Ella investigó un revestimiento que mudase de color constantemente con la luz, incorporando a la vez nuevas tecnologías, gráficos computarizados, proyecciones de video y estructuras de ingeniería. Una presentación audiovisual corre dentro de esta arquitectura biomorfa y es controlada por la actividad cerebral de los ocupantes. Este EEG –Electro Encefalograma– es obtenido a través de un dispositivo colocado en las cabezas del trío experimentador. Monitorean sus ondas cerebrales y éstas se traducen en gráficos y sonido. Las formas que se proyectan en las paredes de la escultura van cambiando como respuesta a tres tipos de ondas cerebrales, mostrando, a través del color, cuál es la dominante: la beta (rojo) que se encuentran en estados de conciencia de alerta normal; la alpha (azul), que acompaña los estados de relajación, sueño despierto o meditación, y la theta (amarillo), que se encuentran en estados cercanos a la ensoñación. La segunda parte de la proyección, “Mundo conectado”, une la experiencia individual a la universal. Formas abstractas a color lentamente se expanden y envuelven dentro de formas semejantes a células individuales y estructuras moleculares.

Una impresionante movida high tech que ella emplea para lo que muchos tildan de “utópica unión planetaria”, ya que lo que intenta expresar con esa puesta (de ahí que sea muy controvertida) es que debemos comprender que si bien los individuos representan unidades autónomas estamos interrelacionados por medio de nuestros pensamientos.

También son de la partida seis alienígenas (Oneness) que tomados de las manos invitan a conectarse, ya que al abrazarlos muestran sus signos vitales y, por qué no, sentimentales, en cuanto sus ojos y corazón comienzan a moverse y latir, respectivamente. Aquí el mensaje va en la misma dirección: nos comportamos como extraños con personas de culturas diferentes cuando en esencia todos somos iguales. Y sobre todo que todos somos parte de una inmensa circulación cósmica. Y el círculo de piedras coreanas asemejando los tomens prehistóricos de “Transcircle” (2004), con una composición multimedia en tiempo real y leds que recuerda a los mandalas y la idea de cosmos y superación del karma para pasar a otra dimensión, entre otras videoinstalaciones y dibujos.

Poética

Por lo menos de este lado del planeta, lo más interesante de la obra de Mariko es el sabio pensamiento oriental que revela. Sobre todo la tradición que mixtura con la contemporaneidad en pos de un mundo mejor o de generar una nueva conciencia.

Conceptos fundamentales del shintoísmo, sobre todo los que hacen referencia a la unión entre los seres y el ser parte de la naturaleza. El concepto japonés “ishin denshin”, que significa comunicarse sin la necesidad de acto verbal. “Lo que para Occidente puede ser percibido como una cualidad telepática o misteriosa, para los japoneses representa ‘aquello que el espíritu piensa o el corazón transmite’”, explica Goretti a su tiempo en el catálogo de la muestra.

El ikebana, preparación de arreglos florales, que es una excelente excusa para reunirse entre las mujeres y distender tensiones en una tarea compartida. O el tsungari (conexión) y hedatari (distancia o autocontrol), dos principios básicos en los que se basan las relaciones humanas en Japón. Entre muchísimas otras herencias de rituales y costumbres que trae a cuenta Mariko en sus obras.

“La realización de Oneness en suelo brasileño significa correr el biombo entre ambas culturas, alargando los horizontes en dirección a espacios intangibles, para que podamos conectarnos a partir de nuestras diferencias y semejanzas”, remata Goretti, mientras son los más chicos unos de los que más disfrutan de treparse a la nave o contactar con los simpáticos alienígenas, quizá por ser el sueño de muchos o porque a esa edad todavía no están levantados los muros, que luego cuesta tanto derribar.

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