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Sábado, 24 de septiembre de 2011

Reeditar un icono

A cargo de su nieta y en complicidad con otro joven promotor del rescate de grandes valores del diseño argentino, reeditan piezas del arquitecto, diseñador y artista César Jannello.

 Por Luján Cambariere

El diseño argentino tiene y tuvo muchos próceres. Son los que anduvieron por las grandes ligas y les hacen sombra a los de renombre internacional. César Jannello es uno que, para variar, es poco reconocido. Gracias al empuje de dos jóvenes entusiastas –su nieta María Jannello y Wustavo Quiroga, diseñador mendocino, gestor y curador de diseño, director del MEC Museo (en construcción) y coordinador del área de diseño del Cceba (y ahora también curador de la Editora Jannello)– le llega el próximo octubre su merecido reconocimiento en el mejor formato que puede pedir un diseñador: reeditando alguna de sus mejores piezas.

La silla W, para muchos uno de los mejores asientos argentinos, ha sido reeditada en una versión original coincidente a la que se encontraba en la casa Curuchet en La Plata. Una edición limitada de cien unidades que reproducen exactamente con los materiales (hierro pintado y cedro macizo) y el sistema de producción (ebanistas sobre todo) las cualidades de la época, además de una versión actual, basada en estudios de visión de Jannello para colorear las superficies (un modelo diferente al anterior porque cambia el encastre del respaldo y los materiales). Y otras dos sillas más: la “desarmable” o K de 1953 y la Piola de 1950.

–¿Cómo surge esta iniciativa? ¿Ustedes se conocían?

María Jannello: –Nos conocimos en 2007 y desde entonces venimos conformando el archivo Jannello, que pertenece a MEC / Fundación del Interior. Este trabajo que todavía está en proceso consiste en la búsqueda de documentos, piezas y prototipos originales, registros fotográficos, entrevistas y demás archivos sobre mi abuelo. En 2010, a partir de la experiencia de reapertura de la fábrica Colbo de la arquitecta Colette Boccara, planeamos con Wustavo reeditar las piezas para volver a insertarlas en el mercado como legado histórico. Durante ese año nos dedicamos a investigar en detalle el mobiliario de mi abuelo; entonces descubrimos que había muchos vacíos y que podíamos aportar con datos faltantes a la historia del diseño argentino. Recién en 2011 nos abocamos a la producción de la silla W clásica y la nueva W en versiones de colores y maderas enchapadas. Con estas piezas fue una tarea difícil realizar ajustes formales-tecnológicos porque significaba intervenir un icono del diseño.

–¿Por qué decidieron reeditar la silla W?

M. J.: –Con la revalorización del diseño moderno latinoamericano (que en Brasil ha tenido tanta fuerza) comienza a surgir en la Argentina la posibilidad de recrear estos clásicos modernos y encontrarles un espacio en el mercado con personas que aprecian el valor histórico del diseño y la producción cuidada a pequeña escala.

Wustavo Quiroga: –Esta silla, más allá de ser muy conocida por expertos nacionales e internacionales, no ha sido historiada en profundidad. Su primera versión de desconoce y faltan eslabones de algunas variantes que conforman la saga W, que básicamente es una silla en proceso. Durante su evolución intervienen figuras como Tomás Maldonado, Gerardo Clusellas, Amancio Williams, Colette Boccara. En 1944, Jannello visita en Mar del Plata la “Casa del Puente”. Durante su construcción realiza, con materiales de la obra, su primera silla con estructura de hierro inspirada en el diseño BKF, y respaldo y asiento de madera con formas geométricas. Posteriormente trabaja en Mendoza junto a un ebanista y proyecta la silla de tres patas y respaldo móvil, que será luego sustituida por cuatro apoyos para lograr una mejor estabilidad. La silla de cuatro patas obtiene lineamientos más escultóricos y funcionales: aprovecha al máximo las propiedades de la elasticidad del hierro para sujetar el asiento y el respaldo, dar movimiento a este último, y permitir fácilmente desmontar sus partes sin utilizar tornillos. Desde 1947 la produce en París junto al decorador Raoul Guys, dentro del catálogo Style AA. Desde 1949, Tomás Maldonado se encarga de comercializar las sillas entre conocidos, proponiéndole un modo sistemático de industrialización y producción. Al año siguiente las utiliza en un stand que realiza en Galerías Pacífico de Buenos Aires para promocionar una máquina de escribir por sus ventajas ergonómicas en usos prolongados. En 1951, su amigo, el arquitecto Gerardo Clusellas, le aconseja realizar ajustes ergonómicos, por lo que la silla cambia: baja la altura del respaldo y se reduce su tamaño. AXIS, OAM, AIM y Comte son algunos de los puntos de venta en Buenos Aires. La Casa Curutchet, la casa de Amancio Williams, son algunos de los lugares donde se podían apreciar estas piezas de mobiliario. La silla W es precisamente una pieza en proceso, y durante el estudio formal surgieron diferentes prototipos y piezas seriadas: con el soporte de hierro que termina debajo del asiento, con estructuras virtuosas donde aparece como resultado un respaldo móvil y con los apoyos en tela tensada. Por último hallamos también los datos que citaban para promocionarla en las cartas de entonces: “Exacta proporción entre las dimensiones de las diversas partes, que redunda en un aspecto altamente estético. Gran solidez y facilidad de construcción debido a que está construida totalmente en seco, es decir con uniones metálicas, sin encoladuras. Economía de producción, ya que ha sido pensada de tal manera que todas las etapas de su fabricación se hacen a máquina. Economía de almacenaje y transporte, que se efectúa con el mueble desarmado”, entre otros.

–¿Cómo es volver a producirla en el contexto país?

M. J.: –La silla nace de un planteo intelectual y encuentra una solución con los recursos básicos disponibles. Este quehacer desde la precariedad está muy relacionado a la identidad argentina. Actualmente con la tecnología que disponemos se facilita su realización, pero es una condición de nuestro proyecto mantener el ingenio por encima de las circunstancias. 

–¿Qué otras piezas están reeditando?

W. Q.: –La silla Piola o de jardín (1951). En su tiempo, para promocionarla hacían hincapié en su solidez, simpleza constructiva y elasticidad del respaldo; además, obviamente, de su forma original. Una silla y sillón de acero, con asiento y respaldo de soga o material plástico. Y la desarmable.

–Cuénteme un poco de usted, María.

M. J.: –Estudié diseño y escenografía, aunque luego me desenvolví como autodidacta en dirección de arte en cine y publicidad. Heredé una formación plástica de mi padre, Bruno Jannello, que fue un importante artista plástico y serigrafista con uno de los talleres más importantes de Latinoamérica. Mi gran maestro fue mi abuelo César, de quien aprendí morfología y estética del diseño desde experiencias prácticas. Con el tiempo pude reconocer la importancia de dibujar cubos y tramas en servilletas de papel o las charlas de sus viajes por el mundo durante las comidas. Siento que aún sigo aprendiendo y conociendo más sobre sus pensamientos.

–¿Cómo es ser la nieta de un icono del diseño local? ¿Qué anécdotas, historias, recuerdos le gustaría compartir?

M. J.: –Siento un gran orgullo de ser su nieta; sobre todo ha sido emocionante recibir el cariño y el respeto que le tienen todos sus colegas, amigos, alumnos, grandes profesionales y pensadores de hoy en día como Marta Levisman de Clusellas, Norberto Chávez, Claudio Guerri, Ricardo Blanco, Silvio Grichner, Germán Carvajal, Eduardo Joselevich, Francisco Kropfl, entre muchos otros.

–¿Cómo sigue esto? ¿Con qué otras piezas?

M. J.: –Pensamos en la Editora Jannello como un proyecto que nos permite editar, además de clásicos, nuevas piezas contemporáneas. Prevemos futuras incorporaciones de otros grandes maestros y jóvenes promesas del diseño. En eso estamos con Wustavo y Marcos Winter: en el de-sarrollo gráfico.

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