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Sábado, 12 de abril de 2003

Un lenguaje criollo

En unas hectáreas de campo parejo en el norte bonaerense, se alza una reposada casona diseñada con la mejor sintaxis tradicional. Criolla pero no anticuada, cómoda, bien equipada y luminosa, es una obra que cumple la mejor regla del clasicismo moderno: parece que siempre estuvo ahí.

Por Sergio Kiernan

Qué será lo que tiene la casa criolla que siempre se vuelve a ella. Es nuestro primer lenguaje, es la bahiana que extrañaba Caymmi, la comida de aquella patria que es la infancia. Y es una gramática que por su misma sencillez permite lucimientos y degolla errores, lienzo blanco donde los ismos no disimulan nada. Alejandro Moreno, diseñador amante de lo clásico, construyó una casa que se asienta en un sólido lenguaje criollo y en varias hectáreas manicuradas de la zona norte de la provincia. En un tranquilo juego de proporciones probadas, con los temas en sordina, esta propiedad se aprovecha de una de las ventajas del arsenal tradicional: flamante, parece que siempre estuvo ahí.
La casa reemplaza un decadente tambo transformado casi en basural rural, que le heredó una casi hectárea con arboleda añosa y una elegante entrada encajonada entre altas casuarinas. Bien de campo, tras la sombra del monte se abren las hectáreas ralas, con un jardín que se va asentando a puro mimo. La casona es un arreglo en clave menor: larga, abrazada al suelo, en sus muros sólo se destaca una moldura importante, casi una cornisa. Las verticales las marcan unos sistemas pluviales importantes, las aperturas tienen las proporciones y las sencillísimas rejas del modelo pampeano. Hasta el color es reticente: es cemento con color que el sol fue aclarando aun más.
Esta obra de casi 600 metros de superficie cubierta sólo se da aires en sus juegos de columnas. Y hasta este lujo se atempera con pudores criollos. Las columnas muestran una delgadez y altura que las torna aéreas, explica Moreno, frente a sus ancestros de la primera mitad del siglo XIX. El conjunto tiene un cierto aire italianizante que le va muy bien y, como todo buen uso de un repertorio, no parece copia ni maqueta, es obra contemporánea.
La planta es más compleja de lo que se adivina a primera vista. Básicamente en I, tiene sin embargo avances en los extremos que le permiten acomodar las vistas desde los dormitorios y definir curiosas pérgolas esquineras. La fachada de llegada, la primera que se ve, gana en importancia por un cantero redondo que se circunvala por un sendero de piedra partida. El visitante primerizo no se confunde ni por un minuto: la casa le marca con claridad clásica su entrada. Es una puerta central enmarcada por dos columnas pegadas al muro, flanqueadas a su vez por dos ventanales simétricos y, a derecha e izquierda, otras dos columnas. Este paño se separa levemente del muro principal, transformándose en un volumen propio que está coronado en el remate por cuatro copones colocados exactamente arriba de cada columna.
Como suele suceder en las casas que diseña Moreno, a través de los ventanales de la fachada se puede ver no sólo el interior sino las puertas vidriadas que dan a la galería y más allá campo y cielo. Es como si la casa tuviera una vocación de transparencia, una liviandad amiga de la luz.
Otra característica menos visible es la serena proporción de todas las superficies y volúmenes. La fachada de acceso, por ejemplo, queda definida en cinco paños idénticos. El jardín en U que marcan sus alas es repetido del otro lado en la amplia, soñada galería cubierta, digna de un club de campo y dividida en varias áreas para comer, conversar, jugar. Esta galería está sostenida por seis columnas, por lo que el conjunto queda descripto por nueve volúmenes, aplomados y en equilibrio, pero nada inmóviles.
Las ventanas aparecen como bajas en los muros que las contienen. Es un efecto muy sutil y muy argentino, que hace “cabezona” a la casa y balancea la influencia italiana. Es uno de esos detalles que explican cómo funcionó el matrimonio de dos estilos mediterráneos y latinos, el que trajeron los primeros arquitectos e inmigrantes, y el que descendía de España.
Los interiores mantienen la sencillez, que es el tema del conjunto. Tienen alturas generosas, especialmente nobles en el enorme ambiente central que alberga áreas de estar y un comedor. A cada extremo están losdormitorios y la cocina, tan claramente alineados que permiten vistas de punta a punta de la casa. Los pisos son un lujo: tablas de pinotea de un ancho inusual, rescatados de los galpones de Puerto Madero.

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UNA DE LAS PERGOLAS LATERALES QUE PERMITE LA PLANTA.
 
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