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Sábado, 17 de diciembre de 2011

Alfonsina y el mal

Aprovechando el feriado largo, destruyen la casa de la poetisa Storni en Flores. Mientras, llegan las notas comunicando que no se puede demoler nada anterior a 1941 y se conoce qué hay adentro de la Richmond.

 Por Sergio Kiernan

En Flores están lívidos, porque algún avieso destruyó la casa de la poetisa Alfonsina Storni en la calle Terrada. Esta casa chorizo formaba parte del Area de Protección Histórica del barrio y tenía ya primera lectura de catalogación. La doble protección parece que no impresionó a los nuevos dueños, que aprovecharon el feriado largo y a partir del jueves se cargaron el lugar.

La casa de Terrada 578 era la sobreviviente de tres igualitas, de las chorizo italianas que una vez fueron el alma de Buenos Aires. Según los registros, Alfonsina alquiló ahí a partir de 1916 o 1917, se mudó en algún momento y luego retornó en 1934. Esa era su dirección cuando se fue a Mar del Plata en 1938, en su último viaje.

La casa tenía unos 140 metros cuadrados sobre un terreno de 225, con galería lateral y medio patio al costado, más fondito. Los vecinos de Flores estaban muy orgullosos de la ilustre vecina y ya en los noventa, con Fernando de la Rúa como jefe de Gobierno, pidieron su expropiación para que fuera un centro cultural. Hubo un proyecto, que quedó en la nada, y se recuerda que los dueños de ese entonces, la familia Faur, estaban muy contentos con la idea.

La casa siguió con vida, pero el año pasado arreciaron los rumores de que iba a ser demolida. El entonces diputado del PRO Patricio Di Stefano, que presidía la Comisión de Patrimonio, presentó un proyecto de catalogación que fue aprobado el 6 de octubre de este año y ya se publicó en el Boletín Oficial porteño. El defensor adjunto del Pueblo porteño, Gerardo Gómez Coronado, también se ocupó de la casa, y el 18 de agosto del año pasado abrió una actuación. Lo que hizo Gómez Coronado fue enviar un oficio a la Dirección General de Fiscalización y Control de Obras para que inspeccionara la casa e informara si había una obra. Otra nota fue para la Dirección General de Registro de Obras y Catastro, preguntando si había algún pedido de demolición.

En ambos casos la respuesta fue negativa: ni había expediente iniciado ni se veían obras de ningún tipo. Gómez Coronado volvió a la carga el 17 de enero, preguntando a Registro de Obras y Catastro si alguien había presentado un pedido de demolición para Terrada 578. El 30 de marzo –se toman su tiempo en Dgroc– la dependencia contestó que no, que nadie había presentado ningún pedido de nada sobre ese inmueble.

Con lo que resulta incomprensible el cartelito que apareció colgado en el flamante baldío que quedó donde vivía Alfonsina. La hojita de printer se titula AVISO DE DEMOLICION y explica que el propietario del lugar es Isaac Kapulski y el demoledor es Juan Marcelo Alderete, que tiene la matrícula 266/07 y domicilio profesional en Merlo. El cartelito es prolijo, avisando que el terreno está en un distrito C3II, que tiene tal superficie, que se va a demoler tanto y que la fecha del trámite es el 18 de noviembre de este año. Y abajo dice: EXPEDIENTE 1109148/11.

Por supuesto, nada de esto es posible porque la casa de Alfonsina Storni ya llevaba más de un año inhibida debido al proyecto de catalogación, ya tenía media sanción y estaba siendo vigilada por la Defensoría. ¿Qué será ese número de expediente? Mientras la Ciudad lo averigua, vale recordar que hay una sanción para quienes destruyen edificios catalogados, que consiste en la pérdida de toda la carga constructiva que autoriza el Código, que es reemplazada por apenas un 70 por ciento de lo que ya se demolió. En este caso, a menos que nos sorprendan a todos, se podrán construir 98 metros cuadrados en ese lugar.

Por las dudas, los vecinos de Flores van a expresar su repudio, su enojo y su bronca ante el desmán y ante la anomia del gobierno, que sigue con la mayor pasividad este tipo de eventos. La cita es mañana a las cuatro de la tarde en la puerta de lo que fue la casa de Alfonsina.

Las notas

Costó más de lo esperado, pero al final se pudo: el Ministerio de Desarrollo Urbano recibió las notas de la diputada María José Lubertino comunicando que existía el proyecto de ley 2519-D-2011, que pide catalogar todo edificio de esta ciudad anterior a 1941. Esto de mandar notas específicas a Desa-rrollo Urbano ya es costumbre en cada caso de proyecto de preservación, ya que previene “descuidos” como autorizar la demolición de inmuebles que, según la ley y la Cámara porteña, tienen que estar inhibidos por el solo hecho de ser considerados por la Legislatura.

Curiosamente, tomó un par de días porque los mecanismos meandrosos de la administración de la ciudad cambian y cambian. La mesa de entradas general, la de Rivadavia al 500, afirma ahora que no reparte más notas o cartas a dependencias que no estén ahí mismo. Alguno que otro funcionario de mesa de entrada se juega el puesto y un bonito sumario al observar los contenidos de las notas, cosa que les corresponde en todo caso a los secretarios legales y técnicos.

Con lo que no hubo más caso para los asesores de Lubertino que ir de mesa en mesa dejando notas. En Cultura dejaron las destinadas al ministro Hernán Lombardi y a la subsecretaria de Patrimonio Josefina Delgado. La recepción no tuvo número de inmediato porque el ministerio estaba “sin sistema”. En Desarrollo Urbano quedaron, en mesa del ministro Daniel Chaín, su copia y las destinadas a su subsecretario de Planeamiento y los directores generales de Fiscalización y Control de Obras, y de Registro de Obras y Catastro. Entre los cuatro controlan y son responsables de los trámites, con lo que ahora tienen todos los elementos para no permitir que se demuela nada anterior a 1941 hasta que la Legislatura acepte o descarte el proyecto de Lubertino.

Para que quede todo formalizado, la aceptación de las notas de la diputada lleva el número de expediente 2297094/2011. Cuando se venza la Ley 3056 este 31 de diciembre, debido a que el PRO se niega a renovarla, no se podrán dar permisos de demolición de ningún tipo. Al menos, no legalmente.

La Richmond

La vieja confitería que le dio su nombre al grupo Florida sigue cerrada y en un limbo donde puede transformarse en una sucursal de Nike, una empresa que debería cuidar un poco mejor su imagen. ¿O habrán contratado al mismo genio que tenía el Citibank y los cubrió de gloria con el escándalo del teatro Opera? Otro misterio del lugar, donde todo está parado por orden judicial. Y fue la misma Justicia la que el 9 de este mes ordenó un inventario judicial, con testigos. Entre ellos estaba Rocío Barreiro, la abogada que asesora a la diputada Lubertino y que hizo su propia lista de lo que todavía yace en la confitería.

La recorrida comenzó por el subsuelo, donde todavía están las mesas de billar y pool, tapadas con lonas negras, y las taqueras, ábacos y contadores. Sobre las mesas siguen colgadas las lámparas de siempre, en las paredes están las fotos de viejos campeonatos, cerca de la barra se encuentran las mesas de ajedrez y los asientos bordó con tachas. La única señal de deterioro la da el piso, que muestra hasta roturas. En el depósito del bar hay más de cien cajas de bebidas y en un taller-depósito hay 27 sillones de patas torneadas en diversos estados de rotura y decrepitud, tres mesas rotas y algunas butacas bordó.

El salón principal es una imagen de desolación, con algunos muebles apilados contra las paredes. La boisserie sigue ahí, aparentemente en buen estado, y en ella se apoyan unos paneles de cuerina verde. Todavía cuelgan en su lugar las nueve arañas de ocho brazos y las dos principales de doce brazos, y en los muros perduran los 21 apliques haciendo juego. El bar sigue en su lugar, con la gran congeladora de diez puertas, y en la cocina hay una escena estilo Titanic: platos sucios, restos de comida, como si el lugar se hubiera hundido en medio de una comida.

La pavada

Una de las mayores tonteras vistas en los últimos años en esta ciudad –y esto es mucho decir– fue la sanción de un “tribunal de honor” aplicada por la Junta Central de Consejos Profesionales de Agrimensura, Arquitectura e Ingeniería contra el arquitecto Fabio Grementieri. La “falta grave” de Grementieri fue criticar con toda dureza a los colegas que maltrataron el Teatro Colón, lo que según esta Junta Central es contrario a la ética profesional. El papelón fue agravado con el tiempo, ya que se supo que mucho de lo que había señalado Grementieri como ignorancia, pereza y codicia era cierto nomás. El que lo dude, puede ir y comprarse de recuerdo una maderita del escenario del gran teatro...

El tema vuelve a cuento porque esa otra benemérita institución profesional que es el Consejo Profesional de Arquitectos y Urbanistas publicó el 29 de noviembre la sanción contra Grementieri en su página web. Al CPAU nunca se le pasó por la cabeza cuestionar la ética de los profesionales a los que se les caen edificios y matan vecinos por ahorrar costos, pero sí le parece grave que un arquitecto señale en público las barbaridades que comete gente que exhibe ese título. Tampoco le incomodó defender y seguir defendiendo a un grupo de arquitectos involucrados con el Colón que eran todos funcionarios públicos y deberían saber que esa condición acarrea ser criticado en público.

A la publicación del CPAU la está amplificando una campañita de mails lanzada por un par de arquitectos, que circulan un texto pomposito. Dicen ahí que “por razones de bien público” es “importante” que se sepa que “el encausado recibió su sanción”. Lo único que hacen es recordarles a todos que Grementieri tuvo razón en lo que dijo, que las obras fueron muy mal encaradas y que los profesionales que lo “encausaron” deberían dejar la vida política o aprender a bancarse que les señalen los errores.

Guías y fotos

El lugar fue de lo más patrimonial que tiene esta ciudad, el Zanjón de Granados que fue conventillo nefasto hasta que un alma inteligente lo recicló, lo puso en cada tour porteño y lo transformó en valioso lugar de eventos. Allá abajo, entre ladrillos coloniales, se presentaron las Guías de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural porteño. Son dos pequeñas publicaciones que buscan explicar en palabras simples y con mucha gráfica qué son las artesanías contemporáneas y qué es la arqueología urbana. Los libritos de bolsillo fueron presentados por la titular de la comisión, Mónica Capano, que sigue ahí luego de que pasara el intento macrista de copar el lugar con ex asesores, ahora sin puesto, quebrando la tradición de que la parte por la Legislatura no fuera oficialista.

Mientras, en Barracas, avisan que en el muy agradable bar El Laurel, Iriarte 2290, sigue colgada la muestra de lo mejor del concurso fotográfico que organizó Proteger Barracas. Como se recordará, hace dos semanas los de Proteger festejaron allí su triunfo de bajar las alturas en 30 manzanas del barrio, lo que salvó a decenas de edificios de la piqueta maleva. Parte de la fiesta eran las fotos y esa parte se prolonga.

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