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Sábado, 15 de septiembre de 2012

Los Konex del diseño

Diana Cabeza, Juan Cavallero, Federico Churba, Hugo Kogan y Alejandro Sarmiento, Diplomas al Mérito de los Premios Konex 2012 al diseño.

 Por Luján Cambariere

La semana pasada recibieron los Premios Kotex cien personalidades del mundo de las artes visuales, en veinte diferentes disciplinas, por considerarlos los profesionales más destacados de la última década (2002-2011). Diana Cabeza, Juan Cavallero, Federico Churba, Hugo Kogan y Alejandro Sarmiento fueron los galardonados en diseño.

Los cinco hicieron para m2 su propio análisis de ese tiempo.

¿Cuál consideran que fue el mejor proyecto de esta década por el que fueron premiados?

Diana Cabeza: Desde 1993 vengo diseñando y desarrollando elementos para el espacio público, ofreciendo soportes de uso comunitario para mejorar el “estar” y el “vivir” la ciudad. Haber ganado el concurso de “Mobiliario Urbano para la ciudad de Buenos Aires” fue muy importante, sucedió a fines del 2004 y hoy es una realidad que se está implementando. Además, en el 2010 se pudo proyectar un subsistema que hace a la movilidad urbana: el sistema de paradores de Metrobús que fue instalado en el 2011 en la avenida Juan B Justo, y que cose la ciudad desde Pacífico a Liniers albergando y protegiendo a muchas personas que se trasladan en una forma más eficiente.

Todavía no se puede ver la dimensión de lo que significa coser la ciudad con un lenguaje común que es el de identidad. Habrá que esperar algunos años más a que esté todo instalado y que esté hecha con el criterio con que fue gestada. Vestir la ciudad con elementos que fueron concebidos rompiendo el paradigma de “objeto estrella” u “objeto performance”, no con un carácter protagónico sino integrador enraizado material y formalmente en el mobiliario tradicional de nuestra ciudad. Este premio fue importante, ya que el concurso lo hice asociada a dos diseñadores de mi estudio: el arquitecto Leandro Heine (mi sobrino, radicado hoy en España con un doctorado en Sustentabilidad) y el diseñador industrial Martín Wolfson, que hoy es mi socio. O sea que trajo mucha cola para todos.

Juan Cavallero: El mejor proyecto fue trabajar ininterrumpidamente en griferías y artículos de cerámicas para FV y Ferrum. Fueron 15 años en la formación de un equipo y de modificar en dos empresas la visión sobre el diseño. El premio Good Design de Estados Unidos en los años 2006 y 2011 sobre las líneas Dominic y Edge.

Hugo Kogan: La multiplicidad de proyectos y diseños, los diferentes temas y categorías que fueron proyectados en los últimos diez años complican una elección. Nuestros últimos tres proyectos, de alta complejidad, estuvieron vinculados a programas estratégicos elaborados para retailers, que cubrían desde la creación de sistemas de marcas, proyectos de arquitectura comercial y de sus redes, el diseño y desarrollo de equipamiento administrativo y comercial, los sistemas de identificación y señalización, hasta uniformes, gráfica de grandes dimensiones, identificación de vehículos, estudios cromáticos y gráficos. Sé que también han sido la trayectoria y el valor de la ejemplaridad valores destacados por el Gran Jurado de los Premios.

Federico Churba: No tengo idea de cuáles fueron los proyectos que el jurado puede haber valorado, pero sí tengo mis elegidos. La lámpara Hanoi es uno de los diseños que más me gustan y además fue el primer producto que logré licenciar para que se fabricara en el exterior. La firma italiana Prandina la ofrece en su catálogo de productos.

Alejandro Sarmiento: Creo que, en realidad, en vez de “un proyecto” premiaron “el proyecto”. El modo de hacer las cosas, mi manera de ver el diseño. La visión que tengo sobre la disciplina que se expresa en mis diseños.

¿Cuál se escapa, por más antiguo o más nuevo, y que fue importante para ustedes?

D. C.: El premio que más quiero a nivel afectivo fue mi primer premio: Unesco/ FAU por las “viviendas autoabastecidas en los Ecosistemas de la Puna” (mi tesis de graduación). Lo quiero porque me despertó un gran amor por la región y dio nacimiento a mi investigación sobre la Puna argentina “Espacio Social y soportes de uso comunitario en la Puna argentina, la cultura del no objeto”. Los premios, al ser parte de la historia proyectual de cada uno, se convierten a veces en eslabones orientadores. También me despertó mucho afecto el Celina Arauz de Pirovano, otorgado por DARA. Leí bastante sobre ella y me identifiqué mucho con esa mujer que era un puente entre el diseño y la producción, que trabajaba interdisciplinariamente con los arquitectos y la industria, que había estudiado Bellas Artes. Me provocó un deseo de emulación, separando distancias temporales.

J. C.: La creación de un estudio de diseño industrial, gráfico, fotografía y la permanencia por más de 30 años asimilando todas las nuevas técnicas digitales, en fotografía, 3D. Otro de los alicientes que tuve fue el premio al mejor Stand de la Rural para FV y Ferrum, en dos oportunidades. Y la bacha Azteca, que fue inspirada en una pirámide.

H. K.: Sin dudas los primeros productos diseñados que fueron producidos a escala industrial. Esto sucedió en los comienzos de los ’60. Esas experiencias fortalecieron mi vínculo con las empresas industriales y habilitaron mi capacitación. Recuerdo que guardaba con cuidado extremo cada uno de los primeros productos salidos de las líneas de producción, que limpiaba todos los días del menor polvo que los cubriera.

A. S.: El banco de cartón Circus Stool por conjugar simpleza, belleza y facilidad productiva. Un producto que a pesar de tener más de veinte años de diseño sigue estando vigente y llamando la atención. Una lámina de cartón de 1 mm de espesor que soporta 150 kg que me ha dado infinidad de satisfacciones en todos los lugares donde se ha presentado.

¿El logro personal de estos años?

D. C.: Saber que desde Buenos Aires me puedo trasladar a la Puna para relevar su cultura material y los sitios sociales de reunión y que al volver estoy haciendo algo para otro país muy distante culturalmente de la Argentina. Eso me permite convalidar que el mirar para adentro despierta el interés de los de afuera. Ver productos diseñados en el confín del mundo, publicados en libros internacionales e instalados en plazas de ciudades culturalmente ajenas a la nuestra habla de que el enfoque local convive y es deseado por lo global.

J. C.: En estos últimos años me invitaron a hacer una exposición en toda la parte baja del Palais de Glace, donde pude exponer todas mis disciplinas. La exposición en el MARQ y un viaje a Africa en el 2007, en el cual utilicé una de mis herramientas, que es la fotografía, con las cuales edité un libro que se llama MALI, Los Hijos del Hombre. También edité un libro que se llama Oficios, que resume todas las disciplinas que realizo.

H. K.: Esa década y la de los ’70 fueron de una activa demanda de la profesión. No éramos muchos y sí lo eran las pequeñas y medianas empresas que habitualmente tenían cubierto el ciento por ciento de su capacidad de producción. Fueron probablemente los años de mayor demanda, la dinámica industrial empujaba fuertemente la actividad profesional y los estudios de diseño crecían paralelamente a la industria. Que hayan pasado por mis manos tal cantidad de proyectos y que éstos hayan tenido una respuesta positiva de la gente fue el incentivo que me llevó a decidir mi profesión. Que supongo debe haberles pasado a los diseñadores autodidactas de aquella época.

F. Ch.: Me gusta mirar para atrás y ver que estuve involucrado en distintos emprendimientos vinculados al diseño y que todos ellos hayan tomado fuerza. Es una gran satisfacción, por más que en el camino haya cambiado de ideas y haya sentido la necesidad de alejarme y comenzar con otras cosas. Estas experiencias me dan la pauta de una actitud emprendedora, de la que a veces dudo o no me hago cargo, pero que la historia se encarga de confirmarme. Lo vivo como un logro y sigo empujando todos los días con las mismas ganas.

A. S.: El haberme podido salir con la mía. Lejos de cualquier pedantería, significa el haber podido ser fiel a mis ideas y comprobar que no estaba equivocado para el mundo del diseño, ya que el reconocimiento es permanente tanto aquí como afuera. Para mí los objetos tienen que formar parte de tu vida. Busco que convivan y armonicen y contribuyan al bienestar. Eso intento.

Que condensen azarosamente los 10 últimos años de su carrera para destacar impone alguna reflexión particular, ¿los repasaron de algún modo?

D. C.: Al repasar mi carrera aparecen momentos que fueron muy importantes para mí y que los guardo en mi corazón, como la muestra Genealogías del Sur en el Museo Malba, compartida con Alejandro Sarmiento, y Usos, de Arturo Tezanos Pinto y Carlos Gronda, que me dio una posibilidad de retrospección y proyección. También las notas en las revistas son inflexiones o espacios de tregua para barajar de nuevo. Tener la posibilidad de que te pregunten sobre tus ideas ayuda a reconstruirse, a repensarse. Por último, las investigaciones que hago con Andrea Saltzman, que no tienen paradigmas sino que reinventan todas las relaciones o las intuyen con un carácter prospectivo constituyen otra circunstancia que me hace feliz.

J. C.: En estos últimos 10 años sigo, como toda mi carrera profesional, asombrándome por todas las cosas que me rodean, lo cual considero que es lo más importante en la persona que se dedica al arte. De allí surge la inspiración para todo lo que realizo: diseño industrial, gráfico, fotografía, pintura, escultura, ilustración y los cuentos.

H. K.: Sí, claro, la actividad de los diseñadores industriales, luego de su experiencia en campo, en la práctica y en el mercado, ha ido modificándose, en simultáneo con la profesionalización de las empresas. La visión se ha extendido, la consultoría y el apoyo en diversas etapas de los procesos de producción, su incorporación a áreas cercanas a los niveles de decisión han ampliado el campo de acción. Se han ido empujando otras disciplinas como la arquitectura, y en parte las ingenierías, ocupando con talento esos territorios. Y en esos campos, particularmente en la consultoría, es donde también se ha desarrollado mi actividad en esta última década.

F. Ch.: Resulta que la década premiada coincide con los 10 años que llevo de vida profesional. Me recibí de diseñador industrial en el 2001, con lo cual toda mi obra se concentra en estos últimos 10 u 11 años. La reflexión que me queda tiene que ver también con algunos límites de edad impuestos por algunas muestras o concursos, donde el límite de edad para ser considerado un “joven diseñador” son los 35 años. El día de la premiación del Konex coincidió con mi cumpleaños número 36. Además de ser una forma extravagante de festejo, creo que atravesar la primera década de trabajo es un buen tiempo para madurar las ideas y conceptos sobre la disciplina, y, sin dejar de aferrarme a la juventud que me queda, puedo sentir que la producción que sale de mi estudio de diseño evoluciona en un sentido que me gusta.

A. S.: No, porque siempre estoy mirando para adelante. No para atrás. No soy afín a los balances ni a evaluar el pasado. En todo caso, lo que me lo recuerda son las influencias que noto en otros objetos que veo más recientes y que expresan ese modo particular que siempre tuve de acercarme al diseño.

¿Cómo creen que fue esta década en el país para el diseño en general?

D. C.: Lo importante de esta década es la federalización del diseño. Que se organicen congresos como el CIDI por la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba. La creación de nuevas carreras de diseño industrial como la de la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM en Oberá, Misiones, cuya mentora y directora fue la D.I. María Sánchez. Los concursos de diseño industrial como el XI Salón de Diseño Diario La Capital en Rosario, abierto a todo el país. Creo que el broche es la creación por parte del Ministerio de la Industria de los galardones “Sellos de Buen Diseño”. Este año nos otorgaron 4 sellos por las 4 líneas de productos que presentamos. Esto es otro elemento formador de valor, incentivador del desarrollo y es a nivel nación.

J. C.: En esta década el diseño en general fue muy bueno porque tuvo un desarrollo importante, con profesores de excelente calidad que produjeron diseñadores de alta performance, muchos de ellos trabajando en las principales industrias de Europa. La cátedra en la UBA de Diseño industrial creada y dirigida por el Arq. Ricardo Blanco fue un hito en la historia del diseño en la Argentina.

H. K.: Estas evaluaciones se hacen en forma comparativa, y generalmente con la década anterior, que como sabemos fue de destrucción de parte importante del parque de la pequeña y mediana industria. Y su consecuencia, la peligrosa disminución de la actividad profesional. La política de cierta protección en esta década activó la producción nacional. La tarea de los DI está estrechamente vinculada a la producción; de hecho, se está trabajando en forma regular y la demanda de diseño ha sido permanente. Habría que hacer una evaluación más adelante, porque los indicadores muestran tendencias hacia la baja en la producción, no así hasta ahora en la demanda.

F. Ch.: Arriba y abajo, como zigzaguea la marcha de nuestro país. En términos de “industria”, compañera fundamental para el desarrollo del “diseño”, no veo grandes avances. Sí hay un proceso interesante, en el que el diseño tiene que inventarse a sí mismo, y las voces de los colegas se abren lugar con creatividad.

A. S.: El diseño sigue creciendo pero mayor cantidad no siempre significa más calidad ni mejores productos. Sí hubo un cambio cultural. Se comienza a percibir el diseño. El concepto se incorpora en el cotidiano, con lo bueno y lo malo que eso implica.

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