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Sábado, 8 de diciembre de 2012

Made in Jujuy

La etiqueta Celot, de la arquitecta y diseñadora de calzado Eugenia Sant, es un emprendimiento con base en Jujuy que sorprende por sus diseños de cuidada factura.

 Por Luján Cambariere

La historia de Celot es digna de ser destacada por su cómo y dónde. Nace en Jujuy, lejanía si las hay del que siempre es considerado para el diseño el epicentro de todas las movidas, Buenos Aires. Y donde nos topamos con este bello emprendimiento y su responsable, la arquitecta y diseñadora de calzado jujeña Eugenia Sant, quien con los recursos a su alcance –tecnologías y materiales–, fuerte vocación y cuidada formación decidió lanzar una etiqueta dedicada al diseño, producción y venta de zapatos, carteras y accesorios que sorprenden por su diseño contemporáneo –desde la vidriera destellan platas y dorados trepados a plataformas que son la última tendencia de esta primavera verano– y cuidada factura artesanal. Además de guiños y una maestría en el rebusque, como emplear géneros vintage que aún se consiguen en la región para dar vida a otras piezas que son otra de sus marcas registradas para esta temporada.

–¿Cómo nace tu amor por el diseño de calzado?

–Los zapatos me fascinaron siempre, pero calculo que más aún cuando comencé a viajar. El primero importante, tanto por lo lejano como por la experiencia de convivir con otras culturas, fue cuando terminé el colegio y me fui a vivir a Europa por más de un año (seis meses en Oxford estudiando inglés, tres en Italia en lo de mis tíos y uno girando por Europa). Fue sobre todo en Italia, al norte, donde veía a la gente súper bien vestida, las mujeres híper coquetas y los zapatos y las carteras impecables. Todo cuidadosamente combinado, equilibrado, con mucha sobriedad y elegancia. ¡Eso me fascinó! Y , sobre todo, marcó mucho mis gustos. Aunque a veces, o mejor dicho, muchas veces, ande hecha una rea en el taller. Por otro lado, desde chica tuve el sueño de tener un taller de producción propia. Me apasionaba todo lo que son manualidades, que es por otro lado lo que está más relacionado con mi profesión, la arquitectura. Siempre hice cosas paralelas, como costura y dibujo. Entonces, después de la carrera decidí capacitarme en Buenos Aires. De a poco me fui comprando las máquinas básicas y así arranqué bastante kamikaze. Aprendiendo en el hacer. Por eso me gusta aclarar que todavía espero mucho más de mis diseños, que hoy por hoy se relacionan con las posibilidades tecnológicas y de materiales al alcance. Por ejemplo, acá no hay armadores de zapatos, que dentro de la cadena productiva es un actor fundamental. Vuelvo a repetir, creo que todavía tengo un largo camino por delante para poder hablar de diseño. Sé cuál es mi horizonte, pero también dónde estoy parada hoy. Volviendo a mi pasión por el hacer, otras personas que me influenciaron fueron mi padre y mi abuelo. Siempre me acuerdo de que cuando íbamos a visitarlo, mi abuelo estaba en el fondo de su casa, en su taller de carpintería, haciendo sillas, mesas y cunas para sus nietos. Tengo esa imagen muy grabada. Sumado a que mi papá siempre dijo que era muy importante que todos tengamos, dentro de nuestra educación, la posibilidad de desarrollar un oficio y que eso debería formar parte de la educación secundaria de nuestro país. Todo este mensaje lo internalicé sin querer y cuando soñaba con el taller de zapatos pensaba en lo genial que sería, además, enseñarles a mis hijos a trabajar desde chicos en un oficio que posiblemente marque en “algo” sus vidas. 

–¿Cómo nace el emprendimiento?

–Fue loco, porque cuando decidí hacer formal la presentación de la marca abriendo el local, un mes más tarde de inaugurado me enteré de que estaba embarazada. Al principio me asusté, por todo el esfuerzo que significa un emprendimiento así y en este contexto, pero no dudé de que iba a poder. Cuento esto porque hay muchas mujeres que dejan sus sueños de lado por la maternidad y les da miedo comenzar a desarrollar lo suyo. Y siempre tengo presente un seminario de mujeres emprendedoras que se hizo en Salta y a mí me sirvió muchísimo. Ahí estaban las dueñas de varias marcas de diseño que contaron su experiencia y fue muy alentador. Porque es real que además de las dificultades propias de nuestro contexto, sobre todo para este tipo de emprendimientos, las mujeres tenemos que sumar los malabares con la familia.

–¿El nombre?

–Celot viene de mi apellido. Es el apodo o seudónimo que acostumbraban colocar los italianos, al menos los de la región del Friuli de donde era mi abuelo, al final del apellido, para diferenciarse entre los miles de “Sant” que viven ahí. Es decir que soy “Eugenia Santcelot”. Somos como los Pérez más o menos.

–¿Cuánto orgullo hay, además, por poder desarrollar un emprendimiento de diseño desde tu lugar?

–Tener este proyecto en Jujuy me enorgullece desde la ciudadana. Como jujeña que soy, sé perfectamente que todo nos llega a través de Buenos Aires y que nada o casi nada podemos obtenerlo aquí sin antes haber sido fabricado o procesado allá. Y lograr ofrecer una marca nueva, fabricada por manos jujeñas y en Jujuy, me llena de felicidad. Lo que era una locura, impensado, se convirtió en realidad. Pienso que todo se dio porque verdaderamente quería sacar adelante este sueño y además porque aprendí con mis viejos que no sólo se necesita esfuerzo para lograr algo sino “sobre-esforzarse”. Además, como recién empiezo soy todo. Empleada trabajando en la producción, empleada atendiendo el local, empleada administrativa, madre, esposa y diseñadora.

–¿A futuro pensás emplear otros materiales de la región?

–La verdad me encantaría tomar materiales típicos como aguayos, pero no desde un lugar trillado. Tengo ganas de incorporar para el invierno hilados de lanas, pero siempre desde la contemporaneidad.

www.celot.com.ar

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