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Sábado, 6 de julio de 2013

La Ciudad Estudiantil

 Por Jorge Tartarini

La vasta obra social desarrollada por el gobierno de Juan D. Perón durante el decenio 1945-1955 nos ha legado un patrimonio rico en programas y tipologías edilicias, muchas inéditas en nuestro país. Barrios de viviendas, hospitales, escuelas, asilos, conjuntos recreativos, estudiantiles, asistenciales... son sólo algunos de los cientos de ejemplos que hoy encontramos distribuidos en todo el territorio nacional. Un patrimonio que, hasta no hace mucho, no encontraba un merecido reconocimiento en las declaratorias de protección locales, provinciales y nacionales. Un caso excepcional es la República de los Niños en Gonnet, partido de La Plata, declarada Monumento Histórico Nacional en 2001 y considerada el mayor emprendimiento infantil de Latinoamérica y el primer parque temático del continente. Había sido fundada con un doble propósito: el de esparcimiento y el de aprendizaje de derechos y obligaciones cívicos. Otro ejemplo emblemático de esa intensa labor social fue la Ciudad Estudiantil Presidente Perón, inaugurada el 27 de octubre de 1951. Abarcaba un predio de cuatro hectáreas y se encontraba comunicada por un túnel con otra de las instituciones creadas por la Fundación Eva Perón, como la Ciudad Infantil, inaugurada poco antes. En el mismo año que iniciaba su labor la Ciudad Estudiantil comenzaba la construcción de edificios escolares en el marco del Plan 1000 Escuelas. De las cuatro manzanas que ocupaba esta Ciudad, dos eran destinadas a instalaciones deportivas (fútbol, básquet, carreras pedestres, esgrima, equitación, etc.) y en ella se desarrollaban múltiples actividades como grupos de teatro, bibliotecas, peluquerías, salones de recreación y servicio médico. Su finalidad era capacitar a los hijos de los obreros para llegar a futuros dirigentes, y en ella se realizaba una formación teórico-práctica, con énfasis en temas relacionados con las ciencias sociales y la tecnología.

El conjunto de construcciones comparten en su estética un estilo predominante utilizado por el peronismo para estos emprendimientos: un pintoresquismo de referencia californiana, con techos de tejas a la española, paredes blancas y aberturas y celosías de madera pintada, de difundido uso en chalets del suburbio, localidades balnearias, clubes deportivos, etc. desde décadas precedentes. Una estética que, a pesar del tiempo transcurrido, los cambios de usos, las modificaciones internas y construcciones posteriores descontextualizadas, aún hoy es perceptible y testimonia la visión de conjunto con que fue proyectada íntegramente la pequeña Ciudad. En 1955, tras el golpe militar, la Ciudad Estudiantil fue desalojada y se convirtió en lugar de detención de dirigentes peronistas, políticos y sindicales. Actualmente funcionan en ella dependencias del Servicio Nacional de Rehabilitación, y otras que dicho Servicio fue cediendo a diversas instituciones como el Incucai, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Universidad de San Martín y otras.

En 1998 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos procedió a declarar uno de los edificios de la Ciudad Estudiantil Monumento Histórico Nacional, y dentro de éste, su Salón Espejado, réplica del Salón Blanco, y el Despacho, que reproducen los existentes en la Casa de Gobierno, a escala menor (Ley 24.976/98). Pero esto era a todas luces limitado e insuficiente. A efectos de proteger no sólo estas expresiones sino los distintos edificios e instalaciones que forman parte del proyecto original, que dan sentido de unidad al conjunto, que hablan de su carácter y estética general que favorecen su unidad de lectura y que permiten comprender mejor su origen, la Comisión Nacional decidió impulsar la ampliación de los límites de la citada declaratoria. De esta manera, se encontrarán protegidos un conjunto de edificios vinculados funcional y estilísticamente, y también otro grupo de instalaciones deportivas (estadio, tribuna, mástil, etc.) también integrantes del proyecto original. Pero, particularmente, se preservará la relación de espacios verdes, edificaciones y trazados que favorecen la apreciación del conjunto, es decir, la armonía de las partes y el todo. Y, desde luego, los portales de acceso originales. Tal declaratoria ya es un hecho, y sin duda contribuirá a salvar ausencias y omisiones incomprensibles, si hablamos de una necesaria visión abarcante y plural de nuestro patrimonio cultural.

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