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Sábado, 1 de marzo de 2014

Nueva Cuadra, semana movida

El gobierno porteño tuvo días de tragedia y papelones, entre un derrumbe y las escuelas en crisis. El nuevo proyecto para La Imprenta y La Cuadra bajo la catalogación.

 Por Sergio Kiernan

Los lectores de m2 recuerdan que recientemente se publicó una oscura y preocupante resolución de ese mago de la firma rápida, el director general de Interpretación Urbanística y Registro, Antonio Ledesma (1-2-14). La disposición 1694 consideraba “factible” un nuevo proyecto para La Cuadra y La Imprenta, los dos edificios patrimoniales que causaron un verdadero levantamiento de los vecinos de esa zona de Palermo cercana al Hipódromo, con amparo primero y leyes de catalogación después. El texto del socio comercial de sus jefes Daniel Chain y Héctor Lostri –¿y la Ley de Etica Pública?– era un palabrerío confuso, que daba pie a la preocupación. Tanta que el nuevo proyecto fue rápidamente enviado a esta redacción con un mensaje: se ajusta a las catalogaciones.

Como se puede ver en las dos imágenes, el grado de protección de las dos piezas es muy diferente. La Cuadra la tiene muy alta, con lo que no puede alterarse su aspecto ni volumetría. El nuevo proyecto mantiene su actual aspecto de galería y sólo elimina el techado liviano de vidrio que se había colocado cuando se hizo el restaurante. Este techo vidriado se reemplaza por otro más alto, con lo que se crea una circulación nueva por encima de las caballerizas en sí. Esto es, el techo vidriado queda rasante con la mansarda del frente, invisible desde la calle. Esta cubierta no cierra todo, porque atrás quedan los árboles al aire libre.

Otro cambio es que La Cuadra no va a estar más comunicada con La Imprenta por adentro, lo que desarma ese curioso “final” que le habían agregado. Ahora va a terminar y listo, como en el original. A la vuelta, se preservará la fachada de la vieja imprenta, como ordena el grado de catalogación más liviano que le dio la Legislatura. Esta fachada quedará integrada a un edificio de once niveles con retiros, exactamente lo que tienen sus vecinos. Por encima y retirado del frente, se elevará una pequeña torre en el terreno largo donde se alzaba el atrio de entrada al centro comercial. La Imprenta seguirá siendo un gran local, muy posiblemente gastronómico.

Consta en los originales que las imágenes de esta nota fueron enviadas y recibidas por mesa de entrada en el gobierno porteño, con lo que son, por así decirlo, el proyecto “oficial” para el lugar. La obra no tiene fecha todavía por una curiosidad judicial, que el amparo sigue vigente pese a que la Legislatura resolvió la cuestión de fondo al catalogar por ley los dos edificios, con lo que su custodia pasa a ser responsabilidad del Ejecutivo porteño.

Varias malas

Esta semana que terminó no fue de las más felices para el macrismo en funciones. Pese a que Mauricio Macri no lo mencionó en su inauguración de ordinarias de ayer, su gestión volvió a mostrar su perfecta indiferencia en eso de hacer cumplir la ley. Fue de la manera más dolorosa, ya habitual en esta Buenos Aires, la muerte de un obrero de la construcción en una obra de Jean Jaurés 422, con cuatro heridos más en el derrumbe de una pared. La obra ya había sido denunciada por la propia Uocra ante el propio gobierno porteño, que no hizo nada en absoluto hasta que ocurrió el accidente.

Como se sabe, para los especuladores ahorrarse un costo es esencial, ya que su canon no pasa por Le Corbusier sino por la planilla de costos. Siempre es más barato tirarse el lance de que no pase nada que gastar en prevención o hacer las cosas, si no por las reglas del arte, al menos por las de seguridad. Cuando sale mal..., para eso hay seguros.

Al macrismo no le interesa en absoluto arreglar esto por dos razones. La primera es que terminar con este tipo de avivadas, como varios otros, sólo es posible si se corta la cadena de coimas tradicionales o nuevas, cosa que nadie está dispuesto a hacer, ni remotamente. De paso, esto explica la deliberada confusión y las muchas contradicciones regulatorias de la ciudad, y la indiferencia a cosas como zanjar el tema del patrimonio edificado, que de últimas consiste en un número finito de edificios que se pueden contar, clasificar y catalogar o descartar. Pero eso significaría cortar un enorme negocio y además –segunda razón– sería controlar a los especuladores inmobiliarios. Macri, Chain, Lostri, Ledesma y todos los demás funcionarios de la cadena de mando son también especuladores inmobiliarios y entre bueyes estas cornadas no van.

También quedó en claro la incompetencia del macrismo con las protestas, amparos y frenazos a las aulas-container. Que un gobierno no pueda garantizar el comienzo de clases porque le faltan bancos para miles de chicos –chicos que ya vivían en su jurisdicción, no parte de una mágica inmigración masiva– es palmario y absoluto. Esta semana tuvieron que dar marcha atrás con la destrucción del Instituto Bernasconi, frenada de modo total por la Justicia. Para peor, trascendió que la escuela de la esquina de Alberdi y Pergamino también está en riesgo, porque este verano voló de mala manera su caldera. El boquete en el techo dejó expuesta a las tormentas la sala de computación y la falta de caldera significa nada de agua caliente. A todo esto, asombra el accidente porque se supone que las calderas, como los ascensores, se inspeccionan regularmente...

Como para marcar las diferencias, Andrés Pérez Esquivel presentó esta semana un amparo por una instalación del gobierno porteño que demuestra en qué sí pone dinero y gestión el macrismo. Resulta que el Obelisco es ahora, más un símbolo de la ciudad, una torre de observación: la Metropolitana le instaló, con bulones en su piel de cemento, cuatro cámaras de vigilancia. El Obelisco es patrimonio, oficialmente, y no puede ser tratado de esta manera, pero la pregunta es quién fue tan pavo de poner las cámaras ahí cuando se trata de un lugar absolutamente lleno de postes y estructuras urbanas que podían recibirlas sin problemas. Hasta parece a propósito.

La Podestá

La casa del obispo que tanto hizo por los derechos humanos y de su viuda Clelia fue finalmente preservada por la Justicia, que frenó en seco una obra de un edificio de diez pisos que la iba a tapar por completo. La quinta italiana de Gaona al 1300 es una curiosidad urbana, porque al ir loteándose su casco quedó en el pulmón de manzana, con acceso por un lindo pasillo largo. Declarada de interés cultural por la Legislatura en 3056, tenía su entorno protegido, lo que por supuesto no detuvo a nadie en el gobierno porteño. Con lo que empezaron a demoler una de las casas de su entorno inmediato para mandarse una torre.

Pero además de ser de 1864, de lo más viejo del barrio, la casa tenía la fuerte asociación de sus habitantes, con lo que hubo amparo y finalmente, esta semana, fallo del juez Guillermo Schreiber dando por nulo el registro de la obra y el permiso. Fue un triunfo de los involucrados, los vecinos, el Observatorio de Patrimonio y Políticas Urbanas, la abogada Alejandra Daglio, la comunera Ondina Fraga y SOS Caballito.

Cachimayo

En la zona de chalets y casas que se extiende entre Caballito y el Parque Chacabuco, los vecinos están viviendo una de piratas. Cerquita nomás del Barrio Inglés, en 2005 se rezonificaron seis manzanas, bajo la ley 1744, bajando el FOT a uno, lo que en arquitecturés quiere decir que si uno demuele un metro puede construir exactamente un metro. La lógica económica es una de las mejores protecciones posibles porque hay que ser rico y extravagante para demoler una buena casa, como son las de esas seis manzanas, para hacerse otra. La zonita hasta incluye tres piezas de Virasoro en la esquina de La Nave y Cachimayo.

Pero en el mismo 2005, sin que se sepa con qué permiso, demolieron una casa en esa cuadra, al 595 de Cachimayo. Se sacó un permiso de construcción, fechado el mismo año pero después de la rezonificación, pero nunca se construyó nada por el reclamo de los vecinos. Con gran originalidad, el arquitecto-especulador hasta hizo un amparo para que le permitieran construir sus nueve pisos allí, pero lo perdió hasta en Cámara. En 2009, el terreno fue vendido y siguió juntando yuyos, viendo crecer los árboles, hasta que la firma Fiduciaria Buenos Aires anunció que reanuda el proyecto, con un supuesto “derecho adquirido” desde 2005.

Los vecinos organizaron una protesta el lunes pasado y presentaron un escrito firmado por las 27 familias vecinas pidiendo que se acabe esta historia. Según la ley, señalan, si una obra está paralizada por tres años pierde su permiso legal y tiene que retramitarlo adaptándose a cualquier cambio legal o normativo, que en este caso fue drástico. En la discusión legal, los “empresarios” hasta presentaron una fotocopia de un plano de 2005 ¡legalizado por un escribano!

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