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Sábado, 31 de mayo de 2014

La mugre en Lacroze

La lectora Carolina Urresti se quejó por carta al gobierno porteño por las obras del viaducto de la avenida Lacroze. Vecina del lugar, Urresti no sólo confirmó el milagrito macrista de hacer obras públicas que no cosechan elogios sino críticas, sino que hizo observaciones que merecen repetirse. Como se ve en las imágenes, algún genio del urbanismo decidió que no había lugar para plantar árboles, con lo que mandó poner maceteros de una berretez ejemplar. Como un macetero es un objeto de balcón o terraza, hubo que plantar un árbol que no crezca, con lo que se eligieron los lentísimos olivos. En sus cajas pintadas de azul, los arbolitos dan pena como la dan los condenados a muerte, porque si sobreviven no podrán jamás llegar a su tamaño.

Los maceteros son usados de basureros, pese a que hay tachos naranja cada tanto. Cuando se le señala esto al PRO, el rezongo oficial es que la gente rompe, ensucia y roba lo que ponen, una observación de señora gorda que deja al macrista en el papel de “dar” y “poner”, y al porteño en el de vándalo. Al parecer nadie piensa que existe un error de diseño en esto de poner maceteros, tan parecidos físicamente a un tacho de basura, ni que la fealdad general del conjunto genera una cierta agresión de los usuarios. Tampoco hay la menor pretensión de hacer ese trabajo tan municipal y aburrido de limpiar las cosas. Con lo que las escaleras y pasajes subterráneos son un verdadero basural.

Y una última cosa muy llamativa: los feos e incómodos bancos para sentarse son para un ocupante. Es notable que el macrismo proponga en un lugar compartido un modelo de banco individual, todo por no usar los tradicionales modelos de plaza, que no permiten hacerse el original.

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