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Sábado, 20 de septiembre de 2014

Si no méritos, hay que inventarlos

Como saben los porteños en general y los lectores de este suplemento en particular, el PRO es un partido que en materia patrimonial tiene antecedentes más bien penales. El macrismo en funciones protege el negocio inmobiliario en su faceta más especulativa, hace más que lo posible para liberar terrenos para hacer torres y tiene una blandura notable a la hora de perdonar infracciones, por alevosas que sean. Pero resulta que estamos en época electoral y el patrimonio es, para pesar de los macristas, cuestión política. Tiene que estar en la agenda, tiene que figurar, aunque tengan tan poco que mostrar. El resultado es una serie de mentiritas que pasan de blancas, mensajes que simplemente tratan de robarse el mérito de otros.

El premio en este podio particular se lo lleva la vicejefa de Gobierno porteño, María Eugenia Vidal, que firma con foto y todo mensajes de Facebook creados por sus publicitarios y de lo más fallutos. El de la foto invita, en tono folleto publicitario, a maravillarse del estado de la calle Florida, que tiene “nuevas veredas, canteros con más verde, iluminación con LED y un nuevo sistema de desagüe pluvial”. Pero la joyita viene después, cuando invita a “mirar para arriba” y maravillarse con los “viejos edificios” que “vuelven a brillar”.

¿Por qué maravillarse? Porque según Vidal, “restauramos, limpiamos e iluminamos edificios como Gath & Chaves, la antigua confitería Richmond, los edificios Thompson, Lutz Ferrando y muchos otros”. El problemita para la segunda más alta funcionaria de esta ciudad es que nada de eso es verdad. No se sabe si entre los “muchos otros” hay alguno que su gobierno haya reparado, restaurado o iluminado, pero los que menciona por nombre fueron arreglados por empresas privadas que los compraron o alquilaron, que los iluminaron mejor o peor para destacarlos y que en varios casos se cargaron sin pena sus interiores. Lutz Ferrando, debería saber la vicejefa, fue destruido sin piedad para dar una imagen “moderna” de banco ágil y dinámico.

Y mencionar a la Richmond, que como se ve es la foto elegida, es simplemente burlarse del votante. Y no sólo porque el gobierno macrista no hizo nada por ese edificio sino por la parodia de que ahora hay allí una tienda de ropa deportiva que dejó algunas mesitas y unos metros de la boisserie como para decir que todavía se sirve café en el lugar. ¿Quién asesora a la vicejefa en estas cuestiones?

Mucho más abajo en la escala política y tal vez por eso todavía más sanático, el presidente de la Comuna 3 directamente inventó que está restaurando la confitería El Molino. Christian Etchezuri es lo que en política llaman “el chico de las fotocopias”, su tarea más recordada, y pasó de su local de Rioja 142 a la comuna como pasó de la Nueva Dirigencia de Gustavo Beliz al PRO. Además de probar que la teoría de que ser joven y no tener antecedentes políticos no garantiza nada, la figura de Etchezuri es recordada por su habilidad en esquivar periódicos barriales: una vez tuvo a los de El Fantasma de Balvanera llamándolo durante sesenta horas sin atenderlos, aunque era candidato.

Esta semana, seguidores de Etchezuri anduvieron repartiendo en la esquina de Callao y Rivadavia un volante bien impreso con una foto de la histórica confitería y el texto “Buenos Aires reabre las puertas del Molino”. Esta ambigüedad puede tomarse, con buena voluntad, como un festejo de que la ciudad –no el gobierno porteño– reabre el lugar. Pero lo que viene abajo es ilevantable: “La Comuna 3, en conjunto con la Junta Histórica de Balvanera, están trabajando por la recuperación de la emblemática Confitería”. Nada de esto es cierto porque ni comuna, ni junta, ni Etchezuri están trabajando por la recuperación del Molino.

Tal vez lo hagan en el futuro, en particular la Junta, pero en este momento trabajar por la reapertura de la confitería es votar la ley de nacionalización en la Cámara de Diputados de la Nación. Su presidente, Julián Domínguez, fue quien reactivó el proyecto, que tenía media sanción en el Senado, pero dormía un sueño pétreo que amenazaba ser eterno. Domínguez reunió a las comisiones de la Cámara, logró un voto unánime por el proyecto y lo dejó listo para su inminente voto en el recinto.

El macrismo podría haber propuesto una ley propia, podría haber nacionalizado el edificio, podría haberlo comprado para la Ciudad, pero no hizo nada de esto. Etchezuri ahora no puede andar diciendo que lo recuperaron ellos.

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