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Sábado, 18 de abril de 2015

Tejidos para la casa

Una técnica ancestral, una mirada contemporánea. Los objetos tejidos de Ivana Crivos ahora viajan al Salón del Mueble de Milán.

Tecnología y artesanía, cuerpo y espacio: la indumentaria al servicio del diseño de objetos. Crivos Objetos Enredados nace desde lo textil para colarse en la casa. Tan simple como que su creadora estudió Diseño de indumentaria cercada por arquitectos (padre, madre, hermanas, madrastra) y con marido diseñador industrial, con lo que se volcó al mundo de los objetos. De luminarias a mesas, pasando por lápices, macetas y joyería tejida. Las bellas Balloon y las Om absolutamente versátiles, la reciente Tata –una gran pieza de tejido compuesta por tubos de lycra rellenos con vellón y patas de madera– se suman a sus divertidos accesorios: mochilas, collares, anillos, prendedores de la colección Naturaleza Industrial realizados con tejido y pasto sintético, entre otros. Son cosas que se cuelgan, enrollan, trepan y ahora viajaron nada menos que al Salón del Mueble de Milán. Antes de subirse al avión, su simpatiquísima autora, Ivana Crivos, cuenta el origen.

“Soy de La Plata. Estudié en el Colegio Nacional. Tengo familia de arquitectos: mi papá, mi mamá, la mujer actual de mi papá, mi hermana mayor y la menor. Siempre me hice ropa a mano, pero cuando tuve que decidir carrera no me animé a seguir Diseño y estudié Psicología. Cursando tercer año empecé a trabajar en la Casa Curuchet, donde funcionaba el colegio de arquitectos del que mi padre fue director un tiempo y creo que, empapada de todas esas cosas, dejé de cursar y me anoté en Indumentaria sin importarme empezar de nuevo. Fue mucho sacrificio. Viajaba a la madrugada para llegar a la Fadu desde La Plata. En el ínterin conozco la cátedra de Andrea Saltzman. Y esa cosa que tiene ella en relación con el cuerpo y el espacio me terminó de formar. Yo era muy obsesiva, así que llegaba temprano y entablamos un vínculo muy lindo con ella. Fue así como con su empuje comienzo a trabajar con el tejido pero en materiales más actuales. Mi tesis, de hecho de la facultad, la pensé desde el contacto, el abrazo, la contención. Con accesorios que te permitan vivir en la calle. Y de ese mix terminé desarrollando una línea de mochilas tejidas de lycra que comencé a vender en Tienda Malba. En el medio me enamoro. Mi marido es diseñador industrial. Andrea me ofrece participar de su cátedra. Todas circunstancias que me atravesaban y a mi trabajo. El modo mío se fue gestando en el hacer. Mientras tanto, vestir el cuerpo no me terminaba de apasionar. Me encanta y consumo indumentaria, pero no me veía yo proyectando eso y sí el tema de vestir el espacio, que me empezó a enamorar.”

¿Siempre desde el tejido?

–Principalmente. En materiales más contemporáneos como la lycra. Pero desde el tejido. Enseguida me pasó que no me alcanzaban las escalas, así que mi marido me hizo unas agujas de tejer de palos de escoba con las que tejimos la pantalla de la lámpara que estamos llevando a Milán. Yo igualmente no podría ser lo que soy si no fuera diseñadora de indumentaria, porque lo mío pasa mucho por el hacer y adaptar mis conocimientos de esa disciplina a los objetos. Otra cosa que me gusta mucho es que el tejer me permite siempre concebir desde el material formas y relación de tensiones, con diámetros de agujas más grandes o más chicas, que es apasionante.

¿Eras de tejer?

–De chica con mi abuela. Y mi mamá es una persona que teje un montón. Pero yo no había tejido hasta mi tesis. Había un montón de cosas que estaban ahí, pero que empezaron a aflorar una vez que tomé el camino del diseño. Así empecé a pensar en una mesa que es un cubo de acrílico y tejido. En todo lo que hago hay una parte más tecno y otra más artesanal. Así empecé a pensar en mobiliario. Otra cosa que es fuerte para mí en mi trabajo es la cuestión del juego. Tocar, meter mano. Que el usuario pueda involucrarse con los objetos. Y que éstos le aporten calidez a su vida cotidiana por el tacto, el color. A todo esto siempre le iba mostrando mis experimentaciones a Andrea. Entonces un día forré una lámpara. Y ahí nace más lo que son sobre todo luminarias, que es hoy mi línea más fuerte. En esas luminarias yo sigo desarrollando el material. Obsesionada con el material. Me gusta coser uno con otro. Lycra con acrílico. Otra cosa que me encanta es trabajar las diversas escalas de las cosas. El recontra macrotejido y el micro. Así surge primero lo del lápiz. Una amiga, estando en Europa, me sugirió hacer productos para tiendas de museo. Y tejí en pequeñito.

¿Viajaste a Europa?

–Yo viajo a Europa por primera vez en mi vida cuando me caso. Con mi marido decidimos ir de luna de miel a la Feria del Mueble de Milán. Eso fue en el 2012. Luego vino una invitación de la Fundación Exportar a participar de la Cien por ciento Design de Londres en el 2013 y ahora partimos, esta vez, a participar de la Feria de Milán en el stand de Argentina. Todas esas experiencias son muy enriquecedoras. De hecho después de Londres empecé a trabajar otros diámetros de las lámparas, que ahora es lo que más trabajo. Globos de acrílicos de diferentes tamaños. Me gusta mucho pensar las cosas como moldería. Construyo y después ensamblo.

También tenés una línea de accesorios...

–A mí siempre me llaman la atención los materiales, entre ellos, aunque parezca loco, el pasto sintético. La vegetación sintética. Yo siempre viví en casa, rodeada de plantas, y cuando al casarme me mudé a un departamento empecé a extrañar ese contacto diario con la naturaleza. Me falta algo. Así, la joyería nació como una ironía de portar cosas de la casa que me recordaran el verde. De ahí los collares, anillos, prendedores que portan pasto o plantas. También me gusta hacer proyectos a medida para arquitectos o decoradores. Eso de intervenir los espacios con piezas especiales que puedan colgarse, anudarse, apoyarse, enredarse.

¿Trabajan juntos con tu pareja?

–Sí, y es el complemento ideal porque él es más minimal, sintético, y yo siempre exuberante. El hace muebles, también tiene una línea de macetas en madera, y con ganas de hacer más cosas juntos este año nació la lámpara Duit, que ahora también llevamos a Milán, que nace de los tapacantos que le quedaban de sus muebles. Hacía tiempo que soñaba con flexibilizar y tejer la madera y ésta resultó una opción.

¿Expectativas del viaje?

–Muchísimas. Esta es mi quinta feria. Tengo muchas expectativas porque los otros viajes me sirvieron muchísimo, sobre todo para hacer contactos y pensar que mis piezas se pueden vender en otros países. Y fundamentalmente seguir aprendiendo de esos diálogos con personas del mundo entero. Un privilegio.

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