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Sábado, 2 de julio de 2016

Sobre bronces y monumentos

 Por Sergio Kiernan

La Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos organizó junto a la Embajada de Francia un encuentro con dos expertos en monumentos públicos. Amélie Simier es la directora del Museo Bourdelle y Antoine Amarger es un reconocido especialista en piezas de metal -en particular bronces y hierros- y ambos dieron un par de lecciones sobre la peculiar mezcla de rigor y flexibilidad con que debe manejarse este tipo de patrimonio público. Y con gran cortesía marcaron lo que no se debería hacer nunca jamás, aunque se haga.

Buenos Aires tiene tres importantes piezas de Bourdelle en Recoleta: un arquero, un centauro y el impresionante monumento al general Alvear. Simier contó que esta pieza fue considerada por su autor como una de las mejores que hizo en su vida y que su museo guarda infinitos bocetos, dibujos y escritos sobre el monumento, además de varios esbozos escultóricos en diversos materiales. Como se ve en la foto, Simier se dio el gusto de subirse a un andamio, especialmente colocado para su visita, y estudiar de cerca la escultura.

Más tarde, en la sede de la Comisión, los franceses hablaron ante una audiencia de especialistas. Había varios restauradores y estaba el equipo del MOA, encargado de cuidar los monumentos porteños, estaba el director del Museo Nacional de Arte Decorativo Alejandro Bellucci, estaban Sonia Berjman y Marta Levisman, y prácticamente toda la Comisión. Amarger hizo una presentación con fotos de varios trabajos realizados para preservar y limpiar piezas de Bourdelle. Lo primero que remarcó es que las piezas de bronce no se pulen, ni se amolan, ni se arenan, ni se pintan... simplemente se lavan con cuidado de no remover la pátina. Esto de la pátina mereció una larga explicación con una foto muy reveladora de un muestrario de pátinas posibles en una fundación, una paleta que iba del negro al rojo óxido, pasando por dorados y verdes diversos. Con lo que el color del monumento es primero que nada una elección del autor, un toque que evoluciona con el tiempo y la intemperie.

El segundo criterio a tener en cuenta es el vandalismo. Tomando como ejemplo nuestro Alvear, Amarger indicó que el caballo está fuera del alcance de los vivos con aerosol, con lo que él se hubiera limitado a lavarlo y nada más. Ahí aclaró que se refería a una manguera y no a un hidrolavado, cosa peligrosa porque hace entrar agua a presión por cualquier pequeña rotura que tenga la pieza e inunda su basamento. De hecho, el francés se dijo preocupado por la gran pieza que sostiene el Bourdelle, cuyas piedras muestran sus juntas abiertas, y se arriesgó a decir que el marco de hierro que sostiene el caballo debe estar muy degradado.

Pero el general y su pingo lucen negros, pintados con cera coloreada por manos municipales. El francés fue cortés pero tajante: eso no se hace. Lo correcto es limpiar la pieza y, si está expuesta a pintadas, protegerla con cera transparente que deje ver la pátina. Remover estas ceras es complicado y peligroso para la pieza, con lo que usarlas al voleo es una frivolidad dañina. Amarger mostró fotos de varios Bourdelle grafiteados -en Francia también hay de esos- y explicó cómo los trataron. Resulta que estas manchas se remueven hasta donde se puede con solventes y luego se usa un arenado sin arena: con microboqueras, gentilmente se bombardea la mancha con semillas o carozos molidos, materiales más gentiles con el metal.

Como se ve, la única cosa no disponible entre nosotros de la que hablaron los franceses fue un simple equipo de soplado con una boquera chica como un lápiz y un material perfectamente producible en Argentina. La verdadera diferencia fue la amable insistencia en que no se puede intervenir un monumento con apuro, que hay que estudiarlo y proponer una intervención que respete su aspecto original, y que hay que respetar a los que saben en lugar de andar pintando bronces para que queden “prolijos”.

Como definió la presidente de la Comisión Teresa de anchorena, “estos encuentros con una manera de llamar la atención sobre este patrimonio, para que la gente lo aprecie y los gobiernos lo cuiden”. En esta línea, la Comisión está preparando una lista de 100 piezas de arte público a proteger en todo el país, un disparador para que los gobiernos locales protejan cientos de otras piezas de alto valor.

Amélie Simier, Laura Weber y Teresa de Anchorena de la Comisión, y Antoine Amarger en el Alvear de Bourdelle.

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