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Sábado, 10 de abril de 2004

En las alturas

En las alturas

El Kavanagh está siendo restaurado en sus fachadas. El edificio –simbólico, monumento histórico– exhibe un olvidado degradé de tonos en sus cementos y está recuperando foco, belleza y depuración de líneas.

 Por Sergio Kiernan

Bajo más de sesenta años de intemperie, resulta que había un degradé. No contentos con que les salió uno de los edificios más simbólicos de la ciudad porteña, Sánchez, Lagos y De la Torre habían recubierto el Kavanagh con un efecto visual olvidado por el smog: la torre de 120 metros se va haciendo más clara a medida que se sube. Un énfasis en el arriba de un edificio con vocación de altura, un elemento más que surge a la vista con la restauración de sus exteriores.
El Kavanagh fue entregado en tiempo record en 1936, después de apenas dos años de obra. En su momento fue un icono de modernidad: era la primera estructura de hormigón de semejante porte en el país, tenía aire acondicionado central y una sala de máquinas como para cobrar entradas, era el rascacielos porteño, el más alto. Con el tiempo –y la degradación del arte de construir– se fueron notando cada vez más su belleza económica, sus proporciones ajustadas y sus efectos de volumen.
Magadán y Asociados acaba de completar otra etapa de una esperada restauración, que le devuelve al edificio parte de su gloria y dinamiza el entorno de la plaza San Martín. Para el que mire con atención, la torre del Kavanagh tiene ahora sus líneas más definidas, como en foco. Su original remate puede verse como fue concebido, con sus lisas superficies cortadas apenas por acentos verticales, nuevamente libres de diagonales de cables mal puestos y casi sin las marquitas de equipos de aire acondicionado.
Los varios pisos ya restaurados permiten también apreciar el olvidado degradé de tonos, un efecto en el cemento símil piedra que nadie se esperaba y que va aclarando el edificio como se sube. Así, el Kavanagh arranca con un basamento de granito gris oscurón y termina casi blanco en su torre. El ojo detallista notará alguna irregularidad en los tonos: son variaciones originales, descubiertas con la limpieza, y no intervenciones no revertidas.
El trabajo empezó con un experimento de tratamientos y modos de limpieza realizado en cincuenta metros cuadrados del invisible patio interior. Así se determinó usar agua a baja presión y cepillos de fibra plástica, y remover manchas, óxidos y costras negras con compresas y microabrasión.
Luego se realizó una prueba piloto de 900 metros cuadrados –apenas 5 por ciento de las fachadas– sobre dos sectores del edificio, y se arrancó con la primera etapa de trabajo, que canónicamente comenzó de arriba a abajo y en la que se restauraron los pisos 31 a 22 de la torre central. La franja que se acaba de terminar completa la torre, entre los pisos 14 y 21.
Los problemas del Kavanagh son un muestrario típico de lo que se encuentra en este tipo de trabajos. Microfisuras, smog, algas y sulfatos hacían pendant con intervenciones y descuidos. Por ejemplo, el edificio exhibía muchas manchas de óxido de cerramientos totalmente abandonados y ménsulas de materiales no aptos. Parte del piso 21 estaba pintado, y el frente de Florida –la fachada principal– mostraba una intervención grande en los pisos 29 a 31: habían pintado, revocado y vuelto a pintar. No sorprende que el material nuevo ya estaba desprendido y hubo que reemplazar todo.
El trabajo de restauración requiere paciencia y arte. Primero se lava y cepilla con cuidado, luego se tratan las patologías. Con gel se saca la pintura, con compresas los sulfatos, con polvo de aluminio las muchas plumas de óxido –especialmente abundantes sobre el frente principal–. Con los revoques limpios, se consolida o reemplaza lo que falta, usando material de reposición obtenido por estudios de laboratorio. El toque final es un tratamiento con hidrofugante, para impermeabilizar el conjunto.
Este monumento histórico nacional estaba cribado de grampas, cables, tornillos y demás alfiletazos. Como puede verse a simple vista, la limpieza en este caso no fue total: el Kavanagh sigue teniendo aires acondicionados, sólo que por acuerdo entre vecinos son split y con sus caños puestos con cierto orden simétrico. El estudio Magadán es el que ya participó en intervenciones como las del Abasto, el Centro Naval, el edificio Bunge y Born, y el museo Roca. Marcelo Magadán coordinó la obra, Bettina Kropf y Nadina Reusmann la dirigieron.

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Esta foto, como la de tapa, muestran claramente cómo la torre ya está limpia y clara . Los equipos de aire acondicionado, que manchaban de óxido los muros, fueron retirados y sólo se admiten los split, colocados alineados al centro de los cerramientos.
 
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