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Sábado, 4 de septiembre de 2004

La minoría creativa

Mujeres en el diseño industrial hay pocas. Tres, argentinas, cuentan sus experiencias, su vocación y su realidad en una profesión que todavía cuesta imponer y explicar.

Por Luján Cambariere

Aunque a ninguna le guste la observación, hasta que las nuevas generaciones nivelen la balanza y demuestren lo contrario, las diseñadoras industriales acá y en el mundo son minoría. Profesión monopolizada por los varones, las chicas del diseño tienen los mismos galardones y participación, pero un perfil más bajo y menos prensa.
Ninguna se hace cargo de esta supremacía masculina, pero con el correr de las preguntas, suman anécdotas y se rinden ante la evidencia. Es que los responsables de esto no son justamente sus colegas. Como en tantas otras cuestiones de género, el culpable, si lo hay, es eso que nadie dice ni nombra por estar naturalizado. Martha Zarza, de la Facultad de Diseño de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, investigó el tema de las mujeres y el diseño y explica que, “a pesar de la igualdad de oportunidades que brindan las universidades, la profesión sigue estando dominada por varones. Un punto de vista sugiere que esta relación entre los sexos en el campo del diseño industrial reproduce el dualismo estereotípico por el cual a las mujeres se las asocia con el cuerpo y con lo decorativo y a los hombres con la tecnología y el diseño de la naturaleza. Tal concepción implica que las mujeres tienen habilidades específicas de su sexo que determinan sus capacidades para el diseño. Ellas son, en apariencia, hábiles, decorativas y meticulosas, y por lo tanto naturalmente dotadas para ciertas áreas, como el diseño de interiores, las joyas, el bordado, el tejido y la cerámica. De ahí que el diseño industrial sea considerado como una profesión masculina”. Otro autor, Walter Whiteley (1993), señala que “sólo el 2 por ciento de los graduados británicos en diseño industrial son mujeres”. Y que el porcentaje empeora cuando se analiza la industria.
M2 investigó este fenómeno hablando con tres diseñadoras argentinas que se destacan en ese mundo todavía masculino. Resultó que tienen en común ser muy dúctiles con las manos, haber jugado fascinadas con Los Mil Ladrillos, Legos y Mecanos de sus hermanos y con las herramientas de los padres. Algunas tenían otros parientes que influyeron (abuelo agrimensor que dejó en herencia una regla T, fanáticos del reciclaje). Lo cierto es que, influenciadas o no, desde chicas ellas mismas metían las manos en los enchufes para arreglarlos y no sólo dibujaban, sino que construían y modificaban distintos artefactos.

Patricia Lascano: Platense, estudió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Al comenzar en 1974, eran 168 alumnos entre gráfica e industrial. Terminaron 12 y ella fue la única mujer de su promoción. Egresó en la época en que la industria empezaba a declinar. Se casó, tuvo dos hijos y empezó a trabajar para una empresa de medicamentos. Su primer diseño fue un termógrafo (instrumento destinado a la detección de cáncer de mama). Hizo gráfica, stands y equipamiento de oficinas. Hace cinco años, desde su estudio volvió al ruedo de los productos y colabora con el arquitecto Ricardo Blanco como productora general de la Colección Permanente de Diseño Argentino del Mamba. ¿Algunas de sus piezas más destacadas? Las parrillas para chimenea Ronda (primera mención en el Espacio de Diseño de Casa FOA 2002), la tumbona Quadra (premiada en el Concurso Premios Presentes Edición 2004) y un exquisito equipamiento para viviendas en Brasil.
–¿Fue difícil la carrera y después el trabajo?
–No, para nada. Yo era feliz en la facultad. En esos tiempos de tanta locura para mí era un ámbito de libertad y donde la pasaba muy bien. Al ser una Facultad de Bellas Artes, todo era muy rico. En el trabajo tampocome sentí discriminada por profesores o compañeros. De hecho mi primer empleo fue justamente de dibujante con Blanco. Aunque es cierto que siempre trabajé de forma independiente y eso marca diferencias.
–¿Es igual ser mujer o varón para el diseño industrial?
–Bueno, una mujer en un taller despierta cosas diferentes. Es raro que te toque un machista, pero los hay. Yo tenía un herrero que me volvía loca. Haciendo planos soy muy obse y meticulosa. No dejo ningún detalle técnico librado al azar o a que lo resuelva otro y entonces este personaje me decía que él mis planos los tomaba como sugerencias. Igualmente creo que los diseñadores industriales tenemos una cosa de formación que es independiente de ser mujer o varón. Es un modo distinto de ver el mundo. Porque profesionalmente para diseñar algo nuevo tenés que cuestionar lo que existe y mirarlo desde todos los puntos de vista que puedas para sacar otro concepto. Y eso habla de una manera de ver la vida.
–¿Influye que sea una profesión que empiece a conocerse más ahora?
–Sin duda. Antes era horrible. Siempre tenía que estar explicando a qué me dedicaba. La gente me decía, “Ah, sos decoradora o dibujante o licenciada”. Ahora esta más instalado. En mí también influyó estar en La Plata. Mientras mis hijos fueron chicos, no me movía mucho de ahí. Igual siempre me las arreglé para trabajar. Los dejaba en el colegio e iba al carpintero, al herrero, a la imprenta. La cosa es cuando tenés que producir, porque una cosa es estar sentada en un estudio y otra, ir al taller. No podés diseñar y no ver qué están haciendo, cómo se hace. Eso de salir a buscar proveedores o talleres es una realidad que hay que asumir, pero por otro lado el contacto con la gente es una de las cosas más lindas que tiene este trabajo.
–¿Admira a alguna diseñadora?
–No hay muchas. Cuando hicimos la muestra de diseño industrial del Mamba había sólo una: la arquitecta Diana Cabeza, a la que admiro mucho porque es impecable en su trabajo y un encanto de persona. También a Eileen Gray.
–¿O sea que de discriminación, aparte del herrero, nada?
–De algún modo es verdad que siendo mujer siempre tenés que demostrar que sabés, que no decís pavadas. Pero cuando pasás esa barrera, ya está. Y realmente materializar un producto, darle forma a una idea es algo apasionante. Una obsesión de la que no podés apartarte.

María Alejandra Rumich: Estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba y tiene una especialización en Diseño de Mobiliario (FADU, UBA). Formosa es su lugar en el mundo. Allí tiene su trabajo, su casa-estudio, sus afectos y su oxígeno, aunque muchas veces se ausente en pos de seguir capacitándose. Fue becaria IGE del Rotary Internacional en Italia y de la Fundación Carolina en el curso Diseño e Innovación en España, e invitada a Londres por el British Council de Buenos Aires. Es reconocida por varias piezas de mobiliario: su butaca armable y apilable Port-Eva recibió el 1º Premio al Diseño Argentino de Mobiliario Actual Casa FOA 2003 y el 1º Premio Rubro Tiempo Libre en modalidad Jóvenes Talentos del V Salón del Diseño 2002 y el sillón armable Portenia fue 1º Premio Internacional en modalidad Profesional del VIII Salón Design Movelsul 2002 y el 1º Premio Expodema 2001. Verdaderas perlitas que idea desde su querido norte de cara al mundo. Además es asesora técnica de la Dirección de Industria, Hidrocarburos y Minería del gobierno de su provincia, por la que coordina actualmente el Concurso Internacional de Diseño Fedema 2004.
–¿Se conocía la profesión en su provincia?
–No, la producción provincial es básicamente primaria, salvo por el sector del mueble de madera de algarrobo. Formosa cuenta con uno de los polos muebleros de la Argentina, pero sus orígenes se remontan a escasostreinta años. En la década del ochenta, una empresa local llegó a tener más de mil empleados. Se diseñaba y fabricaba en Formosa y se exportaba, pero esa firma desapareció y la figura del “diseñador” que no era industrial, también. Sin embargo el polo creció y hoy existen microempresas y pymes, inclusive algunas con exportaciones regulares. El sector está empezando a conocer la disciplina y a recurrir a ella para desarrollar sus productos, pero es un proceso lento.
–¿Cómo fue la elección siendo mujer?
–Natural. Es más, si pensamos en el proceso de diseño de un producto o en la aprehensión de éste considerando su escala, la humana, ésta nos juega a favor, justamente porque creo que tenemos cierto acercamiento o dominio natural sobre ella. Tal vez por nuestra capacidad de detalle y percepción, la relación interface con el objeto en esas instancias puede ser mayor.
–¿Se hace difícil trabajar desde allá?
–Tiene sus pros y sus contras. Pensá que para registrar un diseño tenés que hacerlo sí o sí en Capital Federal. Si querés cromar una pieza para un prototipo o conseguir ciertos materiales, no podés. Capacitación, asesoramiento legal específico, tampoco. Los colegas con quien intercambiar y potenciar ideas están lejos. Por otra parte, lo bueno pasa por el sentido de pertenencia y por descubrir y redescubrir materiales y técnicas muy nuestras tendientes a desaparecer si no actuamos ya.
–¿Y ser mujer entre tanto varón? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas?
–Te acostumbrás. Me ha tocado trabajar, participar en eventos y viajar con grupos de industriales y sentís que la diferencia no la hacés vos, la hacen ellos. Pero creo que deviene del desconocimiento de la profesión. Para todos es la primera vez. Lo principal es desenvolverte con profesionalismo y ser fiel a tu carrera, es decir, tratar de cumplir lo que algún día prometiste cuando te entregaron el título, para que primero el industrial comprenda y luego valore tu intervención. Además, sabés que estás haciendo escuela.
Raquel Ariza: Se recibió de diseñadora industrial en la Universidad de Buenos Aires donde hoy es docente de Industria Argentina. Hizo un posgrado en muebles (I.S.I.A. di Firenze, Polimoda de Firenze, Universita La Sapienza di Roma) y cursa una maestría en Administración Cultural en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Trabaja como coordinadora del Programa de Diseño ProDiseño del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y con su estudio La Mano diseña junto a Tomás Benasso, muchos productos como el sillón Abanxa o la línea Stix multipremiados (Expodema, Puro Diseño, Casa FOA, Homenaje al BKF, Salón del Diseño). Seleccionada para participar del Biennale Internationale Design 2004 Saint Etienne en el próximo noviembre, siempre es bendita entre varios varones.
–¿Cómo se decide por diseño industrial?
–A mí el diseño industrial me gusta desde el primario, cuando ya sabía que quería ser técnica. Yo quería hacer un secundario industrial, pero mis padres no me dejaron. Por eso en tercer año me metí en la Escuela Panamericana de Arte a estudiar diseño. Siempre me gustaron las actividades del taller, meterme con la tecnología, observar el producto, desarmar las cosas. Siempre estaba arreglando algo.
–¿Qué recuerdos tiene de los primeros años de facultad?
–Obviamente éramos pocas chicas y muchas se iban casando o teniendo hijos y dejaban. Algunas materias como tecnología estaban dadas por ingenieros que nos ignoraban y dejaban flotando la idea de que tarde o temprano íbamos a dejar. Sobre todo era muy fuerte e instalado el preconcepto de que los varones eran buenos para el trabajo en taller, cuando por ahí algunos nunca habían ni pisado uno.
–¿Y cuestiones a favor?–Creo que cuidamos más el detalle, somos muy prolijas y muchas veces mejores por esta cuestión de empatía con el trato con el cliente.
-¿Dónde se ven las diferencias?
–Sólo en las despedidas de solteros, que al ser la única mujer me dejan afuera.

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