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Sábado, 27 de noviembre de 2004

Esperanzas y deberes

Por Ramón Gutiérrez
El director del Cedodal habló este martes en la presentación del libro Monumentos nacionales de Argentina, en el Fondo Nacional de las Artes. El discurso del arquitecto Gutiérrez fue también un llamado a la preservación del patrimonio edificado en un momento particularmente difícil. A continuación, el texto completo:

Que el libro sea de utilidad para entender la identidad de identidades diversas que conforman nuestra Argentina. Que nos ayude a fortalecer las relaciones de pertenencia con nuestro patrimonio y a revertir las dificultades que debemos enfrentar cotidianamente para su preservación. Que nos ayude también a comprender que justamente el patrimonio radica en la interacción entre los objetos y la comunidad y por ello es fundamental la participación protagónica de la misma en el mantenimiento y la tutela de estos bienes culturales.
En este mismo marco de alegría por la edición del libro no puedo menos que alertar sobre la circunstancia que le toca vivir a nuestro patrimonio arquitectónico y urbano. Ya no se trata solamente de la destrucción física del mismo, como acaba de suceder hace una semana con la Iglesia de Aimogasta en La Rioja, demolida por su párroco sin reparar que se trataba de uno de los pocos ejemplos de la primera mitad del siglo XIX que nos quedaba en el país (era de 1833). Aquí cabe llamar la atención a nuestra Iglesia sobre la necesidad de capacitar a sus religiosos en la adecuada valoración de un patrimonio cultural que es de los más significativos de nuestro país.
También cabe mencionar el abandono de las responsabilidades por parte del Estado. Las emergencias que ha vivido nuestro país llevaron sin dudas a postergar determinadas inversiones en temas que aparentemente tenían menos prioridad. Sin embargo, en los últimos meses vemos aflorar políticas contradictorias que van desde la venta de los inmuebles del Estado de valor patrimonial como pretende hacer el gobernador de Tucumán con su programa “activo por activo”, hasta la posible demolición de la Plaza de las Esculturas en el Chaco para construir cuatro torres del Poder Judicial de la provincia en un terreno que es parte de un monumento nacional.
Justamente, cuando más requerimos de sensatez y austeridad, vemos en los últimos días aflorar las grandilocuencias y la falta de criterios en nuestros funcionarios. Así nos cuentan cómo se busca en Estados Unidos un gran arquitecto para refuncionalizar un Monumento Nacional como es el edificio del Correo en Buenos Aires. Mala señal para las fuentes de trabajo internas y pésima imagen para quienes nos preocupamos del patrimonio. Mientras tanto, otro argentino radicado desde hace décadas en Estados Unidos nos regala un proyecto para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, por supuesto obra que será financiada por el BID, cuyo crédito tendremos que pagar los vecinos con los intereses correspondientes. No se nos ha dado la posibilidad de discutir un mal proyecto de arquitectura para una obra importante, que además eliminaría los últimos vestigios de la casa más antigua que queda en Buenos Aires. Mal proyecto porque un edificio, que sin dudas piensa en grandes espacios para “instalaciones artísticas efímeras”, se nos muestra como incapaz de incluir en su diseño una instalación permanente de carácter arqueológico que testimonie esa huella histórica. A la vez terminará de arruinar la fachada, hoy en riesgo, de uno de los edificios interesantes de la zona histórica de San Telmo.
Pero lo que señala la falta de criterio y la ligereza con que se manejan los conceptos es la propuesta municipal de guardar en cajas los ladrillos de la casa antigua, expropiar una playa de estacionamiento vecina y reconstruir allí una ruina. Los vecinos de Buenos Aires necesitamos más respeto y no entrar en estos gastos inconducentes para salvar un proyectoque nos viene de afuera. Lo que corresponde hacer es encargar un buen proyecto local que preserve el edificio de Piccardo y que integre o respete los testimonios de la casa adyacente. El BID debe financiar, y nosotros debemos gastar, solamente en obras lógicas y razonables.
Operaciones urbanas, concebidas desde el patrimonio, como el rescate de Puerto Madero terminan siendo un negocio inmobiliario que vulnerando condiciones ambientales y utilizando las inversiones públicas en paseos y parquización que ha hecho el municipio intentan cerrar con torres el frente del río, limitando la circulación de las brisas fluviales y por ende generando un potencial recalentamiento de la zona central de la ciudad. En este plano nuestro patrimonio moderno también está amenazado, no solamente por la vandalización de la Casa de Amancio Williams en Mar del Plata sino también por la desnaturalización del Hospital de Niños de Tucumán, una obra señera de Eduardo Sacriste, al que se le están agregando unos pabellones de pésimo diseño. También el Banco del Noroeste del arq. Larrán en Salta está en riesgo.
Pueden creerme que quienes estamos en estos temas del patrimonio, y lo propio les sucede a los profesionales que están vinculados con la Comisión de Monumentos, cargos que ejercen en forma honoraria y que les requieren muchas horas de desvelos y pocas alegrías, nos sentimos cada vez más como una suerte de bomberos voluntarios que estamos destinados permanentemente a apagar incendios. Esto seguirá siendo así mientras no exista una política clara de nuestro país respecto de su patrimonio, no creemos las estructuras técnicas adecuadas con oficinas regionales bien dotadas, mientras los profesionales capacitados en el tema no estén estrechamente vinculados con las empresas que realizan las obras sobre nuestros monumentos y mientras no exista una voluntad política que conciba el patrimonio cultural como un elemento fundante en esta nación que debemos reconstruir y por lo tanto genere instituciones sólidas y con el poder suficiente para que se pueda actuar eficiente y coherentemente.
Pero como el Estado y la Nación somos también nosotros, la convocatoria no es solamente a los funcionarios, es a todos y cada uno de los presentes para que tratemos de perfeccionar lo que hacemos en el lugar en que la vida nos ha permitido actuar. Pensemos que nuestra responsabilidad no es meramente con nuestro patrimonio sino también el asegurar a nuestros hijos y a nuestros nietos el disfrute de aquellos bienes que hemos heredado para tutelarlos y asegurarles con ellos una vida mejor. Muchas gracias.

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