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Sábado, 7 de mayo de 2005

Identidades

De paso por Buenos Aires, el diseñador colombiano Luis Angarita da cuenta de su diseño lúdico y de un sentir latinoamericano que puede venderse al mundo.

 Por Luján Cambariere

Si existiera un latinómetro, al lado suyo lo nuestro parecería tibio, anche frío. Es que Luis Angarita, colombiano que estudió diseño industrial en la Universidad Javeriana de Bogotá, hizo un master (Strategic & Corporate Visions) en la Domus Academy de Milán en Italia (1998) y trabajó en Europa para empresas como Philips-Whirlpool, Salvatore Ferragamo, Ferrari, Nestle, Levi’s y Alessi, se lleva América por delante. Sus frases intentan ser siempre picantes y sus ejemplos viscerales. El se excusa en sus ancestros, la latitud, el clima y la fauna y flora que habita su tierra, a los que finalmente también hace responsables de los “monstruos domésticos” que construye y son su carta de presentación. De paso por Buenos Aires, este director de la especialización en Diseño Estratégico e Innovación de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y del estudio CD&I Associates con sucursales en Barcelona y Alemania y una representación en Italia, reflexiona entre otras cosas sobre lo que los latinos podemos ofrecer al mundo del diseño.

Sus monstruos

Gran parte de sus diseños adscriben al “smile design” que tiene como padre a Stefano Marzano, director general de Philips Corporate Design, a quien Angarita conoció en la Domus. El reinterpreta esta corriente de diseño lúdico, divertido y amigable a través de sus “monstruos” que nada tienen que ver, aclara, con la violencia, guerrilla y militarismo, sino de nuevo con la puesta en valor de otras características de su país como la belleza y la fuerza de los contrastes de sus paisajes y sus habitantes. Su estudio patentó el estilo “Domestic Monsters” desarrollando más de 30 proyectos y 19 productos de diseño industrial. La mayoría gana adeptos por su simpatía, irreverencia o aspectos casi bizarros, aunque también tiene algunos de corte más social.

Así, el primer producto de su colección fue la lámpara Polifemo. Un sistema de iluminación ambiental fabricado en material semi rígido (translúcido u opaco) que puede aplicarse directamente en una pared u otras superficies explorando una nueva tipología denominada prosumer (producer & consumer), esto es, líneas de objetos donde el usuario es productor y consumidor. “Esta lámpara viene dentro de bolsas de plástico selladas herméticamente en cuyo interior se encuentra un polímero en estado gélido dentro del que flota el total de las partes que lo constituyen (luces, cables, interruptores e ingresos eléctricos). Cuando el empaque es abierto, una reacción catalizadora empieza y en un período corto de tiempo el usuario tiene la oportunidad de configurar el producto (cúbico, orgánico amorfo, representativo), ubicándolo en el ambiente y dirigiendo sus puntos de luz hacia el blanco deseado”, detalla Angarita.

Provocativos son su sillón Bo-k, una especie de chaise longe inspirado en el modelo Sacco 28 de Piero Gatti (1968) que a diferencia de su predecesor permite introducirse en su interior asemejando una gran boca. O el juego de salero y pimientero Diablos que condimentan la vida con más de veinte posiciones del Kamasutra.

Otro de sus trabajos más reconocidos, curiosamente, es un horno-exhibidor de “bocados argentinos” (empanadas) para ser usado en locales de una cadena de comida rápida colombiana. Además del escurridor de platosNecturo inspirado en un dinosaurio prehistórico donde platos y vasos se traban entre sus espinas; la lámpara-perchero Solterón, la papelera de látex Glotón que necesita de una presión o un golpe en la cabeza para tragarse toda clase de residuos o el juego de mesa Rompecocos, un sistema que al desarmarse y curvarse le permite al usuario armar diferentes objetos de uso cotidiano como un par de candelabros o servilleteros.

En el 2001 crea Alien, un sistema de señalización modular compuesto por tres piezas básicas que configuran más de diez tipologías diferentes de sistemas de demarcación vial y señalización peatonal en plástico inyectado. “Alien surge para invadir las carreteras y las obras públicas, protegiendo a los obreros y peatones de posibles accidentes logrando suplantar a los sistemas de concreto y madera”, aclara. Y, más reciente, el proyecto Salvarte, donde interactúa a través del diseño en una empresa social que trabaja entre otras cosas con la caña flecha, materia prima colombiana.

Diseño latino

–¿Diseño latino?

–Cuando fundé mi compañía, nuestra imagen de marca se basaba en el amarillo y el rojo, colores de nuestra bandera y en símbolos precolombinos. Pero hoy, si bien me considero muy colombiano, estoy convencido de que el diseño latino, el diseño con identidad cultural, no parte sólo de nuestros ancestros. No pasa por coger a los indígenas y sacudirlos para tomar lo étnico y mezclarlo de algún modo en un nuevo producto. El diseño latino parte de hacer lo que somos hoy en día.

–¿Cómo es el contexto colombiano para el diseño?

–Colombia está en el extremo norte de Sudamérica, un lugar privilegiado porque pasa de todo. Cuando tú dices “Colombia trafica drogas” no te equivocas porque Colombia trafica de todo. Por su ubicación geográfica es una cultura de paso. Lo más auténtico que tiene un colombiano es no querer estar en Colombia. Por eso te los encontrás en todo el mundo, enamorados de su país, pero no en su país. Al colombiano tipo le gusta igual el rock en español que en inglés. A mí me influyó igual Fito Páez que Sting. Además, Colombia tiene de todo. Todos los pisos térmicos, todas las regiones. En Bogotá el verde y las montañas contrastan con los rascacielos más altos. No tenemos estaciones como ustedes. Somos calientes, divertidos, pero sobre todo intensos.

–¿Influye la problemática de la violencia?

–Desde que se fundó, Colombia es violenta. Antes de que llegaran los españoles teníamos los indios Caribes que se comían a sus enemigos. Bolívar nos liberó de la hegemonía española a punta de guerra.

–¿Y eso se vuelca al diseño?

–El colombiano es una persona que te puede dar un beso y al rato una cachetada. Es totalmente visceral y pasional. La violencia nuestra en el diseño no pasa por la agresividad sino por lo visceral. Por la búsqueda de captar los sentidos. Por ser contundentes. El colombiano te ama con la misma pasión con la que te puede odiar. Y si no basta pensar en nuestros iconos, un García Márquez que inventa el realismo mágico o un Botero. Y hoy, aquí, estando en Buenos Aires, hasta es suficiente con observar una botella de gaseosa. Aquí las botellas son estilizadas, de curvas poco pronunciadas como la mujer argentina que es tan elegante. La colombiana es curvilínea, voluptuosa y es la misma marca de gaseosa. Ya en las botellas definimos cómo somos.

–¿Qué creés que tenemos de similar?

–Si eres un diseñador latinoamericano le tienes que jalar a lo que venga. Si a mí me dicen “Luis, podrías diseñar la nueva estación espacial de la Nasa” contesto: “Se la hago, me demoro pero se la tengo”. Porque en nuestros países tenemos que hacer de todo. A nosotros no nos llega elcontrato para hacer una silla con la que vivimos todo el año. Un día diseñás una silla, otro una campaña o el packaging.

–¿Conseguiste trabajos en Europa por haber estudiado en Domus?

–Domus es una mafia. Y sin dudas es la meca. Sos parte de una pequeña elite del mundo. Mis profesores fueron todos los que yo veía en las revistas: Ettore Sottsass, Andrea Branzi, Philippe Starck, Alberto Meda. No me faltó ninguno. Pero un colombiano como yo no puede estudiar en una escuela que cuesta 30.000 euros, entonces traté de ganarme una beca y lo valió.

–¿Cómo se construye la identidad de la que hablás?

–Cuando pienso en mis monstruos, realmente no pienso en la violencia sino en lo que me hace ser auténtico y autóctono pero no prehispánico o cliché, sino lo que soy hoy. En Colombia somos chéveres, simpáticos, entradores con todo el mundo. Tal vez porque estás en una situación en la que te vuelves simpático o te jodes. Además, yo me crié viendo hormigas gigantes, monos, las más bellas aves, burros corriendo en una autopista. En Colombia uno está sobreestimulado. Color, calor. Y eso se plasma en el diseño.

–¿De cuál de tus productos estás más orgulloso?

–De todos porque son como hijos. Aunque me gustan mucho la lámpara Polifemo, los diablos que hacen el amor sobre la mesa y, por supuesto, el Alien, un sistema que ha permitido salvar muchas vidas.

–¿Con qué podemos competir los latinos?

–Lo único que tenemos en el mundo para competir es la identidad, porque si no los chinos siempre lo van a hacer más barato. Y ahora, hasta con mejor calidad. Entonces, qué tenemos que venderle los latinos al mundo: identidad.

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  • Nota de tapa
    Identidades
    o las ventajas comparativas de ser latinoamericano, según el diseñador colombiano Angarita
    Por Luján Cambariere
  • Santa Catalina, descubierta

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