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Reynaldo Lio, dueño de Rey Producciones y ex agente comercial de Gilda, comenzó el año con el primer disco de La Base –Parulo– entre manos y ningún sello dispuesto a publicarlo. La cumbia villera parecía tener los días contados y la sentencia de las discográficas fue casi unánime: “más de lo mismo”. Lio decidió sacar el disco por las suyas (¡en enero!) y, a los dos meses, DBN le ofreció un contrato de reedición. Este fue el año de La Base Musical, de la cumbia con base de disc jockey (de ahí el nombre) y de una lírica cada vez más tendiente a la (pasta) base. Sabor sabrosón fue el hit del género, con el grupo reluciendo en la marquesina del Luna Park (a propósito del lanzamiento del doble Inimitable), recorriendo el país y anunciando la tónica de los tiempos: “Argentinos, llegó la hora de jalar y está bien”, canta Jeringa, uno de los dos frontmen del grupo (el otro es Cartucho, animador y rapero eventual). “El que pega primero pega dos veces”, sentencia Lio.
La cumbia villera, entonces, siguió siendo pasión de multitudes, en un año en que la movida tropical no experimentó la revitalización que le tocó en suerte a la industria del rock. Pero La Base (aunque está) no es todo. En una encuesta impulsada por el portal especializado MuevaMueva.com, el público decide entre seis grupos villeros. Aun estando casi expulsado de la tele, al cierre de esta edición Damas Gratis obtenía el primer puesto con 370 votos, seguido por La Base (335), Pibes Chorros (134), Eh! Guacho (127), Supermerk-2 (la revelación, con 118) y Re Piola (61). Después de editar el recomendable 100% negro cumbiero, Pablo Lescano sigue manteniendo en secreto el próximo disco de Damas. Como apuesta intermedia, El Original tuvo su año caliente apelando al pastiche musical de la villera y a una lírica más tradicional. El Grupo Aventura (copia de sus homónimos dominicanos) cayó en picada, La Nueva Luna pasó por Obras y el querubín Sebastián Mendoza (19 años), que acaba de editar el acaramelado y muy bailable Todo bien, fue la revelación romántica del año.