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Jueves, 17 de junio de 2004

N.E.R.D.: CLONES, SEXO, MUERTE, VACIO

Una Disneylandia sonora

Ya sea para N.E.R.D. (la banda de “rock”) o The Neptunes (los superproductores), todo rendición a sus pies. Lógico: la maquinaria sonora de Chad Hugo y Pharrell Williams funciona de acuerdo con los principios del entretenimiento musical para las masas.

POR SANTIAGO RIAL UNGARO

”La cuestión concerniente a la clonación es la cuestión de la inmortalidad.” Así empieza el último libro de Jean Baudrillard, La ilusión vital, pero la cita nos introduce al caso N.E.R.D., el proyecto de los dos niños mimados de la megaindustria del pop actual: los hiperactivos The Neptunes, el latino Chad Hugo y la estrella pop del momento, Pharrell Williams, a quienes se les suma Shae, el otro rapper-cantante. Ellos son, para los que aún no lo saben, los responsables (o los culpables, según el caso) de hits de personajes tan diferentes como O.D.B. (Old Dirty Bastard de los Wu Tang Clan, hoy caído en desgracia), Justin Timberlake (su glorioso Like a love you es una obra maestra de los Neptunes), Britney Spears, Jay-Z, Foxy Brown, No Doubt, Mystical, Clipse, Kelis, Snoop Doggy Dog... y siguen (seguirán) las firmas. Es decir que la glorificación de la pre-adolescencia, de su lado infantil y fantasioso, tiene en ellos a dos héroes. El instantáneamente aclamado Fly or Die es un disco paradójico: si bien las bases de los N.E.R.D.-Neptunes (que merecerían un capítulo aparte) hacen de este disco un producto agradable, para bailar en forma casi instántanea, hasta los más saltimbanquis y danzarines (yo soy uno de ellos) se podrán percatar que Fly or Die es, siendo poptimista, sólo un disco interesante. Por su intrascendencia, su frialdad y su carencia de emotividad podemos animarnos a afirmar que, como compositores, los geniales productores quizá sean, en definitiva, un bluff. Aunque la crítica se deshaga en elogios, las canchereadas, los clichés, los jadeos que tan bien funcionan en muchas de sus producciones con The Neptunes no logran encubrir la escasez de canciones bastante inconsistentes.
Algunos recordarán la tapa del disco Present... The Clones, de The Neptunes. Así volvemos a Baudrillard y a la cuestión de la inmortalidad; el riesgo de la clonación implica el peligro inverso a la muerte: el de las posibilidad de que no muramos. Para el francés, polémico teórico de la simulación, la cuestión tiene que ver con una gran involución. El objetivo de la clonación (y de muchas otras técnicas) es el de liberarnos del sexo y de la muerte. ¿Qué tiene que ver esto con N.E.R.D.? Para comenzar, su nombre es la sigla de “No one Ever Really Dies”, es decir “Nadie muere realmente”. Coherente con esta idea, estos superclones, fashion victims y teen-popstars de 30 años, parecen sufrir de la falta de vivencias, de experiencias. Y el huevo con la bandera norteamericana de donde salen en la tapa del nuevo disco es elocuente. Los pibes viven en un tupper. Lo mismo se puede pensar de la dedicatoria de Pharrell en los créditos a su “futura novia”, a la que “espera conocer”. Así como no hay muerte en este Disneylandia sonoro, tampoco hay dolor ni emoción: sólo grititos agudos (por momentos insufribles), meneos, saltos y cabriolas. Simulación. Y sí, arreglos majestuosos y ritmos inigualables. No es poco, pero no es para tanto. N.E.R.D., sin subestimar sus hallazgos musicales, es El grupo de pop aséptico del mundo hipermoderno y virtual de este 2004. No todo puede ser clonado, simulado, programado. Compartimos el 98 por ciento de los genes con los monos y el 90 por ciento de los genes de las ratas. La gracia de N.E.R.D., su agilidad, sus monerías carecen de ese 2 por ciento que, quizás, obtengan para el próximo disco. Su versatilidad técnica para clonar-samplear lo que sea, sus falsettos y su potencial rítmico (Pharrell es un baterista sutil, sorprendente y efectivo) son virtudes, sí, que no hacen más que acentuar sus falencias: recién después de la primera media hora, aparece, con Maybe, una canción con peso, digna de Curtis Mayfield o Marvin Gaye. Pero el final del disco es esperanzador. Y la buena música, (y aquí hay de eso, no lo duden) por suerte, está más allá de estas reflexiones: buenas melodías, buenos arreglos, una cierta algarabía infantil, y, sí, queremos sumarnos a los coros de Jump, podemos divertirnos, aliviarnos y disfrutar de los increíbles ritmos de este dúo dinámico Peter Pan del Teen Pop. No tiene nada de malo: en este paísbananero, el divertirse y bailar, como monitos clonados y bananeados. En el fondo o en la superficie, todos somos nerds.

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