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Jueves, 29 de julio de 2004

EL FENOMENO “VILLA VILLA” Y SUS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Todos colgados

Más de cuatro millones de espectadores vieron el show en todo el mundo. Esta semana concluye una nueva temporada en Buenos Aires, y habrá fiesta con inyección electrónica esta noche. Pero además ya está en marcha un nuevo y notable espectáculo, creado y ejecutado por un desprendimiento de la compañía.

 Por Eugenia Guevara

Una adolescente se acerca hasta el mostrador donde se venden las entradas para Villa Villa, en la entrada del Centro Cultural Recoleta, y lee el cartel que informa que durante los 70 minutos de la obra, los espectadores permanecen parados. La chica se enoja, como si le estuvieran tomando el pelo, y se aleja para discutir con las otras chicas que la acompañan. Ella no sabe que precisamente se trata de eso, de estar parada y de moverse, de participar, que no es una obra de teatro normal sino una gran fiesta en la que los invitados-espectadores también cuentan.
Para las nuevas generaciones, y a pesar de los casi 10 años que el grupo De la Guarda lleva presentando la obra en más de veinte ciudades del mundo (Buenos Aires, Nueva York, Nantes, México, Amsterdam, Seúl, Tel Aviv, Toronto, Londres, Berlín, Hamburgo, Colonia, Tokio, Las Vegas entre otras), con unos cuatro millones de espectadores en total, Villa Villa sigue siendo algo por descubrir, bailar y disfrutar. En la oscuridad de los primeros minutos, cuando las sombras de los actores–atletas surcan el cielo de la sala que lleva su nombre, las dudas y las inquietudes asaltan de nuevo a los novatos. “Lo único que sé es que vuelan”, dice alguna chica por ahí, mientras espera mirando hacia arriba. Un grupo de pibes de una escuela religiosa, que opta por identificarse con las remeras del uniforme, vigila hacia todos lados, tratando de descubrir de dónde vendrá el agua anunciada en el ingreso, cuando se recomienda dejar en el guardarropa toda pertenencia susceptible de mojarse. La tensión en el público, integrado también por familias enteras, aumenta a medida que las sombras voladoras amenazan con cruzar el frágil techo que los separa. Cuando finalmente lo hacen, la fiesta contenida estalla. Es lo que todos estaban esperando.
Mientras De la Guarda vuela en Buenos Aires por últimas veces, otro elenco presenta Villa Villa en San Pablo (Brasil) y otro lo hace en Nueva York. La despedida de Buenos Aires llega este fin de semana, después de 130 funciones en las que las entradas se agotaron puntualmente (la sala tiene capacidad para 700 personas), y esta noche, para que la fiesta inflame, se anuncia la presencia de DJ Zucker y DJ Buey. Termina en Buenos Aires, pero De la Guarda sigue produciendo giras alrededor del mundo para mostrar Villa Villa: ahora parten rumbo a Europa. Más allá de la experiencia y los halagos de la prensa internacional (la revista Time Out los definió como “el mejor teatro del mundo”, luego de anunciar que el espectáculo es “mejor que el sexo”), el estreno en donde sea, sigue siendo para Pichón Baldinu, uno de los directores del grupo, un momento especial: “Es la cumbre de todo un proceso de trabajo que empieza en la charla con los posibles productores. Después, llevar el espectáculo es una epopeya. Se produce el choque de las culturas, la de nuestra compañía y la de la producción local. Además, no se trata sólo de montar un espacio; también hay que preparar al público. Genera mucha adrenalina saber cómo va a reaccionar: qué entiende, qué le gusta, qué hay que remarcar”. Sin embargo, para él, De la Guarda tiene una deuda: la presentación de Villa Villa en el interior del país. “Sería algo lindo, pero es difícil, no hay guita que lo banque. El espectáculo se puede hacer en Buenos Aires, a estos precios, que son los mismos de la Argentina del 2001.”
Comparada con las demás ciudades del mundo en las que se presentó la obra, Buenos Aires es el lugar “donde el show estalla”, según Pichón explica: “La propuesta que nosotros creamos con Diqui (James) mucho tiempo atrás, se hizo popular. La gente entiende perfectamente el mensaje del show y por lo tanto actúa de esa manera. Cuando empezamos con esta idea no había manifestaciones de carnaval, ni comparsas, ni circenses ni trabajos aéreos. El eje central del espectáculo tenía que ver con lo festivo, con la euforia y con la exploración de los límites de esa euforia. Algo vital y no destructivo. La gente se identificó con eso, lo adoptó. Nosotros rescatamos estas manifestaciones artísticas perdidas no como tema sino como espíritu. El show le llega al público porque goza de ese espíritu. Noes una rareza, el lenguaje que usamos es cotidiano. Cuando arrancamos, éramos una manga de locos que se colgaban y nada más. Ahora la gente sabe lo que viene a buscar”. n

Ultimas funciones en la Sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta. Junín 1930. Miércoles, jueves y domingos a las 21, viernes y sábado a las 20 y las 23.

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