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Jueves, 5 de agosto de 2004

LA PRIMERA ESTRELLA DE ROCK DE LA DECADA ‘00 ES...

Jack, Jack White

El hombre que lideró la contrarrevolución del retro-rock es un curioso personaje. Detesta la tecnología, sostiene valores “tradicionales”, tuvo sus romances con estrellas de cine, toca con su ex esposa (que no es su hermana), se muestra en público vestido de tres colores... Pero, sobre todo, compuso varias de las mejores canciones rock de esta década.

 Por Roque Casciero

Es la gran estrella del rock en la primera década del nuevo milenio (Chris Martin, de Coldplay, puede discutir el título). Suma premios (Grammy, MTV, VMA) y los dos últimos discos del dúo-banda White Stripes suman cuatro millones de copias vendidas, lo que significa una posición de peso dentro del mercado de la música. Por otra parte, casi nadie se atreve a discutir su calidad; una celebridad del periodismo radial inglés como John Peel dijo que los White Stripes eran “lo más excitante desde el punk, o desde Hendrix”. Jack participó en dos películas de directores tan dispares como “prestigiosos”, en un amplio arco estilístico que va del alternativo Jim Jarmusch (Coffee and Cigarettes) al mucho más establecido Anthony Minghella (Regreso a Cold Mountain). Y los últimos, vanguardistas videos de su banda son responsabilidad de Michel Gondry (el director de la brillante película Eterno resplandor de una mente brillante). En su lista de conquistas figuran las estrellas cinematográficas Reneé Zellweger y Winona Ryder. ¿Material para algún programa de E! Entertainment? Nada más lejos de su personalidad. El hombre responsable del actual revival del garage rock (eso que llaman retro-rock), con su innegable aura de estrella, detesta la fama, la tecnología (jura que nunca tendrá un teléfono celular) y es, definitivamente, gustoso de parecer “chapado a la antigua”.
Como Eminem e Iggy Pop, Jack White –que en realidad se llama John Gillis– nació en Detroit, una ciudad poderosa cuando fue el polo industrial automotor de Estados Unidos. De hecho, en esa época se la conocía como Motor City (de ahí el nombre de los pioneros del punk MC5), pero luego las fábricas bajaron las persianas. Entonces Detroit se convirtió en una ciudad fantasma. Y Jack ni siquiera vivía en el lado bueno: se crió en el barrio mexicano, al que pocos blancos se le animan. Cuando era chico, sus juguetes favoritos “tenían que ver con la guerra”, recuerda. “Grandes batallas con soldaditos o construir fuertes en el patio.” Sus padres, que lo educaron como católico, no tenían interés en la música. Sin embargo, a los 5 años Jack aprendió por las suyas a tocar la batería. Su paso a la guitarra fue cuando entró como aprendiz en una tapicería: el dueño, que era baterista, le enseñó algunos acordes, le hizo conocer el garage rock de The Cramps y los MC5, y armó con él una banda de covers de rockabilly llamada The Upholderers (Los Tapiceros). La primera guitarra de Jack –que todavía usa– fue una acústica Kay modelo 1960 con papel madera pegado en el frente. “Me la regaló un amigo al que ayudé a mover una heladera”, aseguró. Cuando abrió su propia tapicería, en lugar de salir a buscar trabajos, Jack se quedaba en casa tocando rock and roll en su trajinada guitarra. Entonces un amigo le hizo escuchar a Son House, que fue su entrada al blues. Ya nada sería igual.
Varias leyendas circulan sobre el dúo eternamente vestido de rojo, blanco y negro. Una dice que Jack conservaba su batería en el ático de su casa y que, un día de 1996, su hermana Meg subió y se puso a tocarla por primera vez. “Tocaba de un modo muy infantil”, recordó él. “Todos los tipos con los que había tocado antes eran bateristas bien machos. Cuando la escuché tocar de ese modo fue tipo ‘Ni siquiera se te ocurra practicar. ¡Esto es fantástico!’” Claro que hay una parte del cuento de hadas que no es cierta: Jack y Meg no son hermanos, pese a que él la presente como “mi hermana mayor” en los shows. En el 2001, cuando los White Stripes se hicieron famosos antes en Inglaterra que en su país (como Hendrix), el Detroit Free Press develó el misterio: se habían casado en 1996 y se divorciaron tres años más tarde. Sin embargo, la negativa de ambos a hablar sobre el tema, el parecido físico que tienen (aunque, vale aclararlo, bajo la tintura negra Jack tiene cabellos castaños), y el morbo del público y los periodistas aumentaron el mito.
El debut en vivo de los White Stripes fue en 1997 y dos años más tarde publicaron su primer disco epónimo, que salió por un sello indie. En el 2000 llegó el segundo, De Stijl (ver aparte). Pero fue White Blood Cells(2001) el que los catapultó a un estrellato con el que ni siquiera soñaban. Cuando hicieron su primera gira por Inglaterra, en pleno auge retro-rock post-Strokes, los discos de los WS solamente se conseguían importados y sólo habían dado una entrevista, pero había una “fiebre” por verlos. “Parecía que nunca antes habían escuchado música”, se sorprendió, soberbio, el bueno de Jack. Elephant (2002) terminó de consolidarlos como estrellas: nada mal para un disco grabado en diez días, en un estudio en el que el equipo más nuevo es de 1963, tal como ellos mismos hacen notar en el booklet del CD.
La elección de instrumentos y amplificadores viejos no es casualidad sino parte de la ideología de Jack White: “Si en lugar de mi Airline (ver aparte) tuviera una Les Pauls que estuviera perfectamente afinada, un amplificador Solid State y un montón de equipos digitales, eso sería tener demasiadas oportunidades. Quiero salir con un amplificador gastado, una batería, una guitarra que NO se mantenga afinada y trabajar con eso. Me gusta meterme en una caja, establecerme restricciones y partir de ahí”. Es por eso que los White Stripes nunca incorporaron un bajista. “Desde el comienzo, el concepto de la banda se estableció con lo que no queríamos hacer”, explicó Jack. “¿Por qué ser repetitivos? ¿Para qué tener dos guitarristas? ¿Para qué tener un bajista que toque lo mismo que las guitarras? Quebremos eso todo lo posible y sigamos siendo rock’n’roll. Mostremos lo que pueden hacer dos personas, aunque siempre alrededor del número tres. Voces, guitarra y batería. Narración, melodía y ritmo. Rojo, blanco y negro. Confinémonos, metámonos dentro de una caja y tengamos reglas. En la música moderna, muchas veces no hubo reglas. La gente disfruta de no tener reglas y poder hacer lo que tiene ganas. Al tener un gran presupuesto o tiempo ilimitado para hacer un disco, ese mundo de posibilidades te roba mucha creatividad, porque no estás enfocado. Nosotros nos confinamos a propósito para ayudarnos a estar más en foco.”
O sea que el hombre que sobre el escenario se convierte en Jack El Destripador (de guitarras), cree en las reglas y una moral que suenan pasadas de moda. En la canción I’m Finding it Harder to Be a Gentleman, por ejemplo, habla de arrojar el saco sobre el barro de la calle para ayudar a cruzar a una dama. Y aseguró que Elephant trataba sobre “la muerte del enamorado”. “Esa idea romántica simplemente no parece existir en estos días. El mundo entero está envuelto en ideas sexuales; todo es tan de pensamiento libre que muchas de las viejas ideas se han perdido. Los roles naturales del hombre y la mujer son destruidos por las comunicaciones masivas. El hombre no puede dar a luz, la mujer sí. Creo que la gente toma ciertas cosas como sexistas cuando en realidad es nuestra propia naturaleza.”
Jack no quiere saber nada con las drogas: una vez echó de su camarín a un ejecutivo que osó prender un porro. Pide perdón cuando putea, pero putea tan poco que no necesita disculparse demasiado. Es un auténtico caballero que se lustra los zapatos, les abre la puerta a las damas y es cortés al extremo. Y si se lo acusa de conservador o reaccionario, tiene una explicación más que adecuada para su conducta: “Me gustan las reglas. Cuando hay reglas, es hermoso seguirlas o quebrarlas, pero si no existen sólo hay una anarquía poco saludable”.

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