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Jueves, 14 de marzo de 2002

Escolares útiles

TEXTOS DE JAVIER AGUIRRE
FOTOS DE NORA LEZANO

LUNES 11.30 AM,
PASEO COLON
Las clases no empiezan el mismo día en todos los colegios, ni para todos los años. Se junta el primer día de clase de los debutantes (1º año), con algunos alumnos de 2º y con los que rinden materias colgadas del 2001, en muchos casos con la intención de evitar el estremecedor riesgo de previa, o hasta el infausto destino de repetir el año. El industrial Otto Krause tiene, la verdad, más clima de 30 de noviembre que de 11 de marzo. Sin euforias, sí, pero con grupitos que conversan despreocupados, sin tensión ni amargura ante el comienzo de clases. Mientras les sacan las fotos para esta nota, algunos chicos piden que les tengas el cigarrillo, así no salen fumando “en el diario”, aunque cuenten que no es nada raro que en el baño se fume, indistintamente, tabaco o marihuana. La proporción entre alumnas y alumnos debe ser de 1 a 6 y Anahí Figuerero cuenta que los “chicos están al pie”, pero aclara que “no por pesados sino para ayudarme cada vez que lo necesito”. Junto a ella están Pablo Miguelez (pantalón de San Lorenzo), Claudio Castellón (remera que dice “Argentina”) y Gabriel Sévola (fan de Pantera), que cuenta que estuvo en los cacerolazos de Congreso y le dice a Mario –autoapellidado Rapper Live– que deje de poner pose de rappero para las fotos. Pero Mario (16 años, integrante de una banda de hip-hop kuryakísimamente llamada Raza Deforme) responde con la amarga soledad del rapper argentino: “Acá en el colegio hay mucha más tradición de bandas de punk, o de heavy. Quizás ves a un pibe vestido medio de rappero, pero hablás con él y resulta que es heavy”. Mario fue plomo de Geo Ramma (la banda del menor de los Spinetta), lo que le sirvió para conocer a la escena local, y no para de hablar de su grupo. Viene de sacarse un 1, pero no parece escandalizado. También está con ellos Leandro Lovisolo, el único de todos estos estudiantes del mítico colegio industrial que se ve en el futuro como ingeniero... pero –ah, la Argentina– también el único que no se ve acá: “Estamos sacando con mis viejos el pasaporte italiano, seguramente me voy a ir”. Casi como contestándole, Claudio y Mario piden: “¡Que Duhalde arregle todo esto!”.

LUNES 12.15 PM,
AV. MONTES DE OCA
En el comercial Joaquín V. González, de La Boca, los chicos de 1º usan guardapolvo blanco. Acaban de terminar su primera jornada como estudiantes secundarios, y están muertos de risa en la esquina. Tres chicas que se conocían de la escuela primaria Nº 20 se quejan de que las hayan separado en distintas divisiones. Todas de 13 años, estan hablando de fútbol; Viviana Duarte (alias La Capa) enamorada del Cuchu Cambiasso, y Mariela acusando a Sabrina de que “le gusta Orteguita”. Más risas. Cuando se les pregunta si estuvieron en los cacerolazos, rugen que no y rompen en nuevas carcajadas, recién ahí interviene su compañero Carlos Molinero (“más que cacerolazos, estuve en los piedrazos”), pone cara de malo mientras hace globos con su chicle fucsia, y agrega: “Para sacarme fotos, hay que arreglar primero con mi representante”. Silencio. Empiezan a hablar de música y resulta que la cumbia no sólo no es una mierda sino que rankea alto entre las preferencias: La Nueva Luna y Damas Gratis son los más votados, aunque Sabrina reivindica a Linkin Park (“me gustan los videos y cómo cantan”), Limp Bizkit, Los Piojos y los Redonditos de Ricota. Ahora aclara Viviana: “Yo escucho cumbia y pop. Bah, Britney Spears sí, pero Bandana, ni en pedo”. Y se quedan pasándose datos sobre cómo sacar el boleto estudiantil, para gastar menos en colectivos. “Tenés que ir a la terminal, tarada”, dice alguien.

LUNES 12.45 PM,
CALLE BOLIVAR
En el Nacional Buenos Aires las clases recién empiezan en abril, pero están las listas blancas de los que entraron después del examen deingreso, y las listas negras de los que no. Una chica flaquita de guardapolvo blanco decide, con miedo, en qué lista buscarse.

LUNES 12.55 PM,
AVENIDA CORDOBA
En la puerta del Normal 3, frente al edificio de Obras Sanitarias, Lorena Parodi (19 años) está esperando para rendir Físico-química y Matemáticas; mientras que Ivana Díaz (18) viene a dar Geografía y Contabilidad. Lorena es fan de Gandhi y de la Madre Teresa de Calcuta: lo dice en serio, lo fundamenta (“vi la película”) y los diferencia de “los políticos argentinos, que son todos estafadores”. Ivana quiere terminar ya el secundario, y Lorena quiere irse a vivir al campo. Se viene una anécdota de sexo en el colegio. Era el 2001 y en el intersticio entre el turno tarde y el turno noche, envueltos por la intimidad de la oscuridad, ella y su novio (también alumno del colegio) lo hicieron en una escalera de servicio. “Sin inhibiciones”, informa. A diez metros de la puerta se juntan María Méndez (buzo de los Redondos en la cintura, planes de irse “a vivir a Puerto Rico porque acá está todo mal”), Noelia Paz (camiseta suplente de River, carpeta inundada de fotos de Saviola), Noelia Insaurralde (fan de A.N.I.M.A.L., Carajo, Pression y Slipknot), Iliana Sánchez y Estefanía Cámera (todas de entre 16 y 13 años). Unas son de River, otras de Boca, pero no hay ecos del Superclásico: “No nos cargamos, somos amigas”. A todas les gustan el Pipi Romagnoli, D’Alessandro, Riquelme, Constanzo, Lux y Cavenaghi. No les gustan tanto, en cambio, Duhalde ni los políticos en general: “Son una mierda, ojalá se mueran todos”. Algunas vinieron a cursar, otras a rendir, todas a “parar” allí.
En tanto, sentados en la escalera y con sus remeras de Boca y La Renga, Nacho y Pablo comparten codo a codo el auricular de un walkman. Uno empieza 4º año; el otro, 5º. El casete hoy es de La Renga, pero otras veces se trata de los Redondos, los Stones o la Nueva Luna. El 19 de diciembre a la noche fueron a la plaza del Congreso. Nacho estuvo el 20 con sus padres en Diagonal Norte, pero no pudo llegar a la Plaza de Mayo por la represión. Amplía: “Después de ese día no fui más a ningún cacerolazo, pero ahora está todo más tranquilo”. Pablo se lamenta: “Lástima que ahora los partidos de izquierda coparon todas las asambleas”. Y los dos coinciden: “El cambio está en la mente de cada uno. Si creemos que podemos cambiar todo esto y nos ponemos las pilas, quizás lo logremos”.
Otra chica llega con una anécdota para la sección policiales: “Caí una vez presa porque me vieron fumando en una plaza. Pasé la noche sola (yo pedí estar sola), en un cuadradito todo oscuro. Estaba cagada de hambre porque venía de fumar, y me dieron una sopa... Una mujer policía me revisó, me encontró un faso debajo de la plantilla de la zapatilla y se lo quedó. Se lo deben haber fumado ellos esa misma noche”.

LUNES 5.11 PM,
AVENIDA RIVADAVIA
Pasaje La Porteña, en realidad, sede del industrial-artístico Fernando Fader, de Flores. Mariel, Ivana y Ricky tienen mochilas: las de las dos chicas tienen inscripciones de El Otro Yo hechas con corrector blanco, la del muchacho un escudito de Boca y la leyenda “Campeón del mundo 2000”. No tienen muy claro en qué consiste la pregunta sobre si tienen un referente; o no tienen muy claro si existe para ellos algo así como un referente. No responden a lugares comunes ni a prejuicios (¿El Che? ¿Diego? ¿El Indio Solari?), ni tampoco por sus mochilas (¿Cristian Aldana? ¿Riquelme?). “No sé”, responde por fin Mariel, después de pensarlo. “Mis viejos”, dice Ivana. “Ah, sí; mis viejos”, se copia Mariel. “Silvia Süller”, dice Ricky y se ríe. No queda claro si alguno de los tres contestó en serio. Tienen catorce años. Pablo Fernández tiene quince y no es alumno del Fader, pero está ahí porque repitió en otro colegio y quizás ahora se anote en éste (“estoy viendo”, comenta). Dice que lo preocupa lo que pasa en el país. Tiene una remera de Viejas Locas y cara de hablar poco, pero habla: “No me banco que la gente espere a que le metan el dedo en el culo para reaccionar. Los que van a protestar a los bancos son la misma gente que antes decía que los piqueteros eran el enemigo. Hay que hacer algo, pero desde acá. Ni en pedo hay que irse. A mí, un grupo de ladrones hijos de mil puta no me va a echar de mi país”.
Apoyados en el baúl de un auto estacionado, Claudio y Roxana están mirando unos dibujos. Son árboles que se convierten en mujeres (los dibujos); y los hizo Roxana con pasteles. Claudio tiene pasaporte italiano (“por suerte lo sacó mi viejo en la época de Menem”). Cierto, ya es otra época. Roxana es “solamente” ciudadana argentina (“igual, aunque tuviera ciudadanía de otro lado, no me iría ni a palos”), y quiere estudiar Psicología o Bellas Artes. Ella es lectora del No. Ninguno de los dos trabaja.

LUNES 5.45 PM,
PLAZA FLORES
Se juntan unos chicos que salen del nacional Urquiza en la esquina de la Plaza Flores que da a la vía. Vienen sin mochila, ni nada. Acaban de rendir bien Matemáticas, dicen. Uno se llama Alejo Sáenz (15 años, remera de un equipo de hockey) y el otro Matías Aranda (también 15, remera de entrenamiento de Ferro). Fueron a comprar chicles: “No gasto casi nada -cuenta Matías–, trato de guardar la poca plata que me da mi viejo para salir el fin de semana”. “Está todo cada vez peor”, explica Alejo. No escuchan mucha música, salvo Los Piojos y Charly García, un poco. Pero les da asco Bandana: “Es una basura total”, coinciden. Matías lo sigue a Ferro siempre que puede, y hasta tiene una bandera, que sólo lleva de local “porque de visitante se pone jodido”. Mientras el verdolaga habla de fútbol, Alejo pone cara de nada.
Más cerca de la entrada del colegio están Sebastián, Gloria y Luchi, un pibe de rulos. Sebastián cuenta que el colegio “está lleno de perras”, y que sabe alguna historia de sexo en locaciones escolares, así como también de quienes “fuman en el baño... y a veces no es tabaco, eh”. Pero ninguna de esas historias las protagonizó él: “Yo trato de no descontrolar mucho en la escuela, no da. Tendría demasiado quilombo en mi casa si me pescaran”. Gloria se ríe mucho, y parece como avergonzada con lo que cuenta su compañero. Empiezan segundo año. Luchi cuenta que estuvo en varios cacerolazos, “pero más que nada para joder. Salíamos con unos vagos y si se armaba un cacerolazo, íbamos. Una vez aparecí en la tele y mi viejo casi me mata. Dice que es peligroso meterte en amontonamientos grandes de gente por lo de la represión”.

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