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Jueves, 2 de diciembre de 2004

CARLOS CABEZAS, CABEZA PARLANTE CHILENA

Desaprendizajes

POR YUMBER VERA ROJAS

No se trata del maravilloso mito de Prometeo, pero encierra los rasgos de la fábula. Carlos Cabezas (49) y la banda que lo contiene, Electrodomésticos, escribieron un capítulo en la historia del rock chileno que cobró significado luego de la separación del grupo. Doce años tras la instauración del pinochetismo, abrazaron cándidamente la tecnología y le dieron un formato popular. Mientras Chomsky vaticinaba la liberación del hombre a través de la máquina, en Chile, al tiempo que la canción popular era catalogada de “subversiva”, el único aparato que pudo revelarse al sistema opresor durante los ‘80 fue el rock. Primero con Los Prisioneros, en 1984, y al año siguiente con Electrodomésticos. Al final de cuentas, las formaciones más influyentes del rock chileno. Dos discos, Viva Chile (1986) y Carrera de éxitos (1987), y siete años de trayectoria bastaron para alimentar la quimera de los Electro. Su distancia de la política y, en cambio, la caricaturización de la sociedad, sobre la base de un pastiche sonoro empírico que emulsionaba a Joy Division con el electroacústico austral Juan Amenábar, diseñaron su carácter. El meollo de su seducción.
Como consecuencia de las conjunciones y retroalimentaciones entre Silvio Paredes –ejecutante del chapman stick y bajista también fundador de Electrodomésticos y cabecilla del laboratorio electrónico Los Mismos– y Carlos Cabezas (voz, guitarra y teclados) durante los años subsiguientes, en el 2004 el participio pasado se convirtió en presente debido a la edición de La nueva canción chilena, el reciente disco de Electrodomésticos. Señala Cabezas, que pasó por Buenos Aires hace un par de semanas: “usamos la grandilocuencia para reírnos. La nueva canción chilena siempre estuvo asociada al folklore, y nosotros tratamos de reivindicar que la música que hacemos en Santiago es actual”. La versión renovada del grupo incluye a tres integrantes de dos generaciones ulteriores a las de los creadores del conjunto. Bajo esta configuración se distanciaron de la experimentación ilustrada para incursionar en la canción. “Pese a que en el segundo disco lo habíamos intentado, nunca trabajamos con ella. Por ciertas circunstancias, durante la grabación, los temas adquirieron un carácter rockero. En la época de la dictadura describíamos el paisaje sonoro urbano. Lo que hacemos ahora es esbozar el paisaje interno de la persona.”
Son la seis de la tarde en Palermo Hollywood, y los Electrodomésticos están encubiertos en un sitio que todavía no abrió para el público. Carlos Cabezas, vestido de negro de arriba a abajo, se echa en un sillón a descansar. Dieciocho años luego de su primera visita a la Argentina, este nuevo disco los trajo de vuelta. Recuerda Carlos: “La primera experiencia fue muy buena y la segunda, muy frustrante. Tocamos en el Centro Cultural San Martín en 1986, junto a Los Twist y La Torre. A ese show asistieron muchos músicos locales (entre ellos Adrián Dárgelos, de Babasónicos) y fue muy significativo para todos. Salió bastante bien. Después volvimos para el Chateau Rock, pero eso fue un desastre. Nos tocó transitar en la arena rock y lidiar con los inconvenientes del sonido”. La edición de su nuevo disco provocó en Chile la euforia del mito. “La pelea contra el mito es difícil de llevar pues lo que presentamos ahora se intenta comparar con lo que quedó en la memoria colectiva. Cuando partimos con Electrodomésticos, nuestros temas eran bien experimentales y con el tiempo adquirieron una connotación muy potente en términos de música en Santiago. Abrimos los espacios sonoros en tiempos de dictadura. Usábamos instrumentos modernos y tratábamos de estar al tanto de la tecnología para poder hacer nuestro trabajo, que coincide con la génesis de la electrónica. Quedamos anclados en ese contexto, pero nunca nos sentimos un grupo electrónico. Era música electrodoméstica.” El ala elitista chilena de la electrónica y del rock de tez experimental reaccionaron ante la edición de su nuevo disco. “Al enfocarnos en la canción, es probable que la gente no encuentre esa tendencia de ir en contra que esperan de nosotros, que me sucedió además cuando hice mi disco como solista. Todo el mundo pensaba que iba a hacer una cosa electrónica.” Cabezas constituye, junto a Daniel Melero y el venezolano Miguel Angel Noya, la piedra fundacional de la electrónica moderna en la Sudamérica hispana. Aunque es justamente con Melero con quien se producen las analogías: los dos saltaron a la escena de la mano de grupos, y en 1986 ambas bandas editaron su debut discográfico. Ambos se dedicaron a la producción, no obstante Daniel desarrolló una importante trayectoria en solitario. Sin embargo, el principal punto de conexión está en el imaginario del no músico. “No estudiar tiene sus beneficios en términos creativos. La academia te formatea demasiado, y te impide ser distinto y original. No pregono no estudiar música. Con el tiempo aprendí, a pesar de que no me preocupé por hacerlo.”
Pese al gran progreso social y económico chileno, Cabezas sostiene que no se fomenta la creatividad en la música. “Artísticamente pasa algo bien curioso y es que mientras estaba la dictadura, con un ambiente difícil para el desarrollo creativo, las ideas y los contenidos eran mucho más contundentes que los de ahora. Llegó la democracia y se suponía que todo iba a funcionar. Y todo fue al revés. En Chile no hay cultura musical. Quizá la dictadura nos cauterizó.” Los primeros Electrodomésticos eludían el tema “social” casi como una manera de protesta. “Creo en esa manera de hacer la política, me fastidiaba el lloriqueo de la izquierda. Ahora veo a Chile adormecido en una especie de izquierda con sombrero liberal. Acá nos creen una clase política madura, pero se parece al patio del recreo del colegio. Nos estamos americanizando.”

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