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Jueves, 5 de mayo de 2005

INVESTIGACION: SIETE NUEVAS BANDAS DE AMERICA LATINA

...por el camino vengo

Desde el Río Bravo hacia abajo, el continente es un hervidero de sonidos nuevos. Se trata de bandas que –por decisión o por que no les queda otra– evaden el camino de los grandes sellos, sortean senderos saturados de vegetación marketinera y escalan montañas de contratiempos. Así y todo, amenazan con ser grandes un día de estos. En exclusiva para el No, hablan desde México, Venezuela, Colombia, Perú, Paraguay, Chile y Uruguay los integrantes de siete grupos que están sonando fuerte. Pero la satisfacción del viajero –dicen– no está en llegar, sino en permanecer en movimiento. Y estos se están moviendo. Eso seguro...

 Por Yumber Vera Rojas


1. San Pascualito Rey, de México:

sonidos de la periferia

El adjetivo de “nueva promesa del rock mexicano” le queda desfasado a San Pascualito Rey tras su maravillosa actuación en el reciente festival Vive Latino, donde incursionaron Babasónicos, Catupecu Machu, Vicentico, Pericos, Los Látigos y Zuker XP. Su estética sonora y artística encarna la naturaleza del mexicano. Originarios de la misma locación que Café Tacuba, Ciudad Satélite, ésta sirvió de caparazón para no percudir su musicalidad con rasgos autóctonos. Señala Pascual Rey, voz y guitarra del cuarteto. “Provenimos de la periferia del DF mexicano. Es una zona nueva y aséptica en cuanto a tradiciones. Crecer lejos de la cultura popular nos permite acercarnos a ella de otro modo. Nuestro esfuerzo de contextualizar la música popular mexicana con ritmos actuales es consciente. Combinamos lo que oyeron nuestros padres con lo nuevo. Es como mezclar un bolero o un danzón con Massive Attack. Sí es accidental la imagen de la banda. Escribo la mayoría de los temas. Representan mi idiosincrasia fatalista. Por eso el hecho de la muerte no es algo regional o geocentrista.”

Desde que la banda nació, en 2000, tuvo como meta hacerse sentir mexicana. “Caifanes fue el primero que lo hizo. Sus letras eran reflexivas y serias. Nosotros vamos por ese cauce. A través de la regionalización se puede universalizar la canción.” Próximos a las texturas experimentales de Solex y al melodrama de Portishead y Alpha, la prensa mexicana hizo caso omiso de ello y catalogaron su disco debut, Sufro, sufro, sufro..., de 2003, como “dark guapachoso” o “guapachoso-espacial”. “Así como Stereophonics y Radiohead, probamos con instrumentos que nos llevaron a la práctica de una suerte de lounge oscuro. Hay muchas propuestas. Los Nena, por ejemplo, si bien tocan un bolero oscuro, caen en lo chistoso. Tengo una fuerte influencia de Chavela Vargas y no es rock. Adolfo –guitarrista y artífice de los efectos y del theremin– oye a Esquivel, que tampoco viene del rock y que tuvo el reconocimiento de artistas electrónicos.” La crisis de las disqueras en México y la piratería permitieron que bandas como San Pascualito Rey, Austin TV o Twin Tones pudieran permear los medios. “Como no había apoyo, este camino les pareció viable a algunos grupos indies. Con esto se enalteció la originalidad. Las disqueras rechazaron propuestas interesantes y los medios de alguna manera tenían que llenar su agenda.”

2. Todosantos, de Venezuela:

sonidos caribeños

Trascendiendo el imaginario cultural del Caribe, desde hace dos años el ruidismo y el beat asincopado participan en la banda de sonido de los caraqueños. No obstante, la masa no lo sabe. Pero lo que antes era un nicho, progresivamente se reconoció como vanguardia sonora de la capital de la ahora República Bolivariana. No se trata de dance. Aunque tampoco es erudismo electrónico. Todosantos se llevó el rubro “Banda revelación” en la pasada entrega de Premios Venezuela Pop & Rock. Consiguieron lo que hasta hace nada era inimaginable. Reseña Francisco Mejía Szilard, componente del grupo: “Internet permitió independizarse de la radio y el indie comenzó a agruparse en sites. No tengo por qué negarlo, escucho Sonic Youth desde los 13 años porque estudié en un colegio elitista caraqueño. Ernesto –otro de los miembros de la banda– es primo de Trece, el mayor exponente del hip hop nacional. Alberto –también de Todosantos– comenzó a experimentar con programas de computación como Fruity Loops y Reason, que cuestan 400 dólares, pero que consigues pirateados a 3 mil bolívares (alrededor de 1 dólar) en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Ese fue el motor que nos llevó hacia la electrónica”.

El cuarteto, que definió su actual carácter en el 2003, no sólo es abanderado de la indietrónica en Venezuela sino en América latina. Y es que su obra cobra peso al mismo tiempo que el venezolano asentado en San Diego Kid 606 se reafirma como uno de los iconos globales de la electrónica experimental. “Aquí se maneja un espectro amplio de propuestas desde el IDM (Intelligent Dance Music) hasta el hardcore techno, pasando por el breakcore, el electro, la folktrónica y el drum’n’bass.” Protagonistas de la gira Rock en Ñ que los trajo a la Argentina en noviembre del 2004, Todosantos acaba de publicar Aeropuerto, su primer disco. “Hay un cambio de mentalidad. Queremos romper con el paradigma de que en Venezuela el músico no puede vivir de la música. Esto es una obra de arte. No deseamos sonar como Los Amigos Invisibles –la banda más importante de Venezuela–, pero los oyes y sabes que son venezolanos. Esa es una búsqueda que tenemos.” Cobijados en la confección de los colectivos Simpl3, Dikru, Los Andes Electrónicos y 1234567, en la avanzada electrónica nacional se inscriben otros artesanos como Jimmy Flamante, Retrovértigo, Boom Boom Clan, Cardiopusher y el IDMerengue de Helios 7.0. “Tienes que contagiar a la gente. Si a ellos les gusta Múm, tienes que ser más arrecho que Múm.”

3. Turbopótamos, de Perú:

sonidos del indie limeño

Se trata de la primera experiencia grupal de los integrantes del cuarteto peruano. Su homónimo disco debut, publicado en el 2004, es una preciosa y amena muestra del indie limeño con aroma a college rock. Advierte Humberto Campodónico, guitarrista y vocalista de Turbopótamos: “Nos conocieron por el boca a boca. En el 2002, la formación cambió a la actual y con la salida del disco como que nos hicimos populares. En nuestra música podrás encontrar Pixies, Violent Femmes, Weezer y ska británico. El ska y el rock and roll tienen mucho en común. Hay un sonido puro que los conjuga. Ofertamos un espíritu infantil. Por eso, para nosotros fue difícil tocar junto con bandas de punk, hardcore y metal. Aunque con los años pudimos hacerlo para captar distintos tipos de público. Somos muy rápidos para el pop y muy lentos para el punk. Nos influyeron los primeros discos de Micky González –artista prolífico y camaleónico del rock peruano–. Pero también redescubrimos, al igual que nuestra generación, la obra de Los Saicos y Traffic Sound (bandas peruanas pioneras en el garage y la psicodelia en América latina). La gente los desconocía. Pero de ellos tomamos su espíritu”.

Aunque la historia reciente del rock peruano es bondadosa y fértil en su apuesta sonora, la inconstancia de las bandas, el desinterés de la media y la ausencia de espacios para su desarrollo depositó a sus protagonistas en el under. “Veo un futuro negro. Si bien en la prensa hay apoyo, las radios no se animan a arriesgarse. Hay que ser aficionado para saber lo que ocurre. El nivel de competencia es pobre. Pese a esto, se venden discos y hay ganas de crecer.” Con una legendaria escuela punk que se remonta a grupos esenciales como Leusemia (sic) y Narcosis, el fundamentalismo del punk es aún una constante en la nación trasandina. “6 Voltios creó una escuela de hardcore melódico. El rock nacional puede convocar de 10 a 15 mil personas. Nuestras canciones tienen una especie de optimismo que le preocupa a la gente porque acá son muy negativos. No somos simplistas, somos directos.” Justamente en Perú, en el 2002, ocurrió un desastre similar a Cromañón, que no cobró la misma cantidad de vidas, pero que quedó en el letargo. “Cuando me enteré de Cromañón, tuve una sensación similar con lo que pasó en la discoteca Utopía. Tengo amigos que murieron allí. La investigación fue irregular y es que la ley es muy débil acá.” ¿Y acá?

4. Revolber, de Paraguay:

sonidos de la Triple Frontera

No se trata de un error de tipeo. Se escribe así: Revolber. Magna provocación podría sugerirse como una insolencia, pero en realidad fue la manera que ideó el cuarteto paraguayo para tomar distancia de los españoles Revolver. Su disco debut, del 2004, lleva por nombre Ka’imonomacaco, un juego de palabras que alude al mono en guaraní, español y portugués conjuntamente. El temperamento de sus integrantes se moldeó sobre la base del intercambio de tres culturas distintas. Provienen de Presidente Franco, urbe satélite de Ciudad del Este. Detalla el vocalista Patrick Altamirano: “Exactamente somos de Area 5. En ese barrio ahora existen seis grupos. Pero en estos momentos vivimos en Asunción. El nombre del disco encierra el concepto de la triple frontera. Lo nuestro es un licuado de influencias que transitan por la bossa, el pop, el reggae y el rap metal. Absorbimos mucho de Luis Alberto Paraná –máximo portavoz del folklore mediterráneo–. No sólo es el que más discos vendió en la historia de la música nacional sino que sus canciones representan la idiosincrasia del paraguayo”.

Pese a que la piratería acabó prácticamente con la industria discográfica paraguaya, el sello Kamikaze Records, concebido por el argentino Willy Suchar, estimuló dentro del rock nacional una conciencia histórica, actualidad y vanguardia. Todo en una dosis. “Mezclamos lo tradicional con lo actual. La gente sabe que está equivocada si despreciamos nuestras raíces, si hacemos caso omiso a la polca y la guarania. El yopará -dialecto que mixtura el guaraní y el español– está muy presente en las canciones. La situación está cambiando. El rock nacional paraguayizó sus letras y existe un sentido de profesionalismo en los conciertos. El ska y el punk ganaron popularidad. Bandas como Ska (Ese ka a), La Secreta o los death’n’roll Profane demostraron que hay cosas muy buenas acá.” Si bien el vértigo es la constante del crecimiento, Revolber no tiene apuro. “Pensamos en la internacionalización. Tocamos recién en Porto Alegre y pensamos ir a Caracas este año.” A diferencia de muchos de sus pares, este grupo creado en 1999 se dedica ciento por ciento a la música. “Este es un camino difícil. Chocamos con nuestros padres y nos fuimos a vivir juntos. Nos la bancamos. Esto se trata de pelear o morir.”

5. Max Capote, de Uruguay:

sonidos con aire nuevo

Esto es un cóctel a la montevideana. Bajo un ingenioso argumento recostado en la penumbra, Fabián Acosta usa el alter ego de Max Capote para recrear una estética empapada de humor y glamour. No se trata de lounge sino de la reconstrucción de un imaginario audiovisual que se remonta a fines de los ‘70. Advierte Fabián: “De chico veía a Parchís, Menudo, y a Olmedo y Porcel. Todo eso te influye. No había producciones audiovisuales uruguayas. En realidad, no se hicieron hasta ahora. Esa movida, que es muy fuerte tanto en el cine como en la televisión, me arrastró”. De chico, tras ver La Bamba se dejó llevar por el R&B y el rockabilly. Después de atravesar varias bandas y de enfrentar una crisis existencial, Fabián se refugió en la compu. Paralelamente, en la Escuela Nacional de Bellas Artes desarrolló un concepto luego de conocer corrientes como el pop art. Esta es la simiente de Max Capote. “El nombre lo tomé de la película 8mm. En una de las escenas, Nicolas Cage entra a una casa de venta de pornografía. Quien lo atiende es Max California, asiduo lector de Truman Capote. Combiné los nombres. El representa la mediocridad y la podredumbre.”

Grandes éxitos, del 2004, es el disco debut del uruguayo. “Es una compilación de temas escritos durante varios años sin relación entre sí. Llevé mi música a una radio, y comenzaron a pasarla. Determinada gente, especialmente el público cool y el que gira alrededor de las revistas de tendencias y de los medios, se apropió del material.” Las comparaciones con Sergio Pángaro no faltaron. “Esta idea comenzó en el ‘98. Ni siquiera lo conocía. Hasta tengo en la banda a dos chicas cantando –las Primitas T–. Pero luego me llamó la atención y alterné con él cuando vino. Me gusta su trabajo.” Confeso admirador de Los Beatles y Los Panchos, sus canciones no tocan un tema predeterminado, aunque llama la atención su constante recurrencia a la muerte. “Las emociones fuertes inspiran”, dice. En medio de la primavera progresista del Uruguay, el rock también respira renovación. “Muchas marcas publicitarias impusieron el rock como moda. Los sellos invirtieron. Hay un sentido del mercado. El producto se vende. No me interesa representar a Uruguay, sólo quiero hacer canciones.”

6. Pornomotora, de Colombia:

sonidos de guerra

Tras la asonada que protagonizaron en el debut de los ‘90 los grupos La Derecha, 1280 Almas y Aterciopelados, que permitió la exportación del rock colombiano, una nueva camada encarna la mesiánica y sólida generación de relevo. Pornomotora forma parte de ese bando. Después de su vuelta de Bogotá, donde participaron en la décima edición del Festival Rock al Parque, el Catupecu Fernando Ruiz Díaz habló con sorpresa y afecto de estos colombianos. Sin duda es la revelación en la nación cafetera. A pesar de su media década de batalla, Pornomotora recién pudo hacerse ahora de un espacio en su país. Estuvieron nominados en los Premios MTVLA 2004 en las categorías “Mejor nuevo artista Zona Central” y “Mejor agrupación independiente”. Cristian de la Espriella, integrante del cuarteto bogotano, evidencia: “Siento que es difícil tener credibilidad. Cuando suceden cosas como la de los MTV se te abren las puertas. Ahora veo una oportunidad no sólo aquí sino en otros países. Incluso conseguimos contrato con una disquera. Hay medios que apoyan y otros que no. La radio del Estado te difunde, mientras que las emisoras privadas como que no comparten la vaina. Sin embargo, suenes o no suenes nos las arreglamos igual”. Sin perder la cadencia latina, su propuesta conjuga el hardcore, el punk y el industrial. “Lo nuestro es mucho rock fuerte y electrónica.”

Participaron en cinco ocasiones en el Festival Rock al Parque, donde compartieron cartel con ANIMAL y Carajo. “Es una buena vitrina para un grupo nuevo. El público está más abierto y dispuesto a escuchar otras propuestas. Hay suficiente nivel aquí y el interés por todos nosotros creció. De Agony no se acuerdan. Ultrágeno fue fuerte y las 1280 Almas es un grupo de culto. Ahora en Cali están los Superlitio, que constantemente renuevan su sonido. Pero los grupos tienen miedo de salir a mostrarse. Hoy el rock colombiano tiene un sonido propio. Eso se siente muchísimo. Un amigo me decía que lo que más le gustaba de nosotros era que sonábamos a Bogotá.” Patentado en el 2004, su disco debut se titula Invitación. “Tengo una posición ante Dios, la sociedad y los iconos. De eso hablan nuestras canciones. El país tiene problemas y deben solucionarse. La cosa aquí es ruda. Salir a la calle es difícil. Se siente la represión.”

7. Legua York, de Chile:

sonidos de hip-hop mapuche

Para su infortunio, la MC española Mala Rodríguez recibió el pasado fin de semana un poco de su propio chocolate. Como un acto de protesta por el uso de una marca en un festival de hip hop en el Centro Cultural Estación Mapocho de Santiago de Chile, y donde sólo participó un artista criollo, el grupo chileno Legua York organizó un festival alternativo y gratuito a la misma hora y frente al recinto. Explica Lulo (a.k.a. Lulolegua), MC del cuarteto: “No compramos cuentos. El huinca siempre quiere venir a manosearnos y no lo vamos a dejar”. Originarios de la combativa barriada de La Legua, al sur de la capital chilena, Legua York alcanzó la trascendencia por su contundente discurso lírico: “No somos un fenómeno, somos la realidad. Ahora vamos a recorrer cinco países de Europa junto a gente importante y significativa. En estos momentos tenemos mucha presencia en los medios, lo que supone que algo está pasando. Tras la canción de Víctor Jara y la rabia de Los Prisioneros, nadie fue tan directo como nosotros. Combatimos la desigualdad. Pese a lo que se cree, aquí hay pobreza. Pero la clase media no se quiere dar cuenta de ello. Hay gente presa aún por razones políticas. El hip hop es un medio de información. Nosotros decimos las cosas como son en Chile”.

Polémicos, el nombre de la banda simboliza el arraigo a su terruño y dispara una ironía contra la alienación yanqui. “Encaramos temas sobre nuestra idiosincrasia. Modificamos el rap según nuestros intereses. Los mezclamos con el mapudungun –idioma mapuche– o con la lengua de la calle.” Chile tiene la escena más importante de hip hop de América latina. Dentro de ese mapa, Legua York impulsa el desarrollo de una cadencia realmente autóctona. “Fuimos los primeros en cantar hip hop en mapudungun. De hecho, tenemos un proyecto de producir a bandas de hip hop mapuches.” Constituidos en 1997 y creadores del colectivo Agosto Negro, el año pasado publicaron Huelga de hambre, su nueva producción. “Nuestra principal tarea es plantear temas y tirarlos sobre la mesa. Desde ahí mezclamos g-funk y dancehall. El reggaetón es una mierda. Es la sepultura para el rock y la música consciente. Nos quisieron matar con el axé y ahora con esto.” Estuvieron en Buenos Aires y Córdoba hace dos años, y Lulo promete regresar con un trabajo como solista. “Vamos primero a Venezuela invitados por el gobierno de Hugo Chávez. Editaremos un compilado afín al ideal bolivariano denominado Hip Hop Revolución, donde aparecerá Actitud María Marta.”

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Turbopótamos, Pornomotora y Legua York
 
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