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Jueves, 26 de mayo de 2005

NIKE Y SU NUEVA CAMPAÑA

La dictadura del 10

 Por Javier Aguirre

”Taquitos, caños y chilenas son los placeres del 10.” “Nadie se muere por jugar de 2.” “La camiseta número 10 no te la dan; te la ganás.” La última campaña de la empresa Nike, Jugá 10, se obstina en convencer al amante del fútbol y al (potencial) comprador de ropa deportiva de que el jugador número 10 de un equipo es algo así como un mesías, un noble de sangre azul que sale adelante a pesar de estar rodeado de otros diez grises e infelices plebeyos sin méritos comparables: o sea, sus compañeros de equipo cuyas camisetas tienen otros números. Con la imagen de Ronaldinho, el 10 del Barcelona, como heredero de los grandes números 10 de la historia (con mencionar a Diego alcanza), la idea de la campaña destruye el espíritu de equipo y propone un mundo (futbolístico) de habilidad, vedettismo y egocentrismo.

El número de la camiseta es relativo: ¿qué camiseta usás vos en tu vida, en el equipo de tus amigos, de tu familia, de tu escuela, de tu trabajo, de tus pasiones, de tu banda de rock?

De vuelta al fútbol: es raro que, para destacar al 10, la campaña de Nike haya necesitado contraponerlo al 2, que en un equipo es el líbero, o último defensor. Por algo el 2 –tanto o más veces que el propio 10– es el capitán del equipo. El 2 juega de ambulancia, de bote salvavidas, de SWAT, de respirador artificial y de cuerpo de bomberos de un equipo. Y a diferencia del arquero, a quien se le permite usar las manos y hasta vestir una camiseta de otro color, el 2 no dispone del amparo de “poderes especiales” otorgados por el reglamento. Al gordo lo mandan al arco, pero no a jugar de 2. Porque el 2 es el respaldo, el soldado desconocido, el especialista en los salvatajes heroicos, solitarios, desesperados. El 2 es quien sabrá inmolarse –con desprecio y entrega– y aceptará el merecido castigo de la guillotínica tarjeta roja, con tal de frenar el contragolpe letal del veloz delantero rival en el minuto 37 del segundo tiempo.

Es cierto que, para vender botines y camisetas, Ronaldinho tiene mejor imagen que el Coco Ameli y el Flaco Schiavi. Pero la emoción del fútbol y del juego en equipo no está sólo en tirar una rabona.

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